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La profunda colaboración podría continuar, expresa Jefferson Morley a La Jornada

Documenta periodista la cercanía de la CIA con el poder en México

López Mateos, Díaz Ordaz y Echeverría, tres presidentes que fueron agentes pagados, dice

No sólo proveían información, sino que eran amigos del jefe de esa central aquí, sostiene

 
Periódico La Jornada
Jueves 19 de mayo de 2011, p. 4

Tres presidentes mexicanos –Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría–, así como otros funcionarios, entre ellos Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nazar Haro, fueron agentes pagados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de acuerdo con documentos desclasificados en 2006 que forman parte del libro Nuestro hombre en México: Winston Scott y la historia oculta de la CIA, del periodista estadunidense Jefferson Morley.

Lo que este libro revela, dice el autor en entrevista con La Jornada, es la profunda relación entre la CIA y el gobierno mexicano, colaboración que podría continuar hoy día.

La versión de que estos jefes del Poder Ejecutivo fueron informantes de dicho grupo de inteligencia no es nueva.

Los primeros datos de la colaboración entre la CIA y el gobierno los aportó el ex integrante de la CIA Phillip Agee (fallecido en Cuba en 2008) en su libro Dentro de la Compañía: diario de la CIA, publicado en 1975. Información ampliada fue recogida en el documental Tlatelolco: las claves de la masacre, producido en 2005 por La Jornada y canalseisdejulio.

Lo nuevo es que los funcionarios mexicanos recibían dinero de Winston Scott, como parte de la operación Litempo. Más aún, el jefe de la estación de la CIA en México, entre 1956 y 1969, mantuvo estrecha amistad con el primer círculo de poder en el país.

Es cierto que Agee hizo esas revelaciones, señaló Jefferson Morley. Lo que presentamos en este libro es la relación de amistad entre Scott, López Mateos, Díaz Ordaz y Echeverría. La profunda cercanía entre ellos y la CIA. No sólo proveían información; eran amigos, en un momento clave de la historia del siglo XX marcado por la amenaza comunista.

México era en ese momento, a fines de los años 50 y durante los 60, un laberinto de espionaje, una ciudad de intrigas como Viena o Casablanca, con los espías de al menos cuatro potencias buscando sacar ventaja: los Estados Unidos, la Unión Soviética, Cuba y México, se lee en la página 126 del volumen, publicado originalmente en 2008 y que ahora se encuentra en castellano en una edición de Taurus.

El teje maneje de las relaciones entre los funcionarios mexicanos y el agente de la CIA se da a conocer en apenas unas páginas, lo mismo que el tema referente a la matanza de estudiantes en Tlatelolco (aún no queda clara la participación de Scott en los hechos).

Lo que ocupa buena parte del corpus es la biografía del espía, sus sueños frustrados de escritor, la forma en la que convirtió la estación de la CIA en nuestro país en la más avanzada de su época, capaz de espiar embajadas y a personajes como el ex presidente Lázaro Cárdenas o el pintor David Alfaro Siqueiros; la relación con sus hijos, sus enamoramientos y matrimonios.

También aborda lo ocurrido semanas antes del asesinato de John F. Kennedy: el viaje que hizo Lee Harvey Oswald a la ciudad de México, donde visitó las embajadas de Cuba y la Unión Soviética.

Scott y la oficina a su cargo hicieron lo que se hacía siempre con quien pisara dichas representaciones diplomáticas: se grababan las conversaciones, tomaban fotografías, revisaban su archivo e incluso se ordenaba seguirlos. Tras el asesinato de Kennedy, la CIA contó una historia a la Comisión Warren, encargada de las investigaciones, que Winston Scott sabía que era falsa. El espía tomó sus precauciones y antes de que se le responsabilizara de haber hecho mal su trabajo escribió un libro.

“Lo hizo para protegerse y contar su versión de la historia: decir ‘alguien la regó, pero no fui yo’. En cuanto Win murió, en 1970, la CIA se llevó sus archivos.” Parte de este libro fue recuperada por su hijo Michael Scott, autor del prólogo de Nuestro hombre en México, pero con la mayoría de los párrafos censurados. La información completa permanece clasificada.

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Jefferson Morley durante la entrevistaFoto Jesús Villaseca

Michael Scott realizó su propia investigación para saber quién fue su padre y muchos de esos datos están contenidos en el libro de Morley.

La CIA y John F. Kennedy es el tema del nuevo libro que prepara Jefferson Morley, el cual se publicará en un par de años.

Tlatelolco

Los sucesos de la Plaza de las Tres Culturas ocupan apenas 10 páginas. Lo que destaca el periodista estadunidense es la forma en la que Winston Scott pasó de titiritero a títere: los informes que envió a Estados Unidos se basaban en información proporcionada por sus amigos en el poder, la base del sistema Litempo, principalmente el presidente Díaz Ordaz (Litempo 2) y su secretario de Gobernación y sucesor, Luis Echeverría (Litempo 8, acusado en 2002 de genocidio por la matanza del 2 de octubre y declarado inocente en 2009).

Otros integrantes del sistema fueron Emilio Bolaños, sobrino de Díaz Ordaz, identificado como Litempo 1; Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la Dirección Federal de Seguridad, fue Litempo 4, y Miguel Nazar Haro era identificado como Litempo 12.

El espía estadunidense “confió demasiado. No creo que Tlatelolco haya sido idea de Win Scott, ésa no era la forma en la que trabajaba. Creo que lo que le diría a Díaz Ordaz es ‘haz lo que tengas que hacer y yo te ayudo’. Así trabajaba: era amigo y por eso a la gente le agradaba, porque no se imponía, ofrecía su ayuda.

“Era muy cercano (a los funcionarios) y de hecho perdió su trabajo debido a Tlatelolco: la Casa Blanca no estaba contenta con lo que Win les decía, no tenía sentido para ellos, era confuso, sintieron como gobierno que Win no los estaba sirviendo porque era demasiado cercano a Díaz Ordaz. El jefe de Win después me contó que por eso lo removieron, porque era demasiado cercano, estuvo en el cargo demasiados años, ya no era capaz de ser objetivo acerca de la realidad mexicana.”

Todavía falta explorar otros temas: el lugar de la CIA en el aparato represor de México en la década de los 60 y el papel de Scott en la matanza de 1968: sabemos que se reunía de manera regular con Díaz Ordaz, pero lo que el presidente Díaz Ordaz, Echeverría y otros líderes mexicanos estaban planeando o cómo ocurrió, aún no lo sabemos bien.

Demasiado dinero por nada

Se desconoce también la cantidad que recibía cada uno de estos agentes pagados por la CIA, aunque “uno de los colegas de Win dijo: ‘estamos pagando demasiado dinero por nada’”, o lo que ocurrió con el sistema Litempo (Li= México, Tempo=la productiva relación entre la CIA y altos funcionarios mexicanos).

“Tenemos (identificados) al menos 15 de ellos. Este sistema continuó pero, ¿por cuánto tiempo? Podría existir aún hoy día. Sólo diré que es posible. La forma en la que trabajan, con estos valiosos activos de inteligencia, puede continuar por mucho tiempo.

No veo nada en la relación entre México y Estados Unidos que haya afectado o interrumpido la colaboración entre la CIA y el gobierno mexicano desde la época de Win Scott. Es decir, no ha habido algún gobierno que esté tan a la izquierda como para que Estados Unidos no negocie con él. Hay mucha continuidad, así que este sistema, esta relación, aún continúa.