Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de agosto de 2011 Num: 858

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Un campanero de
Agustín Yáñez

Roger Vilar

Puerto Rico, autonomía universitaria y dominación colonial
Héctor Lerín Rueda

La revolución de
los indignados

Majo Siscar

La movilización de
los desplazados

David Fernández

El 15M: la hora del despertar
Luis Hernández Navarro

Para entender el 15M
Luis García Montero

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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Héroes miserables

Hoy es ilegal exhibir al prójimo deforme o convertido en rareza según normas impuestas por genética, tradición, cultura o simple condicionamiento social, pero alguna vez fue gran negocio para compañías itinerantes de circo y vodevil en Europa y Estados Unidos: los freak shows (espectáculos de fenómenos y rarezas) donde se exhibían en zoológicos ambulantes lo mismo bosquimanos africanos o indígenas sudamericanos perfectamente sanos pero cautivos como animales, lo mismo enanos que acromegálicos, mutilados que deformes, microcefálicos que obesos mórbidos, personas cuyas diferencias culturales o deficiencias congénitas trucaron en fortuna para circos que gozaron de renombre internacional, como las empresas de P. T. Barnum, el circo de Tom Mix o el de los hermanos Ringling, en cuyo elenco trágico figuraron verdaderas leyendas de la palestra morbosa, como Schlitzie, “el último de los mayas” o “el muñequito viviente”, el alemán Kurt Schneider y también, cuando empezaba la decadencia en su carrera después de un paso fulgurante por los mejores escenarios de Nueva York y París, la cantante cubana Espiridiona Cenda, quien no solamente fue famosa por sus sesenta y seis centímetros de estatura, sino por sus dotes de canto y actuación y cuya biografía novelada le ganó al también cubano Antonio Orlando Rodríguez, con el título de Chiquita, el Premio Alfaguara de novela en 2008. Las rarezas, los deformes, los “monstruos” como los anunciaban a grandes voces los pregoneros de los circos, pasaron de las carpas levantadas en la pradera para el solaz y el espanto de los lugareños bebedores de whisky barato, a la pantalla cinematográfica en 1932, cuando Tod Browning realizó la impresionante Freaks, largometraje que ante la crudeza de sus imágenes fue censurado y mantenido bajo reserva durante décadas.

Ahora el escenario se parte entre las pistas de la televisión y los videos que se vuelven de acceso público en sitios de internet como Youtube. Cualquiera, sin necesidad de ser deforme, mientras sea un borracho miserable o un adicto exaltado, puede tener sus quince minutos de fama tragicómica. Por monitores y televisiones han desfilado varios personajes vueltos “famosos” por la patética circunstancia en que fueron capturados por el lente de una cámara o de un teléfono celular; patiños creados para la diversión del público de Televisa, como Sami, personaje “descubierto” por Eugenio Derbez y que terminó siendo una especie de tonto comodín en programas de comedia y concursos donde aparece para que se burlen de él los conductores. Hay esquizofrénicos, briagos, delincuentes situados a cuadro por un camarógrafo oportunista como el Canaca o el Hijo del apá, como se conoció a Guillermo López Langarica, detenido en Guadalajara en 2008 por conducir en estado de ebriedad y que, paradójicamente murió atropellado poco después por una conductora borracha; ahí el Ferras, delincuente apresado en Veracruz; allá el Fuá, un borracho perdido que habla de la energía universal para regocijo de los presentes, o aquel otro, acusado de robo en los separos de la policía y que entre sollozos declara ante las burlas del entrevistador:  “Yo no robo, jefe, dios es un señor bien buena onda… Lloro, jefe, lloro porque todo perdí, mi maleta, mis cobertores…”, todos ellos han salido de las cámaras de celulares y noticieros, afamados de manera lacerante. Los capítulos estatales de Televisa ponen especial énfasis en estos seudorreportajes de nota roja “chistosa”; allí El show de la barandilla que forma parte de los noticieros de Televisa en Guadalajara.

Y los hay verdaderos fenómenos que por iniciativa propia se filman a sí mismos diciendo o haciendo estupideces y vulgaridades, se llevan a la red, se hacen famosos, como el magistrado nayarita Emilio Zapata (¡ay, homonimias insensatas!) Sandoval Blasco, hoy sinónimo no de rectitud jurisprudencial, sino de una reptante misoginia: el síndrome del sapo que quisiera ser besado.

Ser famoso no tiene que ser algo bueno aunque sea fácil aparecer en un video que se reproduce cientos de miles, quizá millones de veces en computadoras y televisores para sacrificar la comodidad de la anonimia en aras de fama fugaz, efímera y morbosa, nacida muchas veces de la malsana necesidad que tiene el hombre de topar con su propio esperpento en reflejo distorsionado, en el otro del que hacer mofa y escándalo; vapulearnos a nosotros mismos con la saña que nace de la ignorancia, del prejuicio o del serpollar natural de vileza que caracteriza a nuestra especie.