Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de febrero de 2011 Num: 831

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós

Embebidos con las letras
Emiliano Becerril

Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
Jorge Gudiño

Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con
Enrique Morente

El pudor, la piel de la conciencia
Fabrizio Andreella

In memoriam James Dean
Ricardo Bada

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Javier Sicilia

Sylvia Marcos, el feminismo desde abajo

Desde 1837, cuando emergió por primera vez en Francia el término feminismo, las mujeres no han dejado de luchar incansablemente por la defensa de sus derechos. En México la lucha, aunque tardía –el Primer Congreso Feminista se realizó en Mérida en 1916–, ha dado inmensos frutos. Sin embargo, como toda lucha que logra conquistas, una buena parte del feminismo está atrapado en conceptos ideológicos que se han vuelto extremistas. Ajeno a análisis teóricos profundos y sin comprender muchas veces los diversos contextos socioculturales que pueblan el mundo, cierta parte del feminismo internacional procede imponiendo criterios ideológicos que hacen que muchas mujeres dejen de reconocerse en ellos.

Afortunadamente, las luchas feministas y los estudios de género, que en nuestro país comenzaron a hacerse importantes a partir de la década de los ochenta, han abierto espacios a otros tipos de feminismo que, desde rigurosos análisis y tomando en cuenta los ethos culturales, tratan de pensarlo y de formularlo desde diversos lados.

A esta categoría pertenece Sylvia Marcos. Formada en el movimiento feminista de los setenta y, posteriormente, en Harvard, donde realizó su postdoctorado en estudios de la mujer, Sylvia Marcos se ha preocupado por fundar sus análisis a partir de lo que las mujeres dicen y hacen desde sus particulares contextos culturales.

Recientemente, la Universidad de la Tierra, en Chiapas, acaba de publicar su libro Cruzando fronteras. Mujeres indígenas y feminismo abajo y a la izquierda. Lo importante del libro no es sólo el decantamiento que a lo largo de él hace Sylvia de sus estudios académicos, sino que por vez primera podemos ver, más allá del discurso feminista hegemónico, lo que las mujeres indígenas de diversas partes del mundo tienen que decir sobre sus luchas, sus conquistas y sus maneras de vivir y entender lo femenino en el complejo entramado de las relaciones culturales en las que viven.

Cuando uno se sumerge en él, el feminismo deja de tener ese tufo ideológico con el que muchas mujeres viven sus procesos de liberación en las ciudades, para volverse un universo libertario lleno de profundas y diversas resonancias. Las mujeres allí no son víctimas que se quejan y reivindican a partir de la exclusión, sino protagonistas de su historia. El feminismo indígena no parte, como el hegemónico, de categorías excluyentes, sino de la búsqueda de una complementariedad no jerarquizada, hija de sus cosmovisiones, es decir, de una complementariedad no sólo entre el hombre y la mujer, “sino –dice Sylvia– entre el ser humano y la naturaleza […], una interpenetración del ser con el universo”. Contra el feminismo hegemónico de Occidente –colonizador, que vive de objetivos estrechos y sabe negociar con el poder con el único fin de acomodar a las mujeres en el sistema global–, el feminismo que nos revela el libro de Sylvia Marcos es multifacético. En él, mundos, saberes, creencias, conceptos de la persona, del cuerpo, del hombre y la mujer, de la familia, de la comunidad, de la naturaleza se entremezclan para mostrarnos que más allá o, mejor, que por debajo de la globalización y de sus discursos ideológicos y reductivos, las luchas de las mujeres indígenas –ya sea en México, en Latinoamérica o en Medio Oriente– hablan de muchos mundos, de muchas maneras de reordenar la vida, de muchas formas de feminizar, de liberar y de resignificar el mundo.

Hace tiempo, una feminista palestina dijo a Sylvia Marcos: “Somos prisioneras de la esperanza.” Esa frase podría aparecer como el epígrafe de su libro, porque el feminismo que lo habita es el de la esperanza en un mundo que, rompiendo los esquemas del espacio patriarcal y del feminismo hegemónico, permita que todos los mundos quepan en una danza armónica que sólo es posible cuando se mira más allá o más acá de las dualidades de Occidente. En este sentido habría que decir que leer Cruzando fronteras. Mujeres indígenas y feminismo abajo y a la izquierda es, de alguna forma, comprender esas inmensas luces de lo femenino que desde las periferias iluminan la oscuridad que se ha apoderado del centro.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la APPO y hacerle juicio político a Ulises Ruiz.