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Hay otras formas de vincularse con el mundo; eso pretende la poesía, dice Daniel Bencomo

La realidad ultraviolenta evidencia que se disputa algo demasiado profano

El escritor potosino charla con La Jornada a propósito de su libro Lugar de residencia

 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de marzo de 2011, p. a11

Residente de la tierra a través de la escritura, y viceversa, el poeta Daniel Bencomo plantea en entrevista: Si hay algo que aún pretende la poesía es tratar de evidenciar que uno puede relacionarse con el mundo de otra forma. Lo que nos hace evidente la realidad ultraviolenta que asuela al país es que son disputas por algo demasiado profano.

La charla con este escritor potosino, radicado en Zacatecas, es a partir de la publicación de su libro Lugar de residencia (Fondo Editorial Tierra Adentro-CNCA), con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2010.

Se trata de un libro de poesía en prosa dividido en dos partes: Erosión, que narra la metáfora del proceso de desertificación, y Lugar de residencia, poema largo que habla de la deriva en ese desierto, que es el desierto de las ideas, de la poesía y de las sociedades contemporáneas.

–¿Es mejor residir en la escritura que residir en la Tierra?

–No, creo que la escritura es un hábitat que solamente puede vivirse a partir de estar en el mundo de manera honesta, intensa y auténtica. Ésta es una condición indispensable, al menos para la escritura poética.

–Pero ese mundo que filtra en Lugar de residencia se observa como presa del desencanto y del pesimismo.

–Yo pensaría en una perspectiva en todo caso trágica, que a la vez trata de reírse de lo que hace evidente y de no creerse lo que dice, en un tono escéptico. Lugar de residencia trata de plantear escenarios desérticos, cómo las dinámicas contemporáneas de los seres humanos son algo que se desertifica y se vuelve áspero, vacío.

Y eso es correlato de la escritura misma, que también se vuelve algo difícil de habitar. Es una deriva en la escritura: la escritura como lugar de residencia que se ha vuelto un desierto. Y la forma de habitar un desierto es ser nómada, estar a la deriva, desplazarse a sabiendas de que pueden o no ocurrir los milagros.

–¿Por qué el desierto necesariamente tendría que ser algo áspero, asunto de soledad o de periodo terminal?

–Lo que pasa es que el libro tiene un referente que es la desertificación que plantea Heidegger a partir de una idea de Nietzsche, quien dice: El desierto crece. Y cuando habla del desierto se refiere a lo que Heidegger después plantea como ese olvido del ser de parte de los hombres. Y en el libro el desierto está planteado como un lugar muy difícil de habitar. Se plantea un problema serio, pero uno termina por reírse de eso, porque entiende que lo trágico también tiene que celebrarse.

–¿A la manera de la tragicomedia?

–No, de una risa trágica en todo caso, de una risa que no se cree nada.

–En Lugar de residencia plantea que el ser humano construye destruyendo. ¿Son dos carriles opuestos?

–Pienso que no, que todo construir implica destruir. Para hacer un edificio cuántos cerros tienen que devastarse. Ésa es una de las ideas de la desertificación. Y ahí entra también la idea de las hormigas en la primera parte del libro. Hay un empalme entre la figura de la hormiga y la figura del hombre que devasta. El hombre se ha vuelto muy programático, todo lo interpreta bajo una mirada calculante. Lo que en las hormigas es una forma natural de estar en el mundo, el hombre lo ha llevado al extremo.

–Desde la mirada del poeta, ¿es necesaria tanta destrucción en la construcción?

–No podría decir si es necesaria o no, una cuestión verdadera o falsa. Así está, así aparece. En todo caso, lo que sí puede hacer el ejercicio de la poesía es cuestionarse esa mirada del hombre sobre el mundo. Cuestionarse muchas cosas que hacemos y que en el fondo nos dejan vacíos.

–¿La poesía no propone?

–Creo que la poesía siempre está tratando de decirnos que no deberíamos ver el mundo como un objeto del cual podemos hacer uso, como un conjunto de cosas que están a nuestro servicio y disposición. Sino que el mundo es algo que simplemente se está expresando. Creo que la poesía, en todo caso, aspira a eso. Y solamente aspira a eso porque es muy probable que no lo logre, que fracase. Entonces, ese fracasar, esa deriva del mismo poema como partícipe de otras verdades, es lo que está planteado en Lugar de residencia.

–¿Cómo ve el poeta ese otro proceso de desertificación civilizatoria que es la creciente barbarie en el país?

–Si hay algo que aún pretende la poesía es tratar de evidenciar que uno puede relacionarse con el mundo de otra forma. Lo que nos hace evidente la realidad ultraviolenta que asuela al país es que son disputas por algo demasiado profano. A fin de cuentas se están disputando poder y territorios, objetos que funcionan a través del dinero, un poder que se basa completamente en la riqueza económica. A fin de cuentas, el dinero es un depósito simbólico de todo el mundo, que le ha quitado al mundo gran parte de su riqueza.