Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de julio de 2011 Num: 853

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Francisco González León, modernista a solas
Leonel Alvarado

La inercia del lenguaje
Ricardo Venegas entrevista
con Evodio Escalante

Migración en Europa: ningún ser humano es ilegal
Matteo Dean

La dictadura de la transparencia
Fabrizio Andreella

El poder de la música
Julio Mendívil

Leer

Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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De obviedades y otras lamentaciones

Obviedad primera

Dígase aquí algo que no por obvio es menos digno de ser señalado: el tipo y tamaño de la desproporción entre los recursos asignados a la campaña publicitaria que ha precedido al estreno de Transformers: el lado oscuro de la luna (EU, 2011), dirigida por Michael Bay –aunque eso de “dirigida” en esta ocasión sólo es un decir–, y los que comparativamente hablando son menos que cacahuates, con los que para semejantes fines de promoción ha contado el documental mexicano 0.56%, de Lorenzo Hagerman; tal desproporción, pues, resulta un hecho tan frecuente y conocido, con el que estamos tan acostumbrados a vivir, que pareciera natural obviarlo y, en términos analíticos, pasar a otros temas –dirían ciertos quesque puristas de la crítica– que sí tengan que ver con la naturaleza y la calidad de la película.

Obviedad segunda

A despecho de Sonunchingo, cuya mentalidad de buen salvaje domesticado levistraussiano le hace decirse a sí mismo y rebuznarle a los demás que, respecto de un filme, “lo único importante es lo que se ve en pantalla”, es menester la mención de otra obviedad, a saber, que para entender a fondo el fenómeno cinematográfico no sólo es preciso tomar en cuenta entorno y circunstancia del mismo, sino además que, en ocasiones, conviene considerar ciertos factores ya sea de génesis del proyecto, de producción, de patrocinios a la misma, más un etcétera que a Sonunchingo le costaría trabajo siquiera enumerar, tan preocupado como suele estar de que los followers de su blog, su tuíter y su féisbuc se enteren, asunaspósibol, de qué le ha parecido y si le gustó Transformers. ¿Y 0.56%? ¿Qué será eso?

Obviedad tercera

Esta consiste en un refrán, incontestable como suelen ser todos los refranes, según el cual “el que paga, manda”. Y en Transformers uno de los que más mandan no es ni el guionista ni el director ni nadie que forme parte del equipo de producción, sino algún ejecutivo asignado para tales funciones por una empresa constructora de automóviles, de origen estadunidense, cuyo nombre bien conoce Sonunchingo, que se ha soplado no sólo este largo, interminable anuncio comercial –más de dos horas y media dura el mamarracho éste–, sino los dos anteriores, de los que el presente no es más que una secuela. Siendo así, valen madre, para decirlo en buen mexicano, todas las otras cuestiones que se vean en la pantalla: que si la enésima puesta en escena de la paranoia gringa, la cual todo el tiempo y muy freudianamente imagina que ahí vienen “los malos” a tumbarles la sociedad entera y hasta los cimientos; que si la ciencia ficción, a todo trapo tecnológico-digital, según esto bien apantallante, pero cuya pacotilla no alcanzaron a disimular ni con los doscientos cincuenta millones de dólares –no hay error: al tipo de cambio actual, cerca de 3 mil millones de pesos– que les costó fusilarse, entre otras ideas, un trasunto argumental kubrickiano de hace cuatro décadas y casi media; que si la condición de trapo deshilachado y al mismo tiempo hecho nudos en el que han dejado una trama mitad melcocha mitad belicismo; que si la puerilidad inescapable de llevar tres filmes –y amenazar con más, ya no “dirigidos” por Bay sino por algún otro maquilero– que tienen por semilla una muy ramplona serie de dibujos animados... Todo esto, va de nuevo, vale madre si a fin de cuentas el verdadero propósito de tanto despropósito es vender una marca de coches.

Obviedad cuarta (o lamentación primera)

Ninguna ciencia es necesaria para sostener que 0.56% ha de permanecer muchísimo menos tiempo en cartelera, de lo que con seguridad han de durar los cochecitos transformados en heroecitos, o al revés. Con esas disparidades de apoyo y promoción previos, de expectativas de recuperación monetaria y, last but not least, con esas obviedades inducidas por un adoctrinamiento cinemático masivo e intensivo, un documental que versa sobre los hechos político-electorales vividos y al mismo tiempo padecidos por la sociedad mexicana hace cinco años, debe tener tan poco atractivo para Sonunchingo que éste ha de sentir plenamente justificado su desdén. A exactamente un año de las próximas elecciones presidenciales, con Elba Esther Gordillo ofreciendo sus trapacerías al que mejor pague –y éste siempre resulta ser quien gana–; con la certeza absoluta de que seguimos careciendo de comicios confiables, sin que importe a quién le vamos en cada elección, 0.56% es obviamente mucho más relevante que la tercera parte de un kilométrico anuncio comercial.