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Revuelta en Magreb y medio oriente

En las calles del sultanato los gritos y manifestaciones de disgusto son cada vez más frecuentes

Al borde de la insurrección, los chiítas de Bahrein luchan por sus derechos civiles
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Manifestantes realizaron un homenaje a Redha Buhameed, quien fue asesinado el viernes pasado al expresar su descontento contra el gobierno de BahreinFoto Ap
The Independent
Periódico La Jornada
Martes 22 de febrero de 2011, p. 33

Bahrein no es Egipto. Tampoco es Túnez. Y no es Libia, Argelia o Yemen. Cierto, las decenas de miles que se reunieron el domingo en la glorieta Perla –la mayoría chiítas, pero algunos también sunitas– se vistieron con banderas de su país, así como en la plaza Tahrir de El Cairo cientos de miles llevaban banderas egipcias.

Pero este sultanato en miniatura no experimenta aún una revolución. El levantamiento de la población chiíta, que representa 70 por ciento del total del país –¿o es 80 por ciento?–, es más un movimiento por los derechos civiles que una muchedumbre de republicanos rebeldes. Sin embargo, el príncipe heredero Salman bin Hamad al-Khalifa haría bien en atender con rapidez sus reclamaciones si no quiere una insurrección.

De hecho, los llamados a poner fin al imperio de la familia Khalifa, que dura ya 200 años, rebasan con mucho las metas originales de esta explosión de ira: primer ministro electo, monarquía constitucional, fin a la discriminación. Los gritos de disgusto contra los Khalifas son ya más fuertes; los lemas, más incendiarios, y el vasto conjunto de personajes de supuesta oposición que platica con el príncipe heredero está muy alejado del ánimo de las multitudes que el domingo construían viviendas improvisadas –carpas alfombradas, completadas por puestos de té y sanitarios portátiles– en pleno centro de Manama. La familia real quería que se fueran, pero no tienen intención de hacerlo.

El domingo, cientos de empleados de la enorme planta de aluminio Alba marcharon a la glorieta para recordar al rey Hamad y al príncipe heredero que un poderoso movimiento sindical de industrias y comercios está ahora detrás de este mar de manifestantes, en su mayoría chiítas. Aun así, el príncipe Salman habla más de estabilidad, calma, seguridad y cohesión nacional que de una serie reforma electoral y constitucional. ¿Estará tratando de hacerle al Mubarak con promesas que no se cumplirán? Tal vez sean genuinas por el momento, pero los compromisos monárquicos tienden a desvanecerse con la estabilidad y el tiempo.

En una entrevista con CNN, Salman reconoció los paralelismos con Belfast, al exclamar: lo que no queremos es descender a la guerra de milicias o el sectarismo, como en Irlanda del Norte. Pero el demencial tiroteo del ejército bahreiní la tarde del jueves –50 heridos, tres de gravedad, uno ya declarado con muerte cerebral– fue un lunes sangriento en pequeña escala, y en Irlanda del Norte no pasó mucho tiempo para que el movimiento por los derechos civiles fuera rebasado por un nuevo ERI.

Sin duda la familia real quedó atónita con los sucesos de la semana pasada; así lo demuestra la admisión del sultán Al Khalifa: Éste no es el Bahrein que conozco; nunca creí ver el día en que algo así ocurriera. Pero sus palabras sugieren que esta enorme manifestación de ira pública no fue provocada más que por las imágenes de las revoluciones tunecina y egipcia en la televisión. Vale la pena mencionar que la rebelión chiíta contra los gobernantes sunitas del país lleva años, con cientos de presos políticos torturados en cuatro prisiones en Manama y sus alrededores; los torturadores proceden a menudo del ejército jordano, de la misma forma que muchos soldados bahreiníes provienen del Punjab y Balukistán, en Pakistán. El domingo hubo reiteradas demandas de liberar a los presos políticos; las pancartas mostraban fotos de jóvenes que permanecen en la cárcel años después de haber cumplido sus sentencias: hay cientos de casos.

También corren historias inquietantes de camiones frigoríficos que llevaban docenas de cadáveres para enterrarlos en un lugar secreto, tal vez en Arabia Saudita. Podrían ser parte del caparazón de rumores que se ha asentado sobre los acontecimientos de los días recientes, pero se conocen algunos nombres de desaparecidos… personas que estuvieron presentes en los tiroteos en las inmediaciones de la glorieta Perla la semana pasada.

Doce de esos nombres acaban de darse a conocer. ¿Dónde están, pues, Ahmed Salá Issa, de 14 años; Hossein Hassan Alí, de 18; Ahmed Alí Mohsen, de 25, Badria Abda Ali, mujer cuya edad se desconoce? ¿Y qué fue de Hani Mohamed Alí, de 27 años; Mahdi al-Mahousi, de 24; Mohamed Abdulá, de 18; Hamed Abdulá al-Faraj, de 21; Fadel Jassem, de 45, y Hossein Salman, de 48? Antes de la balacera, residentes de un conjunto de departamentos cercano recibieron la advertencia de que si tomaban fotos también les dispararían.

Hassan Alí Radhi, el más joven de los 18 parlamentarios chiítas de Bahrein, reconoce que existe una distancia cada vez mayor entre los manifestantes y la oposición política oficial a la que el príncipe heredero Salman busca acercarse.

“Esperamos una iniciativa del príncipe –me dijo–. No ha mencionado la reforma o la monarquía constitucional o un parlamento electo en su totalidad. Si el pueblo tiene un gobierno electo, incluido el primer ministro, culpará a sus representantes si algo anda mal. Ahora culpa al rey.

Lo que proponemos es retirar las barreras entre el pueblo y la familia gobernante. Cuando Hillary Clinton vino a Bahrein, le dije que no queremos ver a la quinta flota estadunidense en Bahrein (su cuartel militar) como un obstáculo al cambio, pero por ahora Bahrein es el peor aliado estratégico de Estados Unidos.

El líder del sindicato de la fábrica Alba, Alí Bin Alí –quien es sunita– advirtió que sus afiliados podrían ponerse en huelga. Ahora que han disparado a la gente en las calles, nuestra lucha se volverá política, advirtió.

Lo cual, por supuesto, no es lo que el príncipe heredero quiere oír.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya