Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de febrero de 2011 Num: 832

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La escritura al margen
Adriana Cortés entrevista con Clara Obligado

Los secretos revelados del romano Palacio Farnesio
Alejandra Ortiz Castañares

Remedios Varo:
poesía en movimiento

Guadalupe Calzada Gutiérrez

In memoriam (1975)
Héctor Mendoza

Héctor Mendoza,
la espiral y el laberinto

Miguel Ángel Quemain

El quehacer escénico de Héctor Mendoza
Juan Manuel García

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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FANTASMAS VERDADEROS Y PERSONAJES REALES

FERNANDO FIGUEROA SÁNCHEZ


Bibliotecas llenas de fantasmas,
Jacques Bonnet,
Traducción de David Stacey,
Anagrama,
México, 2010.

Siendo un trampantojo en el que se leen por igual desde consejos para catalogar una biblioteca hasta confidencias y pasajes desconocidos o extraviados en el hiperespacio de la literatura, Bibliotecas llenas de fantasmas es ya de por sí un juego entre lo mentiroso posible y el engaño verdadero que hay detrás de cualquier historia. El supersticioso amigo de George Perec, maniaco quien venera el número ideal de 361 ejemplares en su colección, sin decirnos si llegó a la cifra por alguna reminiscencia platónica o desempolvando alguna práctica órfica de los pitagóricos, especula sobre la conveniencia de ordenar los libros, por ejemplo de la Pléyade, por autor o por editorial. En la página 17, el especialista en Sade, Gilbert Lely quien, al rebasar los cien volúmenes de su colección del marqués, retira uno de los estantes para mantener la cuenta igual. Lely pone y quita libros y se convierte entonces en un morador más del elocuente reino de lo absurdo, a la par de personajes inciertos pero reales como los de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada.

Jacques Bonnet se avino al inusitado plan de fundar una hermandad de propietarios de bibliotecas junto con su amigo Peppo Pontiggia hasta que éste falleció. De su feliz fracaso surgió esta tertulia por la literatura prodigada por fantasmas y fichas de ediciones inexistentes, claves para diarios cifrados como el de Benjamín Constant, y una que otra proclama multitudinaria de heterónimos en busca de escritor, como los cien alias de Stendhal clamando su derecho a La Cartuja. Aunque melindrosos, paranoicos y lectores sin asunto estén en guardia, la obra está escrita con la ligereza de una charla de café que muy pronto se extiende al oporto. Se sientan a la mesa un condenado a la horca durante el Ancien Régime que lee mientras es trasladado en carreta y antes de subir al patíbulo deja marcada la página hasta donde llegó; un Fernando Pessoa con una solicitud de empleo para bibliotecario; Nabokov y Shalámov discuten con un trago de palinka entre un Pálido fuego y un Kolymá por el milagro de la lectura, o el pianista Charles-Valentin Alkan, quien heredó los alumnos de Chopin pero murió aplastado por su propia biblioteca; Caterina de Rusia entra a la puja por la biblioteca de Diderot; los últimos sorbos de vida que Balzac exhala pidiendo a Horace Bianchon, su médico de la Comedia humana, y cualquier bibliófilo amontonador o lector puntilloso para quien no suene descabellada la frase compartida entre Jorge Luis Borges y Bachelard: “¿No es el paraíso una inmensa biblioteca”?


FIJAR EL INSTANTE

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ


Miradas miradas. Retratos de escritores contemporáneos de México,
Gabriela Bautista,
Instituto Zacatecano de Cultura,
México, 2010.

“La fotografía es para mí –ha escrito Cartier-Bresson– un impulso espontáneo que llega de un ojo siempre atento, para capturar el momento preciso y su eternidad.” Miradas miradas. Retratos de escritores contemporáneos de México, de Gabriela Bautista, es el registro luminoso de una poeta del tiempo que registra con su cámara todo lo que ve, mira lo que vive y vive para buscar el retrato inesperado, ése que aún estando delante del personaje nos pasa desapercibido a los demás. Un universo, pues, de miradas detenidas en instantes de inusual intensidad –“instantáneas” se llamaba antes a las fotografías– tan escrupulosamente nítidas que parecen trazadas por la curiosidad del etnógrafo y evocan las mejores páginas de Michel Leiris. Retratos intencionales en los que el objetivo parece que se detiene en pequeños detalles que pillan por sorpresa –descubren mejor dicho– a los personajes: Ricardo Garibay perplejo; Fernando del Paso, sonriente; Luis Zapata, sorpresivo; Elena Garro, inquietante… Retratos en los que alcanza un grado de síntesis y de penetración psicológica de sus personajes verdaderamente impresionante.

La visión, en definitiva, de una poeta consciente –parafraseando a Gombrich–, de la potencia perversa de las imágenes y de la necesaria piedad que requiere su manipulación artística. Los espacios públicos y privados que rodean al personaje son siempre evocativos: las ciudades lejanas, un parque, una mesa, una silla, una biblioteca, un estudio, donde no sólo habita Sergio Pitol, Jesús Gardea, Hugo Gutiérrez Vega, Bernardo Ruiz, sino todo un universo inédito y desconocido. Un lenguaje de signos visuales con fuerza didáctica y decidida voluntad histórica.

Cada retrato de Bautista pone de relieve los esfuerzos de una paciencia artesanal tentada por el universo surreal que polariza siempre en los contrastes, atemorizada ante la capacidad subversiva e incómoda de lo inesperado en rostros o espacios de efecto dinamizador en las vanguardias de su tiempo. El movimiento y la luz resultan centrales en sus fotografías. En los interiores, Bautista deja penetrar la luz de la calle, consiguiendo así una intensa sensación de volumen y una mejor definición de sus imágenes.

Bautista busca la exactitud evitando en cambio hacer de la fotografía, como en tantas ocasiones se ha pretendido, una supuesta prueba de verdad. “Un retrato no es un parecido – afirma Richard Avedon–; desde el momento en que una emoción o que un hecho se traduce en foto, deja de ser un hecho para convertirse en una opinión. La inexactitud no existe en fotografía. Todas las fotos son exactas. Ninguna de ellas es la verdad.” Sobre fondos blancos o neutros, los retratos de Bautista presentan siempre la máxima concentración en la actitud del personaje: quién es y cómo se siente. Para conseguir ese efecto un elemento fundamental es la delimitación del gesto, aquello que define una forma de estar retratado, y que nos permite pensar en un flujo continuo de su personalidad, hacernos sentir que lo conocemos aunque únicamente tengamos ante nuestros ojos la plasmación de un instante irrepetible. Que Bautista es un artista es algo que se aprecia en su forma de ser y su forma de mirar. Un artista busca diamantes en el barro y los encuentra ahí donde nadie acierta a verlos. Es lo que hace un verdadero creador de la lente que, con sus disparos de luz, ilumina la oscura realidad.

Aquí no hay amaneramiento ni belleza ornamental. Como en la tradición pictórica, los retratos de Bautista trazan un arco directo entre la síntesis de ese momento fugitivo de una vida, captado en este caso por el objetivo de la cámara, y nuestra mirada. Particularmente emotiva es, en ese sentido, la serie de retratos, aparentemente fríos, descarnados, pero llenos de exactitud de tres generaciones diversas y múltiples de escritores mexicanos: Carlos Fuentes, Dolores Castro, Jaime Augusto Shelley, Héctor Carreto, Sergio González Rodríguez, Alberto Ruy Sánchez, Mario Bellatin, Jorge Volpi o David Toscana. La mirada deja implacablemente sus huellas. Por esa línea discurren los retratos, maravillosos, impresionantes en su exactitud, de Gabriela Bautista: figuras en el tiempo de la vida que pasa. Y no vuelve.


FANTASÍA OSCURA PARA MIRADAS NIÑAS

RICARDO YÁÑEZ


La vieja y el cuervo,
Lucía Bayardo/ Gustavo Abascal,
Morenike,
México, 2010.

Un cuento dark para niños, supongo que así puede definirse esta publicación en blanco y negro y grises debida a la imaginación (escrita) de Lucía Bayardo y (dibujada) de Gustavo Abascal y presentada en diseño de Diana Pérez. Dado que el relato necesariamente es corto, no lo contaremos aquí, pero anotemos que en modo alguno es complaciente, no elude el espanto y no precisamente culmina en un final feliz. La historia, contada en principio por la abuela a su nieta (y por ésta al lector) tiene visos de fábula, de entretención inocente con, según se indica en el texto mismo, algunas “atrocidades”. Pero como sin querer el relato se desliza desde el ámbito de lo muy posiblemente imaginario hacia las dimensiones de lo real, hasta desembocar en una realidad a la vez sorpresiva y opresiva y, repitamos, ahora en español, ciertamente oscura. Ah, pero antes de ése que dudamos en llamar final, que es una especie de puntos suspensivos y no tanto un continuará sino un continúa, se nos ha proporcionado un falso y muy tranquilizante cierre, con lo cual el vuelco que da la narración se experimenta de un modo violento. El mundo del cuento es sobre todo, aunque no exclusivamente, femenino: la vieja, la abuela, la bisabuela de la abuela (apenas aludida), la nieta, la madre de la nieta, la niña en edad de mudar de dientes (“Cuando la luz bajó de intensidad, mi abuela advirtió algo insólito: la vieja [a la que ya casi se le había caído toda la dentadura] se había vuelto niña.”), los amiguitos de la abuela cuando niña y desde luego el cuervo, cuya aparición o inclusión tiene algo que ver con un muy conocido refrán. Aquí una curiosidad, según entiendo hasta hace poco ignorada por la autora, cuya santa patrona (en la tradición cristiana), Lucía de Siracusa, fue martirizada y, aun ya con las cuencas vacías, “seguía –leemos en una página católica de internet-– viendo”. Allí mismo confirmamos que la mártir es protectora de “ciegos y oftalmólogos”. En cuanto a las ilustraciones de Gustavo Abascal debe decirse que se integran muy adecuadamente al contar de Bayardo, y que lejos de irrumpir en él o interrumpirlo, le procuran –lo dotan de– una mayor fluidez. Que por sobre la perfección se invoque la imaginación; que de pronto, no siempre, haya como una intención infantil, inacabada, fresca, en los trazos, permitirá, cabe suponer, que los lectores infantes se sumerjan con mayor facilidad en la atmósfera entre maravillosa y sombría –dark, reafirmemos–, en el aunque algo enrarecido siempre ameno ambiente (diestros convocadores de la atención los autores, diseño incluido) de este libro.



La Otra. Revista de poesía, artes visuales y otras letras,
núm. 9,
octubre-diciembre,
México, 2010.

Esta es la novena entrega, correspondiente al cuarto y último trimestre del año pasado, de la publicación dirigida por José Ángel Leyva. Como en los números anteriores, se incluye un dossier dedicado a un poeta en particular, y en esta ocasión correspondió al brasileño Ledo Ivo; el apartado incluye una entrevista y una selección de la obra del homenajeado. Los poetas en Babel son, entre otros, Forrest Gander, Ilya Kaminsky y Krystyna Rodowska, y en las otras letras –que no son poesía, pues– se presentan textos de Luis Bernardo Pérez. Se incluye una carpeta con imágenes fotográficas de Alejandro Zenker.



La Palabra y el Hombre, revista de la Universidad Veracruzana,
tercera época,
núm. 15,
México, invierno de 2011.

El número más reciente de ésta, que es una de las publicaciones culturales de mayor continuidad en nuestro país, ofrece como apartados principales “qué leen los jóvenes”, texto a cargo de Víctor Hugo Vásquez Rentería, así como un cuento de y una entrevista con el narrador argentino Néstor Ponce. Incluye también un dossier  en el que se ofrece una breve muestra de la obra plástica de Guillermo Barclay, también diseñador gráfico que ha colaborado en la editorial de la UV desde su fundación, y a quien se le deben memorables ilustraciones y viñetas de la célebre colección Ficción.