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Revuelta en el mundo árabe

Los habitantes demandan espacios en la formación del país que viene

Primer día del nuevo Egipto: la tensión comienza a desvanecerse
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El activismo de las mujeres, indispensable para que triunfara el movimientoFoto Rodrigo Hernández Tejero/especial para La Jornada
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 13 de febrero de 2011, p. 28

El Cairo, 12 de febrero. Hoy, Maryah ha podido levantar por fin el cierre de su pequeño negocio de té. Al igual que a otros muchos comerciantes, los disturbios en las calles le impidieron vender, pero para ella el esfuerzo valió la pena: la salida de Hosni Mubarak. No lo siento como el día después. Para mí, esto es el inicio del mañana, dice.

El humo en el centro de El Cairo se podía ver a kilómetros de distancia. En cualquier otro momento el presagio no habría sido positivo, pero la razón, esta vez, la tenían cientos de escobas. Filas interminables de egipcios recogieron los escombros, levantaron las barricadas y barrieron las calles donde se desarrolló la mayor parte de esta revolución.

El mismo trabajo comunitario realizado durante días para controlar accesos, repartir comida y llevar medicamentos, se centraba ahora en las labores de limpieza. Y aunque el polvo de las piedras contaminaba el ambiente, había quien, irónicamente, se atrevía a señalar: Por fin huele a libertad.

Retiraban también el improvisado sistema de cableado que se usó para llevar energía hasta diversos puntos de la plaza Tahrir. Reunidos, decenas de chicos abandonaban las consignas para conectar sus computadoras. Aunque el régimen de Hosni Mubarak cortó durante días el servicio de Internet, censuró la llegada de algunos medios y limitó el uso de los teléfonos celulares, era demasiado tarde, ya que por vez primera hemos sabido mezclar la resistencia y la pelea con el impulso de la tecnología, comenta Yasir. No es analista local ni periodista reconocido. Es un joven de apenas 20 años, que ha puesto una pequeña cámara y su página en Facebook al servicio de la revolución.

Mientras las televisoras del mundo entero retransmitían en directo batallas que parecían sacadas de otra época, con caballos, camellos y peleas cuerpo a cuerpo, para muchos de estos chicos lo importante era que nuestros compañeros y familiares más reacios a salir a la calle se animaran a hacerlo, y la mejor forma de llegar a ellos fue mediante las redes sociales.

Todo tipo de mezclas, como ésta, han permitido a los egipcios conseguir parte de lo que reclamaban. Lo alcanzaron por medio de caricaturas pintadas en cajas de cartón y mensajes de texto con fotografías, gracias a los gritos de ancianos y cantos salidos de las gargantas de niños, con la valentía de millones de hombres y el coraje de incontables mujeres.

Con velo, burka o el pelo suelto, ellas han mostrado, por lo menos, el mismo tesón y determinación durante los casi 20 días de enfrentamiento. Se han conocido los maltratos que muchas recibieron por la policía, pero sin su ayuda en las labores de coordinación y sin su alegría en las marchas nunca lo habríamos conseguido, dice Youssef. No nos vamos a rendir, no vamos a desfallecer. No hasta que hallamos logrado todo lo que exigimos en las calles, añade su mujer.

Para una población con un ingreso per cápita cinco veces por debajo del mexicano, ese es sólo el primer paso en busca de una vida digna. No buscaban aumentar sus pensiones ni retrasar su jubilación. Exigían poder comer, educarse y vivir, analizaba un profesor de la Universidad de El Cairo para una radiodifusora.

Aunque muchos entienden la necesidad de ser cautelosos en este momento, los egipcios saborean lo conseguido. Tengo 26 años y nunca pensé que votaría con libertad en unas elecciones. Los militares saben que si hemos logrado derribar la barrera de una dictadura no vamos a aceptar ahora ser sus esclavos, comenta Alí Abdullah, un chico vestido a la moda, de un barrio elitista, pero que no duda en remangarse para frotar con un paño algunas pintas en una estatua de la ciudad.

Por el momento la noticia sobre la investigación contra los miembros más cercanos del presidente Mubarak ha caído muy bien a unos ciudadanos que depositan cada vez más esperanzas en su ejército; no nos vayan a defraudar, grita un joven a una televisora mientras intenta subir a un tanque.

Los vehículos militares se convirtieron en auténtico símbolo de la victoria para los egipcios. Todos querían una foto sobre ellos, mientras regalaban comida, flores y afecto a los soldados. Aunque muchos intentaban guardar distancia nuevamente, conforme transcurrieron las horas, fueron absorbidos por el ambiente.

Muchas familias de cabos y generales son de extracción humilde, como la mayoría de los manifestantes. Por eso las sonrisas, ante una situación en la que probablemente se vean beneficiados.

La frialdad con que trataban a la gente durante las manifestaciones ha cambiado por cercanía, incluso cordialidad con algunos periodistas.

Alegría y desparpajo

La tensión se redujo de manera asombrosa en casi toda la ciudad. Las miradas inquisidoras, los controles constantes y el miedo con que los propios egipcios caminaban por las calles, se tornaron en alegría y desparpajo a la hora de ir recomponiendo todos los daños materiales. Ahora la plaza central no sólo está más limpia que nunca, sino además tiene más estilo que antes, afirma Sharif mientras cuelga uno de los cientos de dibujos que los egipcios han realizado durante el día.

Decoran también sus tiendas de campaña, como anuncio a las autoridades en turno de que no piensan terminar con su protesta hasta que consigan el resto de sus reivindicaciones. Queremos espacio en la formación de un nuevo Egipto, queremos tener voz en el país que viene, comenta Abdullah, estudiante que confía en el surgimiento de nuevos partidos y tendencias políticas. Somos quienes tenemos que decidir hacia dónde nos conviene mirar, no es una decisión de Estados Unidos o de Irán.

Después de vender unas cuantas copas de té, Maryah quiere regresar a la plaza para continuar ayudando. De Europa lo que esperamos son turistas, dice irónicamente, pero lo cierto es que por el momento no le angustia esperar. Tuvieron paciencia 30 años, y el inicio del mañana acaba de comenzar.