Pesadillas para misioneros

Sam Shepard

 

Las Biblias comanche

Los comanches eran conocidos por saquear Biblias inglesas en sus ataques a los trenes que se dirigían al oeste; les arrancaban las páginas de papel cebolla y con ellas rellenaban sus escudos secretos de guerra estampados con caballos azules, halcones rojos y perros que corren.

 

Gentecita

El misionero europeo estaba sentado en cuclillas con los jefes de la tribu hurón en torno de una gran hoguera. No estaba acostumbrado a esa postura e instintivamente se sintió en desventaja, en la medida en que pretendía convencer a los indios de su punto de vista. Sin embargo, armándose de valor les expuso la noción de que él no era uno, sino dos. Cuando los guerreros oyeron eso estallaron en carcajadas y empezaron a echar palos y tierra en la fogata, lo que creó una extraña mezcla de terror y resentimiento en el pecho del misionero. Cuando cesaron las risas, él insistió en su controversia. Explicó pacientemente a los salvajes que ese cuerpo que veían sentado frente a ellos era sólo la cubierta exterior y que dentro de él residía un cuerpo invisible más pequeño que algún día tomaría vuelo a los dominios celestiales. Los hurón rieron entre dientes y tiraron la ceniza de sus pipas en el fuego crepitante. El misionero se sintió profundamente incomprendido y estaba a punto de ponerse de pie y retirarse a su tienda con enfado cuando un viejo a su lado le puso la mano en el hombro y lo retuvo. Explicó al misionero que todos los guerreros y chamanes presentes en ese círculo sabían bien de esos dos cuerpos, que también ellos tenían “gentecitas” dentro del pecho y que éstas también volaban después de la muerte. El misionero se emocionó con la noticia, convencido de que al fin él y los indios iban por el mismo sendero. Con entusiasmo renovado preguntó al anciano a dónde creía su pueblo que volaban estos pequeños seres interiores después de desprenderse del cuerpo. Los hurón rieron nuevamente y el anciano señaló a la copa de un inmenso cedro milenario allí cerca que resplandecía en silueta iluminado por la hoguera. Dijo al misionero que estas “gentecitas” entraban  por la parte más alta del árbol y descendían al interior del tronco y las ramas, donde viven por toda la eternidad, y por esa razón que ni se le fuera a ocurrir tumbarlo para la pequeña capilla que pretendía construir en el monte.

 

 

Sam Shepard, autor de más de 45 obras teatrales, es uno de los dramaturgos vivos más admirados en lengua inglesa. Cuentista de primer orden, director de cine, guionista para Robert Altman y Wim Wenders, coautor de canciones con Bob Dylan, es popularmente conocido como actor en más de 30 películas de Hollywood e independientes. Estos relatos proceden de su más reciente colección, Day out of Days, Vintage Books, Nueva York, 2010. (Traducción: HB)