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Revuelta en Magreb y medio oriente
Trípoli, en engañosa calma; libios hablan de saqueos e incendios
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En Msaead, ciudad del este de Libia, un uniformado levanta su arma y grita consignas antigubernamentalesFoto Reuters
The Independent
Periódico La Jornada
Jueves 24 de febrero de 2011, p. 30

Hasta 15 mil hombres, mujeres y niños sitiaron la noche del miércoles el aeropuerto internacional de Trípoli, reclamando a gritos asientos en las pocas aerolíneas que aún dan servicio en lo que queda del Estado de Muammar Kadafi, pagando soborno tras soborno a los policías libios para llegar hasta los mostradores en medio de una multitud de familias hambrientas, desesperadas y empapadas por la lluvia. Muchos fueron atropellados cuando los agentes libios de seguridad golpearon con salvajismo a quienes se habían abierto paso hasta el frente.

Entre ellos había árabes como Kadafi, muchos de ellos egipcios, algunos de los cuales llevaban dos días viviendo en el aeropuerto sin comida ni servicios sanitarios. El lugar hiede a heces, orina y miedo. Sin embargo, una visita de 45 minutos a la ciudad para comprar un nuevo boleto de avión a otro destino es la única posibilidad de ver la capital de Kadafi si uno es un perro de la prensa internacional.

Había pocos signos de oposición al Gran Líder. Escuadrones de jóvenes con rifles Kalashnikov montaban guardia a los lados de las calles, junto a barricadas hechas de sillas patas arriba y puertas de madera. Pero éstos eran vigilantes leales a Kadafi –débil eco de la guardia vecinal armada que vi en El Cairo hace un mes– y habían pinchado fotografías del tristemente célebre Libro Verde de su jefe en los letreros de sus retenes.

Hay poca comida en Trípoli, y sobre la ciudad caía un manto de lluvia lóbrega y tenaz, que escurría hacia una desierta Plaza Verde y a las calles de estilo italiano de la vieja capital de Tripolitania. Pero no había tanques, ni vehículos de transporte de tropas, ni soldados, ni un avión caza en el aire; sólo unos cuantos policías y ancianos, hombres y mujeres, caminaban por las calles: una población muerta. Tristemente para Occidente y para el pueblo de la ciudad libre de Bengasi, la capital de Libia parecía tan calmada como cualquier dictador la desearía.

Pero es una ilusión. Los precios de la gasolina y de los alimentos se han triplicado; ciudades enteras fuera de Trípoli han sido arrasadas por los enfrentamientos entre leales y opositores a Kadafi. En los suburbios de la capital, sobre todo en el distrito de Noufreen, las milicias combatieron durante 24 horas el domingo con ametralladoras y pistolas, batalla que las fuerzas de Kadafi ganaron. Al final, el éxodo de expatriados hará más que los combates en las calles por precipitar la caída del régimen.

Me informaron que por lo menos 30 mil turcos, que en Libia forman el grueso de las industrias de la construcción y la ingeniería, han huido de la capital, junto con decenas de miles de otros trabajadores extranjeros. En el avión que me sacó de Trípoli –un vuelo de evacuación hacia Europa– había empresarios polacos, alemanes, japoneses e italianos, todos los cuales me dijeron que habían cerrado compañías importantes la semana anterior. Peor aún para Kadafi es que los campos de petróleo, uranio y otras sustancias químicas están al sur de la liberada Bengasi. La hambrienta capital del dictador sólo controla los recursos hidráulicos, por lo cual una división temporal de Libia, idea que podría habérsele ocurrido a Kadafi, no sería sostenible.

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Un tunecino huye de territorio libio en el cruce fronterizo de Ras Jdir. Túnez tiene al menos 30 mil ciudadanos en Libia y las autoridades temen que podrían convertirse en blanco debido al papel de su país en los levantamientos que sacuden la regiónFoto Reuters

Los libios y los expatriados con quienes hablé este miércoles lo consideraban loco de remate, pero sentían mayor indignación hacia su hijo, Saif. “Creímos que Saif sería la nueva luz, el ‘liberal’ –me dijo un empresario libio–. Ahora nos damos cuenta de que está más loco y es más cruel que su padre.”

El pánico que se ha apoderado de lo que queda de la Libia de Kadafi era más que evidente en el aeropuerto. En el tumulto de personas que luchaban por boletos, un hombre fue golpeado con tal salvajismo en la cabeza que le partieron la cara, según relato de un concesionario de autos de Tokio.

Al hablar con los libios en Trípoli y en el aeropuerto resulta claro que no se han usado tanques ni vehículos blindados en las calles de la ciudad. Los ataques se lanzaron contra Bengasi y otras poblaciones, pero no ésta. Sin embargo, todos hablaban de una ola de saqueos e incendios perpetrados por libios que creen que con la caída de Bengasi Kadafi está liquidado y el país ha quedado abierto a la anarquía.

El centro de la ciudad estaba sin actividad en su mayor parte. Todas las oficinas extranjeras han cerrado, incluidas las de aerolíneas internacionales, y también todas las panaderías que vi. Abundan rumores de que miembros de la familia de Kadafi tratan de huir al extranjero.

Aunque los delirios del canciller británico William Hague sobre el vuelo de Kadafi a Venezuela han sido desautorizados, hablé con varios libios que creen que su único retiro viable sería hacia Burkina Faso. Hace dos noches, un jet privado libio se acercó al aeropuerto de Beirut con una solicitud de aterrizar, pero se le negó el permiso cuando la tripulación rehusó identificar a sus ocho pasajeros. Y la noche del miércoles, se negó permiso de aterrizar en Malta a un vuelo de Libyan Arab Airlines en el que según Al Jazeera viajaba la hija del coronel.

Musulmanes chiítas de Líbano, Irak e Irán culpan a Kadafi del asesinato del imán Moussa Sadr, un clérigo supuestamente carismático que tuvo la imprudencia de aceptar una invitación del líder libio a visitarlo en 1978 y a quien, luego de una aparente discusión por dinero, jamás se le volvió a ver. Tampoco a un periodista libanés que lo acompañó en el viaje.

Aunque los libios nunca se han distinguido por su humor negro, hubo un momento en el aeropuerto de Trípoli este miércoles en el que se demostró que no carecen de él. Un pasajero que venía en un vuelo de Libyan Arab Airlines y estaba formado en la fila de inmigración gritó de pronto: ¡Larga vida a nuestro gran líder Muammar Kadafi! Luego se echó a reír… y los agentes de inmigración lo secundaron.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya