Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de enero de 2011 Num: 830

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La pasión de Carl Dreyer
Rodolfo Alonso

El caso Winestain
Edith Villanueva

Gaspar García Laviana sacerdote, guerrillero y poeta
Xabier F. Coronado

Hitler en un Macondo
Luis Pulido Ritter entrevista con Ana Tipa

Dos Hítleres, el documental

Ernesto Sábato: antes del fin, la resistencia
Antonio Valle

Mesura y desmesura
Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Germaine Gómez Haro

Hugo X. Velásquez in memoriam

Hace unas semanas falleció el extraordinario ceramista Hugo X. Velásquez, considerado uno de los más destacados exponentes de la cerámica mexicana contemporánea. Velásquez fue uno de los primeros artistas que trabajó el stoneware (cerámica de alta temperatura) en México a principios de los años sesenta, técnica que aprendió en Nueva York en dos de los talleres más reconocidos: el Greenwich Pottery House y el de Karen Karnes y M. C. Richards, en Stony Point.

La trayectoria de Hugo X. Velásquez tuvo sus inicios en el taller del pintor Héctor Xavier, donde hizo sus pininos en el dibujo. Con el objetivo de dedicarse a la pintura viajó a Nueva York hacia fines de los años cincuenta. “Llegué con 39 dólares y una camisa –comentó el ceramista a quien esto escribe en una entrevista realizada para este diario en 2007– y nunca me dediqué a pintar pero lo que aprendí ahí cambió drásticamente mi vida. Y no fue en ninguna escuela sino en el Cedar St. Bar, donde se reunía el grupo de artistas conocidos como “Pintores de la Calle 10.” Entre quienes frecuentaban el célebre bar neoyorquino se encontraban ni más ni menos que los integrantes de la incipiente Escuela de Nueva York, hoy grandes figuras del expresionismo abstracto: Franz Kline, Willem de Kooning, Mark Rothko, Robert Motherwell, Jackson Pollock, entre otros. “Siempre he dicho que ahí me doctoré por todo lo que veía”, agregó Velásquez, quien tuvo relación en particular con Kline:  “Recuerdo que un día, al calor de muchos Jack Daniels me dijo: ‘La pintura se acabó en el siglo XIX. Goya es el último gran pintor. Toma un pedacito de sus cielos y eso equivale a todo el expresionismo abstracto.’ Y textualmente agregó: “I am nothing but a little pile of sheet!”(¡No soy más que un pequeño montón de mierda!) Y de veras lo creía.” Aunque Velásquez nunca se dedicó a la pintura, la experiencia vivida entre ese notable grupo de artistas noveles en Nueva York fue determinante en su desarrollo intelectual y en el devenir de una postura ética que conservó a lo largo de su vida. Fue un hombre de izquierda de una sencillez y humildad increíbles, que nunca abandonó su preocupación por la realidad social, y esto se reflejaba –a decir de su amigo el fotógrafo Rodrigo Moya– “en la relación que mantenía con sus trabajadores, casi socialista, muy cordial”. Hugo Velásquez fue un personaje entrañable, muy querido por su infinidad de amigos y ampliamente admirado y respetado por su excepcional producción cerámica, que incluye piezas utilitarias –sus codiciadas vajillas– esculturas en pequeño y gran formato y obras murales. El creador destacó también como maestro y asesor de otros renombrados artistas, como Francisco Toledo, Sergio Hernández, Adán Paredes, entre muchos otros que trabajaron en su taller de Cuernavaca algunas de sus mejores obras.

Durante los últimos años se dedicó a la realización de dos series temáticas que presentó en la Casa Lamm en 2007: Piedras de sombra y Cerámica zen. La primera consiste en la representación de unos montículos de piedras de cerámica elegante y bellamente ensambladas que hacen alusión a un ritual popular que se lleva a cabo en Teotitlán del Valle, y que el ceramista realizó como un símbolo de solidaridad con el movimiento social de Oaxaca. Cerámica zen reunió una serie de piezas de pequeño formato que fueron resultado de su acercamiento a la filosofía zen: “Un día leí una nota que decía que al hacer un cuenco o una olla, lo importante no es la forma, sino el vacío. O sea que la forma sirve en función al vacío. Entonces empecé a pensar en la síntesis de mis formas.” Estas piezas pequeñas plenas de significados ocultos tienen que ver con el “vacío pleno” del zen y están cargadas de metáforas paradójicas que revelan la sutil cadencia del reposo y el movimiento, la presencia y la ausencia, el control y la libertad, el azar y la precisión.

Hugo X. Velásquez tuvo la fortuna de vivir enamorado de las tierras que dieron origen a su arte y de experimentar la emoción y la capacidad de sorpresa hasta el final de su vida: “Si un día dejo de sentir mariposas en el estómago al abrir las puertas del horno, se acabó: me retiro de la cerámica para siempre.” Pero eso nunca sucedió. Su espíritu lúdico, su incesante búsqueda de nuevas formas, texturas y volúmenes, y su capacidad de asombro lo acompañaron hasta el final y han quedado impresos en sus hermosos poemas cerámicos.