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El compositor ocupará el podio de la OFCM durante dos conciertos alrededor del danzón

Arturo Márquez deplora la carencia de valores en México

En los años recientes mis obras se apegan a los ideales de grandes personajes de la historia, dice

Antes Europa marcaba el proceso musical, pero ahora los países siguen sus propios impulsos

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Arturo Márquez, durante la entrevistaFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Viernes 1º de abril de 2011, p. 4

Sostiene el compositor Arturo Márquez: No puedo escribir mi música alejada de lo que vivo. Y en estos momentos, creo, lo que faltan son valores. No sólo con toda la cuestión del crimen, sino la falta de valores políticos, en la cuestión económica, la social; y por eso mi música ha estado apegada estos últimos años a los ideales de los grandes personajes de la historia; son ideales que tienen que ver con nuestras raíces.

El músico sonorense habla con La Jornada a propósito de su participación este fin semana en los conciertos que la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) ofrecerá en torno del danzón, de los que ha escrito ocho, en los que se desempeñará en su doble faceta de compositor y director artístico.

La primera de esas presentaciones tendrá lugar el sábado, a las 18 horas, en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, mientras la segunda será el domingo, a las 12:30 horas, en el Monumento a la Revolución; esta última de forma gratuita.

El programa está integrado por versiones sinfónicas de famosos danzones cubanos y mexicanos, entre ellos Teléfono a larga distancia, Mojito criollo, La Gioconda, Rigoletitto y Linda cubana, así como los danzones cinco, ocho, cuatro y dos del propio Márquez, quien alternará en la dirección de la OFCM con el cubano Gonzalo Romeu.

Sensualidad y fuerza

Reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009, Arturo Márquez explica que la interacción entre su música y la realidad se ha expresado en partituras de naturaleza triste, “pero también de esperanza. De hecho, el Danzón 2 tiene mucho de esperanza, mientras el número tres no; en él se encuentran el dolor y la tristeza por la realidad del país”.

En la conversación, sostenida durante un receso del ensayo con la Filarmónica de la Ciudad de México, el compositor precisa, entre otros aspectos, que lleva de ocho a 10 años que no escribe un danzón; tengo otras inquietudes, explica.

–Se dice que el Danzón 2 es ya otro himno nacional. ¿Cómo ocurrió su acercamiento con ese género?

–Comencé a escribir danzones antes que a bailarlos; me gustaba ir mucho a los salones de baile, El Colonial, entre ellos, y fue en esos paseos cuando me entró el gusto por el danzón; no por bailarlo, sino por escucharlo y ver el ambiente que genera.

Con base en eso nació mi inquietud por hacer danzones, profanos, de concierto.

–¿Qué lo seduce de ese género?

–El ritmo, el ambiente, la manera como lo bailan; me seduce mucho su forma musical. Todos esos son elementos que he incluido en mis danzones, aunque de manera elaborada. No es fácil hacer un danzón clásico.

“Cuando escribo uno, hago una mezcla de mis dos mundos. Por un lado, el popular, que viene de familia, desde que nací; y, por otro, el de la música académica, que es lo que estudié. Es entonces una fusión de ambas cosas.

“Pero no sólo el danzón me permite eso; también otros géneros, como los diferentes tipos de son mexicano, la conga y la música de marimba, instrumento para el cual, por cierto, estoy escribiendo una obra.

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En un ensayo con la Filarmónica de la CiudadFoto Carlos Cisneros

“Esta pieza tiene como punto de partida un cuento de Eraclio Zepeda, De la marimba al son. Es un encargo de la Universidad Veracruzana y será estrenada en septiembre por la Sinfónica de Xalapa”.

–En su Danzón 2 hay una marcada mezcla entre sensualidad y agresividad.

–Cierto, en esa obra está muy presente la cuestión sensual, pero también un aspecto de lucha, de fuerza, porque lo escribí en 1994, entre enero y febrero, justo cuando irrumpió el movimiento zapatista en Chiapas.

“Esos dos elementos son los que yo vivía en ese entonces. Por eso, el número tres es otra cosa, ni qué decir del número ocho, el cual escribí 10 años después. Cada danzón tiene su historia, la cual, a su vez, está relacionada con mi historia personal.

“Lo que trato de aterrizar en cada una de mis obras es justamente eso, que tenga ese elemento personal, eso que cada quien trae en cierto momento consigo; su piel, su historia, su capacidad. Y en el Danzón 2 está una actitud sensual, pero también es un reflejo de lo que ocurría en ese entonces en nuestra sociedad.”

–¿Bailarlo ha cambiado ahora su percepción o manera de crear danzón?

–Escribí las primeros obras basadas en esa música cuando todavía no bailaba, y bailarlo en nada ha modificado mi manera de escribirlo. Tiene como ocho o diez años que no compongo uno, porque ahora estoy en otro momento y tengo otras inquietudes.

“Lo que más quisiera ahora es retomar algunos danzones clásicos mexicanos y ponerlos en música de concierto, como hice con Nereidas.

“Quizá lo haga con Juárez, que me gusta mucho. Compuse El Nereidas de Dimas –como se llama mi versión– hace cinco años para grupo de cámara y hace dos para orquesta.”

Regreso a la vertiente tradicional

–No es su caso, pero, ¿hasta qué punto los compositores contemporáneos le han dado la espalda a la música tradicional como fuente de inspiración?

–Históricamente, lo que marcaba el proceso de la música estaba en Europa central. Los cambios que se dieron en ese continente en los años 40 y 50 del siglo pasado influyeron de manera muy fuerte en Latinoamérica y la mayoría de los compositores se adentró en esa nueva corriente musical hasta el punto de rechazar la tierra que estamos pisando.

“No fue algo consciente; era simplemente seguir con el pulso de estilos y lenguajes que prevalecían en Europa. Pero ya en los años 80 y 90 del siglo XX comenzó el regreso a la parte tradicional, mezclada con elementos contemporáneos.

Como ejemplos en México están Javier Álvarez, Gabriela Ortiz, Eugenio Toussaint, y eso me pasó a mí también. Ya hay muchos países fuera de Europa que están siguiendo sus propios impulsos.

–¿Puede llamarse a eso neonacionalismo, por lo menos en su caso?

–No me agrada el término, aunque entiendo por qué lo dicen. Me gusta más la visión de que se trata de alguien que busca en la música de su tierra su propia manera de ser, y eso tiene que ver con lo que uno ha vivido y quiere.