Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de agosto de 2011 Num: 857

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Al pie de la letra
Ernesto de la Peña

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

El alma de Léon Bloy
Bernardo Bátiz V.

En el amor los cuerpos establecen su propio paraíso
Ricardo Yánez entrevista
con Jorge Souza

Leonora Carrington, la inasible
Germaine Gómez Haro

Copi y la Irreverencia
Gerardo Bustamante Bermúdez

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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LO ANCESTRAL EN LO ACTUAL

Ricardo Yánez


En esa roja nación de sangre
(poesía indígena estadounidense contemporánea),

Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
(selección y traducción),
prólogo de Janet McAdams,
La Cabra Ediciones/Conaculta,
México, 2011.

La población indígena en territorio hoy estadunidense rebasaba los 12 millones a la llegada de los primeros europeos, pero luego de la primera guerra mundial, principalmente a consecuencia de una epidemia de gripe, alcanzaba apenas las 250 mil personas. Lejos de extinguirse, los habitantes originarios de ese país volvieron a crecer, sus artistas  se organizaron y se abocaron a generar una creación de magnitud sin precedentes, al decir de la prologuista. Catorce poetas actuales son los (muy exigentemente) seleccionados (por cada uno de ellos, se sugiere, hay otros doce de no muy marcada menor calidad).

La antología cubre un amplio panorama geográfico (y como es de esperar abarca diversas comunidades), y considera a escritores nacidos desde principios de los años treinta hasta finales de los setenta del pasado siglo, todos con estudios universitarios, reconocidos reconocimientos,  y en general dedicados a la enseñanza de creative writting. Aunque no falta la también actriz, la también saxofonista, los también cuentistas, dramaturgos, el también especialista en literatura medieval, etcétera. Un escenario o situación que se antoja envidiable.

Dicho lo anterior, es previsible que, independientemente de su indispensable arraigo a ciertas tradiciones, en cuanto a la escritura no se sientan en absoluto incómodos con (cierto: críticas a la sociedad de consumo las hay, pero se trata de otra cosa) la modernidad. Lo mismo encuentra uno textos de extraña y entrañable sencillez que otros de arriesgada forma o complejidad no demasiado practicable.

Algunos autores: Carter Revard (osage), Orlando White (navajo), Cathy Tagnak Rexford (iñupiaq), Diane Glancy (cherokee), Linda Hogan (chikasaw)... Sorpresa sumamente grata todo el libro, al menos para alguien bastante alejado del tema, pero ojalá (lo creo) para muchos otros lectores mexicanos.

Hay momentos sumamente estremecedores, como "Cierva", de Deborah Miranda (esselen y chumash), una de los antologados más sobresalientes, quien describe al animal colgado, desollado, destazado, y finaliza (parecerá efectista, pero no): “nunca le digo a nadie/ que me han tratado así”. De ella misma es “Criada por seres humanos”, contado desde la voz de una niña maltratada, ¿la  autora?

La antología, claro está, da para mucho más, pero acá debemos concluir señalando que el tema de los nombres (tal vez en relación con el presunto o real conflicto entre lenguas original y “obligada)” es uno de sus leitmotifs. Bajo un epígrafe tomado de otra poeta indígena, Joy Harjo (creek), Miranda exhorta a sus alumnos: “escriban como si de eso dependiera su vida, Escriban// como si nombrar pudiera cambiar la dirección del desastre, escriban como si/ el próximo nombre que llamaran fuera el suyo”.


OJOS QUE VEN

ALEJANDRA ATALA


Presencia de lo invisible,
Ignacio Solares,
Ed. Taurus,
México, 2011.

“Nadie fue ayer, / ni va hoy,/ni irá mañana/ hacia Dios/ por este mismo camino/ que yo voy./ Para cada hombre guarda/ un rayo nuevo de luz el sol…/ y un camino virgen /Dios.” Canta León Felipe, el poeta de barro, al arranque de su Antología rota; y no es fortuito que esos versos vengan a cuento después de leer el fascinante libro de Ignacio Solares, Presencia de lo invisible, pues a través de los dieciséis artículos que lo conforman, en el vehículo, cada uno, del ensayo, Solares va mostrando el sentido de los caminos de los personajes de quienes nos habla, desenmascarando a la persona y permitiéndonos disfrutar el revés de la trama que mueve a cada uno de estos individuos hacia la luz, ofreciéndonos así, con sus ojos acuciosos, la mirada de aquello que inspiró las acciones, los pensamientos, las obras de estos seres humanos que se entregaron con absoluta lealtad a cumplirse en sus caminos. Forma y fondo. “Realidad real”: más que ninguna, parece decirnos Solares, en la presencia del espíritu, y de sus rayos, como dice la Santa de Ávila, que es el alma.

Así, guiado por la intuición, y con trabajo de alquimista, el escritor chihuahuense va en busca de los fantasmas, de los parajes oscuros o sombríos que se vuelven la piedra de toque que hace vibrar las entrañas del escenario hacia la visión de lo “invisible”, que va sublimándose en el tejido existencial de poetas como Amado Nervo y Luis Cernuda; de escritores como Víctor Hugo, Graham Greene, Aldos Huxley, Camus; de psicoanalistas como, S. Freud, Jung, Fromm; de filósofos como Sartre y de santos como Teresa de Ávila e Ignacio de Loyola, porque es desde ellos, desde su manera de existir, de ser y de crear, en donde se puede advertir con más claridad la periferia del espíritu que más tarde o paralelamente se da entero, como fruto acabado a los ojos llenos de asombro. Poesía, psicoanálisis, narrativa, filosofía, religión se tienden no desde el conocimiento en frío y asumido, y sí desde “esa sustancia inmaterial huidiza como el azogue, y sin embargo, esencialmente humana que es la vida hecha tacto, contacto, sensación, deseo, temor, impulso, es el prisma a través del cual el poeta se muestra al mundo,” nos refiere Solares, en la Presencia de lo invisible, pero bien puede asentarse en todos los demás personajes, que de poetas tienen mucho, por la mera inclinación espiritual hacia la exploración o inmersión en el misterio.

Fascinantes, dije, los ensayos de Solares, porque va a las fuentes de la hechura de cada uno de estos personajes, llevándonos al descubrimiento, de los cómo, los porqué, los cuándo que van siendo tamizados también por otra sensibilidad, la hindú, en este caso del Bhairava, que él menciona textualmente: “En el momento que se perciben dos cosas, tomando conciencia del intervalo entre ellas, hay que ahincarse en ese intervalo. Si se eliminan simultáneamente las dos cosas, entonces, en ese intervalo, resplandece la Realidad”, en ese umbral al que pertenece lo inmanente, la presencia de lo bello y lo verdadero que sólo quien desea mirarla podrá sentirse embestido para los ojos.


MÁS HUMANOS QUE LOS HUMANOS

ANTONIO SORIA


Lágrimas en la lluvia,
Rosa Montero,
Seix Barral,
México, 2011.

El ejercicio de comparación entre la muy célebre cinta Blade Runner, dirigida por Ridley Scott en un ya lejano 1982 y ésta, la más reciente novela escrita por la española Montero –y su primera en el género de ciencia ficción–, no sólo es tentador sino definitivamente inevitable pues, como bien saben quienes han hecho de aquél un filme de culto, Lágrimas en la lluvia es un título extraído del para muchos memorable parlamento final de Roy, coprotagonista de Blade Runner que habla de momentos preciosos que, al morir él, se perderán precisamente como lágrimas en la lluvia.

Montero se hace cargo de la deuda tremenda que tiene, más con el filme que con la obra literaria de la que procede –es decir, la también conocida pero de todo punto menos atractiva y sobre todo menos memorable ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick–, de manera más o menos apresurada, pues hace que uno de sus personajes despache el asunto por medio de una alusión casi al sesgo, y se entiende la decisión tomada como autora, pues de otro modo la sombra del filme mítico sería tan pesada que habría resultado inmanejable o, peor aún, habría convertido a la novela en una absolutamente innecesaria segunda parte de Blade Runner, con todo y que la época, la circunstancia, los personajes y la trama son muy otros.

No obstante, y puesto que en ambas obras se trata de replicantes –que rabien los puristas del lenguaje, pero “replicantes” es la palabra que traductores, espectadores y lectores han elegido desde hace treinta años casi–, y también en ambas se aborda, thriller mediante, por un lado el conflicto existencial que a los replicantes les plantea la discriminación que sufren por parte de sus creadores, los seres humanos, y por otro lo inevitable de la muerte, en su caso agravada por una temporalidad mucho más reducida que aquella de la que gozan los humanos, es claro que en términos conceptuales Blade Runner y estas Lágrimas… tienen un fondo común.

En obvia desventaja por el hecho simple de ser ella quien abordó después idénticos tema y enfoque, Montero ha sabido, como se dijo, sacudirse pronto esa paternidad, y para mejor desmarque ha echado mano de su innegable talento narrativo en el armado de una estructura cuya sencillez y convencionalismo resultan ser sus mejores virtudes, contrariamente a otros ejercicios del género que apelan a complicaciones forzadas para dar la apariencia de una complejidad que no existe. Por otra parte y felizmente, Montero no abusa de lo que es materia consustancial de la ciencia ficción –descripciones de tecnología y de contextos sociales, económicos y hasta políticos del imaginado futuro–, que en plumas menos hábiles acaba siempre convertido en alardes de extravagancia creativa pero, sobre todo, en océanos de inverosimilitud, ese veneno antiliterario que daña cualquier género narrativo y que a la ciencia ficción la mata en un solo párrafo.

Lo que obtiene Montero, lo que ofrece al lector, es una historia enfocada preferentemente al drama inescapable de la soledad en medio de la multitud, así como al otro, tan humano –y aquí tan universal, puesto que lo comparten homo sapiens, replicantes y hasta extraterrestres–, de vivir enfrentado a la conciencia de que nada ni nadie ha de existir para siempre… precisamente lo que, hace veintinueve años, ya proponía Blade Runner.


MIRADA PROFUNDA Y SACRÍLEGA

RAÚL OLVERA MIJARES


Sobre las cosas vistas, no vistas y mal vistas,
Francisco González Crussí,
FCE,
México, 2010.

Aristóteles decía que no había sentido más abarcador y más noble que el de la vista. Francisco González Crussí (Ciudad de México, 1939) se propone en su libro Sobre las cosas vistas, no vistas y mal vistas ensayar en su calidad de médico especializado en patología infantil y articulista con publicaciones destacadas en el mundo estadunidense, donde ha completado su formación, en The New Yorker, The New York Times y The Washington Post,  hilvanando una curiosa ristra de reflexiones sobre la visión, tituladas en el original en inglés On Seeing. Things Seen, Unseen, and Obscene, aparecido en 2006 y vertido al castellano por Liliana Andrade Llamas.

Volumen curioso con reflexiones que parten desde las largas filas que, a principios del siglo XX, se hacían frente a la Morgue de París para ver los cadáveres, a los que incluso se vestía y colocaba en ciertas posiciones que resultaran atractivas, hasta pormenores estéticos en el trazo de láminas con células del cerebro que realizara Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), insigne hombre de ciencia, español, con cuyos discípulos de segunda o tercera generación el mismo autor del libro entrara en contacto estrecho durante sus años de aprendizaje de la investigación médica en la Universidad Nacional Autónoma de México.

El doctor González Crussí, quien por su parte habrá de pasar más de la mitad de su vida en Estados Unidos, lleva de la mano al lector por una serie de consideraciones entretenidas, informadas y ágiles, que rinden batalla entre la Escila de la repulsión natural que causan ciertas imágenes y la Caribdis de la erudición humanística, forjada en la lectura de autores franceses y en el cuidadoso escrutinio de ciertos pintores. Desde que el médico alemán Gunther von Hagens iniciara su exposición itinerante Körperwelten, a raíz de la erección del Instituto de Plastinación en Heidelberg, que ahora ha dado la vuelta al mundo, ha aumentado el interés por tener un atisbo en el interior del ser humano. Las posibilidades igualmente abiertas por la microscopía presentan un abanico de posibilidades extraordinarias.

El trabajo de Ramón y Cajal puede verse como un aporte a la ciencia, ya que expuso las complejas redes de las neuronas del cerebro, gracias al empleo de soluciones con nitrato de plata y de oro, así como una obra de arte. El doctor González Crussí prefirió dejar la clínica médica para dedicarse al trabajo de laboratorio. Una actividad donde puede provocarse menos daño y mucho provecho, de obtenerse algunos hallazgos. Con el filósofo Max Scheler (1874-1928) y su ordo amoris el autor recuerda que todo acto cognoscitivo comienza como un fenómeno de amor o rechazo hacia algo. De la vista nace el amor, afirma un antiguo adagio, que aquí viene a colación a propósito de la importancia que posee esa especie sensible o imagen con la que parece comenzar todo movimiento de interés en el ser humano.