Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de abril de 2011 Num: 842

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

México, el país y sus miedos
Alejandra Atala

La revolución
somos nosotros

Claudia Gómez Haro entrevista
con Octavio Fernández Barrios

La narrativa mexicana: entre la violencia
y el narcotráfico

Gerardo Bustamante Bermúdez

Erasmo: necedad
y melancolía

Augusto Isla

Un vicio como otro
Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Naief Yehya
[email protected]

La madre de todas las guerras humanitarias (II Y ÚLTIMA)

El superfilósofo protector de los indefensos

El ataque contra Libia impone un acertijo moral particularmente complejo. Si Occidente no hubiera intervenido, quizás hoy millones acusarían a las potencias de complicidad en una masacre, por haberse cruzado de brazos ante la inminencia de un genocidio, como sucedió en Ruanda o en el sitio de Sarajevo. Entonces el intelectual-dandy-promotor de conflictos armados, Bernard Henry Levy (BHL) realizó una intensa campaña de cabildeo para convencer a Mitterrand de bombardear serbios para proteger a los bosnios. En el caso de Libia la participación del filósofo fue determinante para convencer a Sarkozy de que Francia tomara el liderazgo para llevar a la OTAN nuevamente por la ruta de los bombardeos humanitarios. BHL visitó a los líderes de la revuelta en Bengasi y logró que un muy confundido y atribulado presidente se portara magnánimo y aprovechara este conflicto para tratar de esquivar la crisis política que vive Francia. En su entrevista con el Spiegel (http://www.spiegel.de/international/world/0,1518,753797,00.html), el filósofo señala que la acción militar era la única opción:  “Se trató de hacer todo, pero Kadafi es un loco, un autista. No quiso escuchar.” Inicialmente BHL rehúsa llamar a esto guerra, pero más adelante en la entrevista accede a llamarla una guerra inevitable, sin explicar jamás por qué lo era. También asegura que los rebeldes no son fanáticos, sino gente que “cree que el islam es materia de fe, no un asunto de gobierno”. Y más tarde, para tranquilizar al mundo, añade: “Los miembros del Concejo Transicional Nacional, que yo conocí, son gente sofisticada y alerta. Muchos de ellos han estudiado en universidades europeas o americanas… yo creo que son demócratas.” Nunca explica en qué consiste su ideología, pero nada podría reconfortarnos más que sean egresados de instituciones educativas del Primer Mundo. El eurocentrismo puede ser tan ciego como abyecto: Pol Pot, el líder del Khmer Rouge que exterminó a una quinta parte de la población camboyana, también estudió en Francia y muchos de los tecnócratas que han desangrado a las naciones pobres del mundo tienen diplomas de instituciones europeas y estadunidenses. Hemos de suponer que estos también eran personajes sofisticados y alertas.

La liga de la justicia

Como la mayoría de los liberales que justifican esta guerra, BHL olvida la historia y echa mano de datos que deberían ser motivo de vergüenza: “La Liga árabe nos pidió intervenir”, declara. ¿Desde cuándo la opinión de los líderes de Somalia, Yemen, Sudan, Kuwait o cualquiera de las otras dieciocho naciones de esa Liga es tomada en serio en materia de democracia? Esto no puede ser una justificación para la acción armada, pero BHL lo toma muy en serio y dice que la intervención de esta Liga de bufones corruptos y déspotas fue:  “Un momento decisivo en la historia de la era moderna.” Y continúa: “La obligación de intervenir en los asuntos de otros países se volvió universal. Ahora nadie puede acusar a la coalición de participar en maniobras oscuras o en colonialismo oculto.”

Otro tipo de revuelta

La revuelta en Libia comenzó de manera diferente que en los demás Estados árabes. Aquí casi inmediatamente los rebeldes tomaron las armas, probablemente porque sabían que un levantamiento pacífico era inútil, pero sin duda se trataba de una iniciativa mucho más violenta que las manifestaciones de gente desarmada en Túnez, Egipto, Bahrein y Siria. La reacción de Kadafi en comparación con la de esos regímenes fue hasta cierto punto equivalente, si se considera que los rebeldes libios se declararon enemigos del Estado e impusieron su propia bandera, moneda, policía y guardia fronteriza. Cualquier Estado hubiera reaccionado de manera agresiva a acciones de esta naturaleza. En Bahrein, Siria y Yemen, donde la legitimidad del Estado no ha sido cuestionada ni amenazada, los muertos se cuentan por decenas.

Mirar para otro lado

En su discurso del 28 de marzo Obama, quien no olvidemos tiene ya un Premio Nobel, aseguró que no podía mirar hacia otro lado mientras se cometían atrocidades. La paradoja es que en fechas recientes Obama ha mirado hacia el otro lado mientras Israel masacra a palestinos en Gaza; mientras Arabia Saudita manda tropas a Bahrein a silenciar revoltosos, mientras el presidente Gbagbo mata a gusto opositores en Costa de Marfil, mientras el presidente Al Saleh asesina a una cincuentena de manifestantes en una tarde, y mientras Bashar al Assad fulmina varias docenas de personas en minutos.

Los insurgentes misteriosos

Sabemos que los rebeldes libios son una masa informe eideológicamente confusa; quisiéramos llamarlos prodemocracia, como en los demás países árabes, pero no queda claro que ése sea su anhelo. Si bien eso no le resta legitimidad a su levantamiento, sí es necesario cuestionar cuáles son sus intenciones y quiénes son sus verdaderos líderes. Lo que sabemos hasta ahora, como confirma BHL, es que son una variedad de ex operadores de Kadafi, autodenominados jihadistas y burócratas complacientes con las ex potencias coloniales y EU. Resulta asombroso que el Consejo de Seguridad haya corrido a defender a estos rebeldes desconocidos cuando en el pasado ha sido testigo mudo de la destrucción de toda clase de grupos disidentes, bien organizados y capaces de articular claramente sus motivos y el riesgo que corrían de no ser ayudados por esa bestia sorda, manipulable, hipócrita e incoherente que es la “comunidad internacional”