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Por vez primera tras los intensos combates, residentes de Abiyán salen a las calles

Costa de Marfil intenta volver a la normalidad; Gbagbo, en su búnker
The Independent
Periódico La Jornada
Sábado 9 de abril de 2011, p. 21

Abiyán, 8 de abril. Los residentes de Abiyán salieron este viernes de sus escondites para encontrarse con una ciudad que vive un sorprendente cambio de fortuna. Durante meses el desafiante opositor Alassane Outtara estuvo confinado en el hotel Golf, rodeado por el ejército marfileño; este día fue su rival, Laurent Gbagbo, quien estuvo bajo sitio en su búnker, aislado del mundo exterior.

Mientras muchos esperaban una sangrienta confrontación final y se hablaba de Gbagbo como posible mártir, el presidente electo, Outtara, ha decidido tomárselo con calma.

Estamos esperando que la rata (Gbagbo) salga del agujero, señaló un vocero del hombre a quien buena parte del mundo reconoce como líder legítimo de Costa de Marfil.

Por vez primera desde que los intensos combates llegaron a las afueras de Abiyán, hace una semana, los residentes salieron en gran número a las calles. A las resignadas filas de mujeres para recoger agua se unían participantes en escenas más cotidianas. Ancianas vendían frijoles sentadas en las esquinas; muchachos pasaban en bicicleta a través de los escombros y un puñado de automóviles particulares se unía a los vehículos blindados en las calles. Sin embargo, no había signos de los taxis de la capital, con sus distintivos colores anaranjado y amarillo, y continuaban los informes de tiroteos esporádicos en algunas zonas.

Para que vuelva la normalidad a grandes sectores de la ciudad, marcados por el pillaje y salpicados de barricadas, se necesita que la policía regrese al trabajo. Outtara la ha convocado a hacerlo, prometiendo el salario de tres meses como incentivo. Funcionarios franceses y de la ONU hablaron de patrullas mixtas para ayudar a reparar los daños y restaurar el orden, pero en la tarde de este viernes no había señas de ninguna.

El comandante Didier Moncuit, de la gendarmería francesa, señaló que pasará tiempo para que los policías vuelvan a sus labores.

“Es posible que trabajemos juntos, pero todavía no –expresó–. Hoy podemos ver que la población ha vuelto a salir a las calles.” Sin embargo, los milicianos convocados por Gbagbo siguen siendo una amenaza: los Jóvenes Patriotas están por todas partes, advirtió.

Apodado líder de las patrullas por sus hombres, el comandante aún está confinado a hacer sus recorridos en un vehículo blindado con una ametralladora montada. Su escuadrón del cuerpo blindado trabajaba en otra misión de rescate, esta vez de una ciudadana francesa de 87 años en estado crítico de salud. Fuera de su casa, Menhem Sabbague, hijo de la anciana enferma, dijo sentirse seguro en la zona cuatro de la ciudad, porque está cerca de la base francesa. Señaló que se quedará en el país. “Todos están hartos de Gbagbo –expresó–. Todos los abiyaníes quieren volver ya a la normalidad.”

Muchos respondieron al llamado hecho la noche del jueves por Outtara de regresar a las actividades cotidianas. Hablando desde el hotel, al lado de la laguna que se ha vuelto la sede alternativa del gobierno, prometió contener a los remanentes de las fuerzas de Gbagbo detrás de un cerco militar.

Entre tanto, el ex economista señaló que bancos y tiendas deben reabrir y demandó el levantamiento de las sanciones internacionales impuestas para presionar por la renuncia de Gbagbo. Costa de Marfil, primer exportador mundial de cacao, ha visto pudrir en los muelles ese producto de vital importancia económica conforme la crisis continuaba. Sólo las filas de cientos de personas para recibir una sola hogaza de pan revelaban el impacto total de los hechos de la semana pasada. El agua ha sido reconectada en un puñado de zonas, pero la mayor parte de la ciudad sufre aún severa escasez de alimentos y medicinas, y los hospitales siguen incomunicados.

Analistas señalaron que Outtara apuesta a que si logra restaurar el orden y afirmar su autoridad, algunos de los partidarios que le quedan a su rival se pasarán de su lado. La precariedad de la situación quedó demostrada por otra operación francesa para extraer al embajador mauritano, cuya residencia estaba amenazada. Realizada dos días después del dramático rescate del enviado japonés, mostró una nación y una ciudad ubicada entre la guerra y la recuperación.

Entre quienes pierden la paciencia está Kone Balla, de 17 años, quien este viernes intentó ser evacuado a la base francesa. Este estudiante del distrito de Abobo, en el norte de Abiyán, bastión de Outtara, se mudó a la casa de su abuelo para escapar del fuego de los obuses. Las explosiones eran terribles; hubo muchos muertos, relató. Ahora los milicianos también están incursionando en esa zona, y él quiere reunirse con su madre en Francia. Matan personas en las calles, dijo.

En las puertas del campamento de la Fuerza Likorne, Kone fue rechazado con amabilidad, por no tener documentos que prueben sus afirmaciones. “¡Mi madre es francesa –sostenía–, yo francés!”

Este viernes, el descubrimiento de entierros en masa en el oeste de Costa de Marfil, con más de 100 cuerpos, se añadió a la lista de atrocidades cometidas durante la lucha de cuatro meses que surgió tras las elecciones de noviembre pasado.

Los cadáveres quemados que se encontraron cerca de los poblados de Duekoue y Guglio, en las zonas productoras de cacao, llamarán la atención del fiscal del Tribunal Penal Internacional, que estudia la posibilidad de abrir una investigación por atrocidades denunciadas en Costa de Marfil.

Ouattara, consciente de la necesidad de conservar el apoyo internacional, se ha apresurado a negar que sus fuerzas hayan tomado parte en asesinatos en masa. Aseveró que se indagarían los incidentes. Hemos establecido una comisión nacional de investigación, cuyos hallazgos se darán a conocer en público, y los perpetradores de crímenes serán castigados con severidad, aseguró.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya