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El autor de una polémica

Antes de que nadie leyera el libro ya había mitos y malentendidos, acepta Domoslawski

Nunca prometí un libro-homenaje; Kapuscinski, un hombre complejo

El público ayudó a crear su leyenda personal

Todos adoran al gran reportero, pero nadie toma en serio las cosas que decía sobre colonialismo

El maestro no vendió su alma al diablo

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El libro Kapuscinski Non-Fiction, de Artur Domoslawski, es un bestseller en Polonia
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 4 de abril de 2011, p. 9

Varsovia, Polonia., 3 de abril. Luego de la polémica que causó la publicación de su libro Kapuscinski Non-Fiction, publicado en 2010, Artur Domoslawski, en entrevista con La Jornada, habla del conflicto que tuvo con Alicja Kapuscinska, la viuda del célebre periodista y aclara algunos de los puntos más controvertidos del trabajo que realizó acerca de uno de los reporteros más respetados del mundo.

No obstante las acusaciones de sensacionalismo y parcialidad en perjuicio de la reputación de Ryszard Kapuscinski, el libro de Domoslawski es un bestseller en Polonia. Aquí la charla con el autor.

Cuando hablábamos hace unos tres años (véase: Hablando de Kapuscinski, en: La Jornada Semanal, 4/05/2008) empezaba su trabajo sobre la biografía de Ryszard Kapuscinski. Su proyecto no podía verse mejor: tenía el respaldo de una gran editorial dispuesta a cubrir los viajes para seguir la ruta del reportero por países de África y América Latina; tenía el respaldo de la viuda y acceso a su estudio y materiales. De pronto todo cambió: sus contactos con la viuda se han complicado y ha tenido que cambiar de editorial.

–Los problemas empezaron cuando entregué la primera versión del libro y mi editor me exigió hacer reformulaciones, suprimir algunos pasajes que le parecieron controvertidos y suavizar la imagen general de Kapuscinski. Me sorprendió, porque sentía que traté a su persona con mucha empatía –lo cual fue confirmado cuando el libro llegó a los lectores.

El afán de hacer a Kapuscinski deforme, liberarlo de tensiones y contradicciones internas, dilemas y controversias –en esto se basó aquél intento de censura– y hacer su persona más digerible para algunos sectores en Polonia me resultó totalmente inaceptable. ¡La vida de un hombre que vivió épocas tan diferentes, que fue testigo y parte de la historia no puede estar libre de todo esto! En vez de someterme a la presión, rápido cambié de editorial. Todo esto fue un presagio de que la publicación del libro no sería tranquila. En Polonia tenemos un problema al hablar de personajes importantes, históricos, hay un problema con la manera de contar historias verdaderas, alejadas de las dimensiones míticas.

Tras la publicación del libro se encendió un debate inusual en Polonia. Aunque algunos reporteros, animados por su planteamiento, discutieron sobre las fronteras del periodismo, el debate se centró más bien en las controversias y dijo más de Polonia en general, que sobre el mismo Kapuscinski.

–Exactamente: pienso que llegamos a saber más de los odios, de los prejuicios, de las perezas intelectuales que reinan en Polonia, que del mismo Kapuscinski. Hasta ahora sigo sin comprender cómo alguna gente esperaba que el Gran Kapuscinski, el máximo reportero, el Maestro que trataba de enseñar como mirar al mundo desde la perspectiva de los excluidos –dicho sea de paso, con magros resultados– tendría que ser un santo y no sólo un ser humano como todos.

Lo más significativo ha sido que los críticos del libro no demostraron que algunas de las cosas allí descritas y consideradas controvertidas sean falsas, sino que clamaban: ¡¿por qué escribes de esto?! No decían es mentira, decían no deberías tocar este tema. Entre estos temas polémicos incluiría las convicciones políticas de Kapuscinski en la época del socialismo real, el cruce de las fronteras entre periodismo y literatura, y su muy compleja vida personal, así como las difíciles relaciones con su mujer e hija.

–La temperatura llegó a tal grado que algunos criticaban el libro pese a reconocer que no lo habían leído; así se generaron muchos malentendidos.

–Creo que el asunto tomó un giro desafortunado a partir de la demanda de la viuda, Alicja Kapuscinska, quien intentó frenar la publicación de la biografía. La ley polaca prevé tal posibilidad cuando alguna publicación puede dañar la memoria de la persona muerta; sin embargo, el juez dictó que la demanda no ha sido suficientemente argumentada. Sea como fuere, ha sido un choque para mí: jamás he prometido a nadie que iba a escribir un libro-homenaje sobre un hombre ideal. Es un homenaje a su manera de mirar y entender el mundo desde la perspectiva de los excluidos, de los sin voz. Pero Kapuscinski era un hombre de carne y hueso, complicado y entrampado en su época. Sin embargo, las expectativas generales en Polonia eran preparar una hagiografía y de allí la temperatura del debate. Aquella demanda y mi desacuerdo con la viuda despertaron mucho interés en el libro antes de su publicación. De esta manera se generaron un montón de mitos y malentendidos que han sido reproducidos por todo el mundo.

“Se decía que el libro era un ataque a Kapuscinski, o que lo acusa y el tono del libro es totalmente opuesto. Una de las cosas más absurdas ha sido, por ejemplo, calificar al libro como parte de la caza de brujas que la derecha polaca realiza contra los personajes del mundo de la política y de la cultura involucrados en el viejo sistema. En el libro hago algo completamente diferente: explico con mucha simpatía las ideas izquierdistas y socialistas de Kapuscinski. La prueba de esto ha sido el ataque de los periodistas de la derecha, que me acusaban de limpiar su imagen. Además, algunos liberales se enojaron conmigo –sin admitir la razón de aquel enojo– por haber expuesto las diferencias entre ellos y Kapuscinski sobre la política neoliberal, la guerra en Irak y la política imperialista de Estados Unidos”.

Uno de los puntos controvertidos del libro es acerca de cómo Kapuscinski mezclaba literatura con reportaje –los hechos con la ficción– a fin de captar mejor la atmósfera de los acontecimientos y obtener un efecto deseado. Pone el dedo en la llaga y formula una pregunta: ¿hasta dónde el reportero puede incursionar hacia el campo de la literatura? Una vez Kapuscinski, hablando con usted, dijo que estuvo en Tlateloloco. ¿Ha sido ésta la manera suya de tratar de captar la atmósfera y combinar fact con fiction?

–Yo creo que con esta historia –lo mismo que cuando decía que estuvo en Chile durante el golpe contra Allende, cosa que tampoco fue verdad– ocurría un fenómeno de autoidentificarse con aquellos acontecimientos. Cuando decía estuve allí, se interpretaba como estuve allí, en México, en aquella época y el hecho de que efectivamente estuvo allí un poco después ya era lo de menos. Así pasa con la memoria. Con el paso del tiempo empezamos a identificarnos con los acontecimientos en los cuales no necesariamente participamos, pero los hacemos nuestros.

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Ryszard Kapuscinski en imagen de septiembre de 2002Foto Carlos Cisneros

“Aquí quisiera ser muy preciso, sus transgresiones a la frontera entre periodismo y literatura ocurrían en varios niveles y de modos diferentes. Algunos de estos modos los podemos cuestionar directamente y otros no. Allí dónde Kapuscinski se muestra como un gran experimentador, trata de ampliar las fronteras del reportaje y enriquecerlo con las herramientas literarias, es difícil criticar que algunas situaciones no correspondan con la realidad. Esto ocurre cuando él se mueve desde el reportaje rumbo a la literatura, como es el caso de El Emperador. Aquí, creo, no podemos criticarlo por nada, ya que se puede criticar al creador que no cumple suficientemente bien el papel de ‘crítico literario’, definiendo de manera clara el carácter de sus libros.

“No es que Kapuscinski nos vendiera reportajes, cuando no los eran en su totalidad, es que nosotros mismos de alguna manera mentimos acerca de él: le ayudamos a crear la imagen de su obra, le ayudamos a crear su leyenda personal. Resulta que cuando Kapuscinski conoció las leyes con que se regían los medios, embelleció algunos episodios de su vida para que lo atractivo de su biografía reforzara el comunicado de su obra. Suena mucho mejor si se nos dice que tratamos con un reportero que ha presenciado 27 revoluciones y golpes de Estado, viajó no sé cuantos miles de kilómetros, estuvo cuatro veces frente a un pelotón de fusilamiento, etcétera. Kapuscinski era un hombre de carne y hueso que sabía muy bien cómo funcionan los periodistas, por eso construyó este mensaje sobre sí mismo para llegar a ellos. Pero hasta ahora nadie se ha propuesto estudiar la anatomía de aquella construcción. Por ejemplo, lo de los fusilamientos: Jerzy Nowak, su mejor amigo por 46 años, dice que siempre que Ryszard hablaba de esto guiñaba un ojo... Los amigos más cercanos supieron bien que no estuvo a punto de ser fusilado. ¿Por qué lo hacía? Porque sabía que no existe literatura sin las leyendas sobre los escritores.

Otra de las cosas tachadas de controvertidas fue la colaboración Kapuscinski con la inteligencia de la Polonia socialista. Explica usted este asunto muy bien, pone en su debido contexto, ciertas historias de los periodistas estadunidenses que colaboraban con la CIA y subraya que cualquier colaboración de este tipo pone en riesgo la credibilidad profesional de un reportero. Lo interesante es que la mayor parte de esta colaboración tuvo lugar justamente cuando Kapuscinski vivía en México: aquí mantenía contacto con un oficial, de hecho un responsable de la inteligencia polaca para toda América Latina, que trabajaba como un agregado en la embajada.

–Hay que dejar dos cosas claras: primero, fue una colaboración ocasional, que no consistía en recabar información especial, sino entregar informes que no diferían mucho de los cables que mandaba a la PAP (agencia polaca de prensa). Segundo, nadie fue dañado por estas actividades.

Cuando viajó a México para abrir una oficina de la PAP que cubriera América Latina (salvo Cuba, donde hubo una oficina separada) la inteligencia le pidió colaboración y él accedió. Compartía con ellos su visión sobre la situación política en México: un par de estos análisis sobre el gobierno de Echeverría han perdurado hasta hoy día. Preparaba notas sobre la actividad de la CIA o la FBI en la región de la cual tenía conocimiento, informaba sobre el papel del gobierno estadunidense en entrenar a los escuadrones de la muerte en diferentes países. Pero esta contribución de todos modos no era significante.

“Otra cosa que causa malentendidos –sobre todo en Polonia– es que se dice que si no colaborara, no iba a salir al extranjero. Esto no es verdad –por lo menos en su caso. Él tenía muy buenos contactos en los altos círculos del partido por lazos personales, e incluso decirle no a la inteligencia no le hubiera afectado. No vendió su alma al diablo, porque para él la República Popular Polaca no era un diablo, era su patria, y el socialismo real era su sistema, que él mismo ayudó a construir. No es que no hubiera visto las faltas del sistema, pero lo consideraba suyo y mejor de lo que veía en los países del sur. En la Polonia socialista no hubo democracia, pero la gente tenía acceso a educación y salud, y la vida cultural, aunque reprimida, era capaz de producir máximas obras del arte. En su conciencia, no hacía mal informándole a su gobierno sobre la situación en la región donde trabajaba como corresponsal. Para la gente en Polonia, dónde se traspasan los valores de hoy a los hechos de ayer, esto es incomprensible.

¿Y que diría del legado de Kapuscinski en Polonia? Parece que intelectualmente sigue, en el mejor de los casos, con el fin de la historia nadie mira al Sur global, las nuevas formas del colonialismo quedan inadvertidas, como si no hubiéramos aprendido nada.

–Creo que en Polonia su mensaje, desgraciadamente, no ha sido asimilado. La mayoría de la gente sigue pensando en la lógica de la guerra fría y en términos Occidente versus Oriente, en vez de Norte rico versus el Sur pobre. Todo eso a pesar de que Kapuscinski escribía sobre la manera en que el Sur nacía como una fuerza política independiente y transmitía su voz, ya desde los años 60 y 70.

“En Polonia ninguna de aquellas enseñanzas caló. Aquí hablar en términos Norte-Sur es incomprensible y en el mejor de los casos la construcción el Sur pobre es considerada radical. En este sentido, pienso que Kapuscinski es mejor comprendido en Italia, España o en América Latina, que en su país natal. En Polonia casi nadie –establishment, medios y universitarios– reaccionó a los cambios de los pasados 20 años. La mayoría veía y trataba de entender al mundo según las coordenadas Occidente/Oriente, y ahora se quedaron sólo con el Occidente. Nadie entiende porqué tendríamos que cuestionarnos por ejemplo sobre nuestro papel en el colonialismo. Polonia no ha sido un país colonial, pero al optar por asociarnos políticamente con Occidente también tendríamos que hacernos un par de preguntas incómodas. Además, hemos tomado parte en las nuevas empresas neocoloniales en Irak o Afganistán, y nada... Todos adoran y celebran a Kapuscinski pero nadie toma en serio las cosas que él, hace ya más de 40 años, decía sobre el colonialismo.