Opinión
Ver día anteriorLunes 14 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Las del talle ondulado
L

a caverna obscura donde ha sonado durante mi vida la fiesta brava han sido la antigua plaza de toros El Toreo y la Plaza México. Este domingo sonó más suave con un cartel femenino cuyo espíritu torero era el mismo y era otro. El coso relumbrante y florecido con la presencia de Mari Paz Vega, Lupita López e Hilda Tenorio que salió vestida con original traje rosa, banderillas rosas, al igual que sus acompañantes con corbatín rosa. El coso tenía olor a fresa dorada, membrillo cocido, toronja anaranjada y sabor a fruta fresca. De los capotes y muletas aparecía el ardor de las toreras con sus senos de pantera y un canto por alegrías, en los que el sol se insertaba como amante celoso, entre contorneos y pasión. Una pasión fresca pese a la falta de oficio y el verdor de nuestras toreras enmascarado de rosa, pero con agradables quehaceres entre tanta rutina que lentamente ha ido castrando a la afición.

Cantares que en segundos se cambiaban por otros de abandonos y amarguras, hasta fundirse melancólicamente en los ayudados y redondos, sentimiento mexicano que llegaba a los tendidos de Lupita López y simbolizaba nuestra pena, el amor y llanto, lamentos y saetas, martinetes y coplas donde todo quedaba ofuscado por los gemidos dolorosos y gritos de desolación infinita en la tarde que se hizo noche de ausencia por la falta de oficio de Lupita y de Hilda, que las llevaron a la primera a dejar vivo a un toro y a la segunda escuchar avisos en sus tres toros incluido uno de regalo de La Joya.

El desempeño de la española Mari Paz Vega dominador y dueña de la situación la llevó a someter a un difícil toro de Jesús Cabrera y rematarlo de una estocada en todo lo alto que le valió cortar las dos orejas y salir triunfadora. Y si nuestros toreros no encuentran empresarios que les den corridas, más difícil estará que estas jóvenes toreras consigan los toros para tener oficio y lo demás… A pesar de sus habilidades para ser alguien en la fiesta. Máxime si los toros son difíciles y picosos como los corridos ayer de Jesús Cabrera, La Punta y La Joya.

Extraña vocación femenina torera, inesperada y reveladora de sutiles exaltaciones, espacios de vértigo en esas quejas que nacen y se apagan, crecen y se delatan y le dan a la plaza, el toque femenino.

Huellas toreras iniciadas por la diosa rubia Conchita Cintrón continuada por la no menos bella Cristina Sánchez, que apareció en el ruedo para recibir un brindis y hoy día por estas chavalas. Ondas de un nuevo cante torero, narrativa de la tragedia humana entre el sol y la sombra, la vida y la muerte y talles ondulados que enloquecen, que llegaron y se quedarán.