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Doctorado honoris causa de la UAM a Neus Espresate
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Neus Espresate le vino bien este México en el que las mujeres quedan a la sombra, porque a ella no le gusta ser el centro de mira, pero le indigna que las mujeres de Chiapas vivan en la desigualdad y el maltrato y por eso publicó en un santiamén el libro de Guiomar Rovira Mujeres de maíz.

A México, Neus llegó con sus hermanos Jordi y Enrique (Quique) en 1943. Era una niña de 12 años, tímida y reservada, que guardaba secretos y vivencias demasiado duros para sus pocos años.

Antes de poder salir a México, los niños conocieron escuelas y conventos de la derecha franquista. Guiomar Rovira (quien también proviene de Port Bou, en Cataluña, allí donde murió Walter Benjamin), recuerda que su tía abuela le decía que los Espresate eran, desde entonces, unos rojos. En México, el cielo se les abrió. Habían dejado atrás la guerra y el solitario Atlántico y reunido con sus padres. Esta niña forjada en la soledad se transformó en una formidable lectora y una apasionada de la política; de lectora pasó a proponerle a su padre, don Tomás, hacer una editorial.

Don Tomás, a quien tuve el privilegio de conocer en la imprenta, en medio del olor a tinta y las grandes prensas, respondió que sí, pero que así como ella, Vicente Rojo y José Azorín eran jóvenes, también publicaran a jóvenes. Lo primero que hicieron fue publicar a Fernando Benítez, quien nació con bigote canoso, paraguas, pelo blanco y su fe puesta en los hongos alucinantes.

Ningún editor se ha comprometido con la izquierda como Neus Espresate, ninguno ha seguido con más pasión los acontecimientos sociales de nuestro país, ninguno ha publicado lo que otras editoriales no se atrevían. Si los estudiantes de México tienen un acervo del pensamiento de izquierda en México es gracias a ella. También la editorial Siglo XXI, con Arnaldo Orfila Reynal, publicó a grandes pensadores, pero nadie como Neus para entusiasmarse y lanzarse. Publicó a Roger Bartra, a Friedrich Katz, a Enrique Semo, a Antonio Gramsci, a Enrique Florescano, a André Gunder Frank, a Michel Gutelman, a Georg Lukács y muchas obras paradigmáticas del pensamiento de izquierda mundial.

Sus ideas de izquierda están muy arraigadas, a tal grado que por ellas se le va la vida. Creo, de veras, que Neus es capaz de morir por un ideal. Su compromiso con las luchas sociales le viene de lejos, de sus ancestros, de la lucha anterior a la Guerra Civil, de la misma guerra de España, todo lo que para ella es oscurantismo, violencia, desigualdad, le es detestable.

Una anécdota personal. A finales de 1968, Neus vino a comer a la casa. ¿Qué tienes aquí sobre tu escritorio?, preguntó. Todos los artículos sobre la masacre de Tlatelolco que los periódicos no han querido publicar.

Yo te lo publico, respondió. Así Neus fue dando a conocer lo que las editoriales oficiales y casi todas las privadas todavía hoy rechazan. Neus habló de los movimientos sociales que los periódicos de entonces jamás reseñaban, del nuevo colonialismo y del daño que hacen las trasnacionales. También apoyó al fidelismo de Fidel Castro y le dio un énfasis enorme a las ciencias sociales. En pocas palabras, creó una editorial crítica, de vanguardia.

Vicente Rojo, su editor, era y es un pintor moderno, un maestro, un visionario y los jóvenes creadores encontraron en su retraimiento y en su modestia un apoyo enorme.

Azorín, Rojo y Espresate se convirtieron en un trío formidable y la cultura de izquierda influyó en jóvenes imberbes como José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y los que habían llegado de España, Emilio García Riera, Federico Álvarez y críticos de arte de la talla de Juan García Ponce.

Años más tarde, en 1990, Neus habría de celebrar la entrada de los zapatistas a San Cristóbal, ese nuevo zapatismo que le dio esperanzas a muchos mexicanos y a ella la hizo sumamente feliz.

Neus, a quien nunca le han gustado los reflectores y nunca se ha subido al escenario, es en verdad la fundadora de la alta cultura impresa de izquierda en México. Nunca he visto a nadie tan entusiasmado por editar sus cuadernos políticos como Neus. Los dirigió con verdadera emoción de 1974 a 1990 sin parar.

Hoy tengo junta del consejo de redacción de la revista, decía con orgullo. Ella editaba a Carlos Pereyra, a Adolfo Sánchez Rebolledo, hijo del extraordinario filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, también autor de su editorial. Se reunían con ella Ludolfo Paramio, Enrique Semo, el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México Pablo González Casanova, quien con ella publicó su libro fundacional La democracia en México, que es ahora libro de texto. Todos ellos se entusiasmaron con su directora y las mesas de discusión se convertían en una fogata de guerrilleros, aunque sólo fueran tigres de papel, como lo somos todos. Después del Tuti Pereyra, el pensador con quien más se identificó fue con Bolívar Echeverría y al historiador que siempre recibió con un gusto de hija mayor fue a Friedrich Katz.

José Revueltas, hoy tan olvidado, no se conocería si Neus no hubiese publicado sus obras completas; José Lezama Lima tampoco, al menos en México.

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Neus Espresate

La historia del capitalismo en México, de Enrique Semo, no tendría la difusión que hoy tiene; tampoco la tendría Antonio Díaz Soto y Gama y su gran obra sobre el agrarismo. Adolfo Gilly tampoco habría dado cuenta de nuestra revolución interrumpida con sus notables ensayos.

Las dos grandes estrellas de ERA, sus dos caballitos de batalla, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, fueron los primeros en llegar a la meta, pero Carlos Fuentes, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Darío Jaramillo, Pablo Soler Frost, Bárbara Jacobs, Jamaica Kincaid, Verónica Murguía, Juan Rulfo, Tito Monterroso, Juan Gelman, Federico Campbell, Margo Glantz, Vicente Leñero, Efraín Huerta, Juan Villoro, Héctor Manjarrez, Nuria Amat, el extraordinario César Aira, Socorro Venegas, Alberto Chimal, el poeta David Huerta, el crítico Christopher Domínguez son tanto premios Nobel, premios Cervantes, premios Príncipe de Asturias, premios de la feria del libro de Guadalajara, premios de la vida, premios en canasta, premios que congregan todas las simpatías y aparecen bajo el brazo de los estudiantes en las grandes explanadas universitarias.

Publicar a Adolfo Gilly, publicar a Jorge Volpi, al gran poeta Juan Gelman, al que quiere particularmente, fue para ella una fiesta. Le brillaban los ojos y podía hablar con fuego de Lezama Lima y de Cuba, porque allá vive Jordi, su hermano más guapo, y El lobo, el bosque y el hombre nuevo, de Senel Paz, le provocó mucha alegría. Por Sergio Pitol siente un cariño muy especial y se comunica con el a su casa de Jalapa por lo menos dos veces a la semana.

Remedios Varo y Leonora Carrington son dos de las grandes admiraciones de Neus, quien ahora pasa muchos días de la semana en Cuernavaca a la sombra del volcán que ella misma dio a conocer con la publicación del notable libro de Malcolm Lowry.

De esa pequeña editorial, primero en los altos de la calle de Aniceto Ortega número 1358, en la colonia del Valle, que fue creciendo en el espacio y en el ánimo de la vida cultural y se mudó para mejorarse a la calle de Avena número 102 en la colonia Granjas Esmeralda y actualmente, casi marcada por un destino y como un juego de palabras, en la calle del Trabajo en la colonia La Fama, en una casa bellísima de diseño y proporciones que parecen de Luis Barragán. De ahí, de esta editorial que empezó en un piso de arriba, salieron todos los que hoy configuran la gran cultura de América Latina.

Espresate explicó en España, cuando le rindieron homenaje, lo que significa su trabajo editorial: Los que hacemos y difundimos libros, en mucho mayor grado que los que se dedican a otros oficios, adquirimos una responsabilidad enorme en la conservación de la memoria. Por su naturaleza, el trabajo editorial, la difusión de la palabra escrita, está indisolublemente ligado a ese deber de recordar, de rescatar del olvido como única forma de aspirar a un futuro.

También Neus es una matriarca no sólo para sus cuatro nietas: Tatiana, Manuela, Cecilia y Andrea, sino para todos los que se instalan en su casa de puertas abiertas. Su fortaleza en los momentos críticos, su carácter suave y firme a la vez, su voluntad de salir adelante, el respeto a sí misma, su capacidad reflexiva la convierten en un faro de luz. Seguramente las niñas saben que su abuela logró atravesar a nado en varias ocasiones el mar que separa las playas de Caleta y La Roqueta y que las mejores berenjenas con jitomate son las que salen de sus manos. Saben que Neus es una apasionada no sólo de la política sino de ellas, sus nietas, hijas de Nuri, Ani, Isabel, sus tres hijas, las tres joyas de su corona de laurel, las que ciñen sus sienes de mujer pensante y comprometida.

De la Redacción

La editora Neus Espresate y Rolando Cordera Campos, articulista de La Jornada, serán investidos por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) con el grado de doctor honoris causa, el próximo jueves en ceremonia a realizarse en la rectoría general de esa casa de estudios. Elena Poniatowska, Armando Bartra, descendientes de Emiliano Zapata y parte de la comunidad académica de las tres unidades de la UAM y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia firmaron la carta en apoyo a la candidatura de Espresate Xirau para recibir esa distinción, señalaron en charla con La Jornada Guiomar Rovira y Carmen de la Peza, del área de ciencias sociales de esa institución. De la Peza, una de las académicas impulsoras de la iniciativa, resume el sentir que motivó este apoyo:

“La universidad tiene la misión de difundir el conocimiento en ciencias sociales, y Espresate ha tenido siempre el compromiso con la verdad, la sociedad mexicana y la latinoamericana, y con el conocimiento sobre los procesos sociales, indudablemente, con la libertad de expresión cuando en este país no existía.

“Con valentía, a lo largo de 50 años publicó textos tan relevantes como La noche de Tlatelolco, difundió el trabajo de jóvenes investigadores en ciencias sociales, de artistas plásticos, y fue descubridora de grandes figuras de la literatura. Le dio lugar al pensamiento crítico.”