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El gobierno de Moscú exige revisar buques obsoletos o evitar que operen

El barco ruso hundido en el Volga, vetusto y sin licencia para transportar pasajeros
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 12 de julio de 2011, p. 27

Moscú, 11 de julio. El hundimiento del barco Bulgaria, ocurrido este domingo donde el río Volga se convierte en represa de Kuibishev –sitio desde cuya parte central no se ven las orillas y la profundidad del agua alcanza 25 metros–, es la mayor catástrofe fluvial de Rusia en el último cuarto de siglo.

Aunque se desconoce el número exacto de personas que iban en la embarcación siniestrada, este lunes quedó claro que se ahogaron entre 100 y 120 personas, quienes ayer habían sido dadas por desaparecidas.

Los buzos continúan con la exploración del barco que se fue a pique y recuperan cadáveres del fondo, pero ya no hay esperanzas de hallar supervivientes.

Al reunirse hoy con varios ministros, el presidente Dimitri Medvediev dijo que era de esperar una tragedia como la ocurrida en el Volga por la cantidad demasiado elevada de buques obsoletos, y exigió a sus propietarios someterlos a una revisión general o prohibir que sigan en servicio.

Todo indica que el Bulgaria era una embarcación vetusta, que operó durante 56 años. Su última reparación completa fue hace 31 años y llevaba al menos 80 pasajeros por arriba de su capacidad.

El barco, que carecía de licencia para transportar pasajeros, inició el crucero Bolgar-Kazán a pesar del mal pronóstico del tiempo, que auguraba tormenta con olas mucho más altas de lo habitual para el Volga.

Lo peor era que tenía fallos técnicos –el motor principal dejó de funcionar en un viaje anterior–, estaba escorado hacia la derecha más de lo permitido y desde hace mucho tenía estropeado el sistema de aire acondicionado, por lo cual la mayoría de los pasajeros abrieron las escotillas de sus compartimientos, por donde entraría súbitamente el agua.

Al parecer todo sucedió muy rápido y el Bulgaria se volteó antes de irse a pique, con la mayoría de sus pasajeros en la zona del restarante y los bares –era un crucero para disfrutar del descanso de un fin de semana–, donde no tenían acceso a chalecos salvavidas.

Quienes sí pudieron colocarse los chalecos –unas 85 personas– tuvieron que esperar en el agua fría cerca de dos horas hasta que los recogió el barco Arabella.