Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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En el centro del vientre
L

os 25 años de actor de Alberto Estrella, desde su debut en el extinto teatro del Injuve con una obra de Arrabal, están signados por éxitos en teatro, cine y televisión, por lo que no extraña que se le haya rendido un cálido homenaje en el Círculo Teatral, el pequeño pero ya consolidado espacio que fundó junto con Víctor Carpinteiro, primero como escuela y posteriormente como un escenario independiente –sin hacer a un lado la docencia– en que se escenifican obras muy importantes sin hacer concesiones a la taquilla, que de todas maneras no es muy raquítica, ya que va teniendo conforme transcurre el tiempo, un público fiel. Para la celebración eligió En el centro del vientre de Medardo Treviño que dirige el autor en éste, su restreno para la capital del país, tras funciones en otros estados e incluso en Croacia a través de una intervención de la UNESCO. El encuentro de ambas sensibilidades, la de Alberto y la de Medardo lograron una excelente escenificación, sin olvidar el regreso a la actuación de Cecilia Toussaint.

Medardo Treviño es uno de los teatristas más sólidos del norte y, desde luego, del país a quien se conoce poco en la capital por el centrismo que padecemos. Lo último que le había visto en una Muestra Nacional fue su estridente y sangrienta ¿Quién es Macbeth? En la que hacía una denuncia de soslayo del horror que padece, aunque entonces no se habían descubierto las narcofosas, su natal Tamaulipas. En el centro del vientre, intimista y plagado de fantasmas, con la no negada influencia de Rulfo, muestra el amplio abanico dramático de Treviño que procura en esta obra recobrar la memoria de tiempos idos de su estado, con añejas costumbres en desuso. El macho Alberto, que ataca a su hijo mayor Humberto porque no quiere manejar la pistola y, lo peor, escribe poesía, que alardea de las mujeres que ha tenido y pide a peones y vecinos de sus tierras disparos al aire cuando nace su primogénito –costumbre ya desaparecida– es capaz de amar con ternura a su esposa y esperar que sus hijos sigan su trayectoria, lo que ocasiona el alejamiento de éstos, pero sobre todo mantiene un ancestral arraigo con su tierra. Es un personaje de muchos contrastes que toca fibras sensibles del espectador en su derrota final a pesar de sus muy obvios defectos, sobre todo porque el viejo patriarca se negó a vender sus tierras a los gringos.

La obra está estructurada sin tiempo lineal, con saltos en que el protagonista recorre varias etapas de su vida, incluso su impotencia, al principio y al final tras su hemiplejia que lo confina a una silla de ruedas. Alberto Estrella da todos los matices del enfrentamiento con su hijo Humberto adulto (Daniel Berlanga) y de su afecto paternal con Humberto niño (Édgar Adrián) y del juego con sus hermanas (Larissa López y Mónica Gómez) que se perdieron en el otro lado, engatusadas por el Gringo (Martín Reynaldo). También su fraternal dependencia por Delia, personaje muy importante encarnado por Cecilia Toussaint y su desesperación por la muerte de la Güera (Rosy Balderas). Los cambios de un tiempo a otro, de un sentimiento al contrario son ofrecidos por Estrella con toda su capacidad de actor.

El rancho de Alberto es sustituido en la escenografía de Arturo Nava, que también ilumina, por un enorme y deliberadamente artificioso quelite –incluso una gruesa rama está separada del tronco y suspendida por cuerdas desde el telar– cuyas raíces que sobresalen del suelo sirven de espacio para alguna escena, como la muerte de Delia. El fondo tiene trazos que sugieren más vegetación y está cubierto por un telón de gasa que deja ver los fantasmas de las hermanas idas y de la esposa que se retuercen o desfilan en ese espacio y a veces entran en el escenario principal. La muerte acechando es una mujer toda de negro, incluso el rebozo, que acecha en diferentes lugares, sobre todo tras el quelite, cuando algún personaje cumple su plazo. El vestuario diseñado por Cristina Sauza da la época de la historia y la escenificación se complementa con la músicalización y pista sonora de Rodney Steve que incluye la armónica de Federico Luna tocando la canción Una noche serena y oscura.