15 de enero de 2011     Número 40

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Anónimo, Barbarous Mexico, 1911

Ramses A. Cruz Arenas
y Carlos Rodríguez Wallenius

Tierra rica, pueblo pobre. Desde antes de conformarse como nación, México ya era un territorio virtuoso. No sólo por la extensión que tiene, sino por la riqueza que alberga: minerales como la plata y el oro –de los que ocupa respectivamente el segundo y noveno lugar a escala mundial–, recursos hídricos importantes y un inmenso litoral de 11 mil 122 kilómetros producto de tener costas en 17 de los 32 estados. Todo esto complementado por una diversidad biológica que lo convierte en el quinto país megadiverso. Esto a su vez se retraduce en una gran diversidad cultural: se estima que ocupamos el octavo lugar mundial entre los países con la mayor cantidad de pueblos indígenas. No es para menos, ya que se estima que en el país se hablan entre 56 y 62 lenguas, dependiendo el criterio utilizado, sin contar las que han desaparecido a lo largo del tiempo.

El país, con un producto interno bruto (PIB) calculado por el Banco Mundial en 874 mil 810 millones de dólares, está dentro del Grupo de los 20, que no es otra cosa que coquetear con los países económicamente más poderosos del orbe, los del Grupo de los Siete, pero seguir bajo la denominación de países emergentes.

El campo mexicano es un ejemplo pulcro de la devoción a las ventajas comparativas y es difícil cuantificar bien a bien lo que exporta –porque eso incluye a humanos y drogas–, sin embargo de lo que sí es cuantificable vemos que, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, en 2009 se exportaron unos 15 mil 876 millones de dólares. La producción del campo nacional con orientación a la exportación tiene a nuestro vecino del norte como principal destino y son los productos agroalimentarios, las hortalizas, verduras y frutales los que más mercado encuentran.

Los saldos de la modernidad. He acá que tenemos un país potencialmente moderno insertado en las lógicas de mercado y teniendo como aliado de primer orden a Estados Unidos (EU), la principal economía mundial. Sin embargo, esto tiene implicaciones catastróficas para el país pues por un lado lo vuelve sumamente receptivo a los vaivenes del mercado de EU y lo resiente de forma inmediata. Más aún, tenemos una gringo-dependencia, que se expresa en que 85 por ciento de nuestro comercio es con ese país, lo que puede resultar fatal en caso de que nos suspendan sus compras. Pero más allá de eso, queremos destacar los verdaderos rostros de la falsa modernidad que nos están queriendo vender en el país. No somos un país en vías de desarrollo, por el contrario vamos rumbo al barranco:

– Estamos pobres, no hay de otra: La pobreza debería ser declarada pandemia en México, pues es una enfermedad que nos pega a todos. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), en 2008 habían en el país 47.2 millones de pobres; en lugares como Chiapas estos pobres representan el 76.7 por ciento de la población. En otras palabras, la mitad de los mexicanos vive en la pobreza; sin embargo, no significa que la otra mitad viva fuera de ella, vive luchando no caer en esa condición. En su tercera década neoliberal el país ha evolucionado a polarizar la distribución de la riqueza, ya que, según la Revista Forbes, no más de una docena de personas acaparan más del 10 por ciento del PIB nacional.

– Pero aparte de pobres estamos jodidos. De acuerdo con el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante los tres años recientes la canasta básica subió en 93 por ciento, esto significa que cada vez se puede comprar menos con lo que ganamos, y de al tiro la mitad de la población mexicana en pobreza pasa las de Caín pues en 2010 el salario mínimo más elevado –zona A– fue de 57.46 pesos y la canasta alimenticia recomendable (CAR) se podía adquirir con 165.15. En otras palabras, si se vive con el salario mínimo solamente se puede adquirir el 34.79 por ciento de la CAR. El mismo CAM estima que para que un trabajador con salario mínimo pueda acceder a la CAR se necesitan 23 horas de las 24 que ocupa un día. Como decía el buen Chava Flores “los probes estábamos divididos en dos clases: en miserables y muertos de hambre, yo pertenecía a las dos”.


ILUSTRACIÓN: Gerardo Vargas Frías

Rusticidio a mansalva. El campo y los rústicos del país resisten, pero vaya que les ha tocado bailar con la más fea, pues tienen que sortear elementos como la crisis, que ya se antoja perpetua, el encarecimiento de los insumos y el bajo precio de los productos del campo. A eso debemos sumar las políticas de fomento para abandonar el campo. Y es que la lógica de mercado tiende a homogenizar la producción sin importarle el hecho de que si algo ha caracterizado a los campesinos del país es la diversidad a la que le apuestan. La milpa y el café son claros ejemplos de ello. Sin embargo en la fiebre del Tratado de Libre Comercio se apuesta por ver hacia fuera. Aquellos campesinos que son de autosubsistencia hoy tienen que preocuparse porque cada vez son menos y cada vez menos la tierra destinada a los productos de éstos. Por ejemplo, de acuerdo con las estadísticas del Sistema de Información Agropecuaria y Pesquera (SIAP), de la Secretaría de Agricultura, en la primera década del milenio se perdieron un millón de hectáreas de la superficie sembrada dedicada al cultivo del maíz y el frijol, pues pasó de poco más diez y medio millones de hectáreas en el 2000 a poco más de nueve millones 400 mil en 2009, lo que a su vez equivale básicamente a la superficie destinada en 1980. Así, crece la población nacional pero se abandona la base productiva propia del país. Y si bien el campo no aguanta, más vaya que los campesinos sí. El CAM estima que 88.9 por ciento de los campesinos no puede adquirir la canasta básica. Además este mismo organismo calcula que cerca del 22.5 por ciento de las tierras ejidales del país están por ser propiedad de empresas trasnacionales, y véalos ahí siguen.

– Bienvenidos al mercado de carne: migrar o morir. Pero no todos siguen, otros más optan por el éxodo forzado. En México todo parece indicar que una de las ventajas comparativas que tiene el país es su mano de obra, y por tanto, los gobiernos de la década reciente, si bien no han promovido abiertamente la migración, han hecho todo lo posible para que se migre. Así el país bien puede ser de origen, de tránsito o destino. Según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones, cerca de diez por ciento de la población mexicana se encuentra en Estados Unidos y representa el 30 por ciento de la población de migrantes que vive en ese país. A ello es necesario sumar que al ser México el puente que une a Centro y Sudamérica con EU, es el paso forzado de millones de personas, y no es cualquier paso pues con sus cerca de 9.3 millones de migrantes es el corredor más importante del planeta. Pero el éxodo no solamente se da al exterior, una parte importante de la población se está moviendo dentro de los límites del país. La Secretaría de Desarrollo Social, en su Encuesta Nacional de Jornaleros Agrícolas, estima en más de 9.2 millones la población jornalera. De ésta, se considera que existen poco más de dos millones de población jornalera migrante, que el 39.1 por ciento de la población jornalera agrícola es menor de 18 años y se calcula en cerca de 711 mil 688 la población jornalera agrícola migrante. Migrar les permite a muchos vivir, pero a otros más los mata.

Epílogo: los rostros del México bárbaro Hoy, al cumplirse la primera década del siglo XXI, nuestro país reproduce nuevas barbaridades sobre los más humildes de los mexicanos. Y es que se ha reestructurado el sistema económico que empobrece y depreda, el sistema político que excluye, que promueve una relación gobierno-sociedad con base en la corrupción. Las formas como se expresa el México bárbaro las podemos observar en el saqueo de recursos naturales (agua, tierra, paisaje, minerales, petróleo, etcétera), el trato discriminatorio hacia los pueblos originarios, la triple explotación de las mujeres campesinas, la expoliación de los migrantes en las ciudades y en los campos agrícolas, el autoritarismo antidemocrático de gobernantes y, tal vez más evidente en la actualidad, el narcotráfico y la criminalización producto del combate a esta actividad por el gobierno calderonista. Pero la guerra al crimen organizado, como reflector de la barbarie mexicana, es una acción que no tiene futuro, porque no se está atacando al corazón del problema, que es el sistema que empobrece, explota y excluye: la serpiente no se morderá la cola. A esto se agrega el hecho de tener a Estados Unidos al lado, y es que nuestro vecino es el mayor consumidor de drogas de todo el orbe. Así, mientras la demanda exista, la oferta se dará. Sin embargo no todo está perdido, las alternativas de solución se están construyendo desde abajo, desde las comunidades que autogestionan sus servicios, desde los campesinos que producen sus propios alimentos de forma sustentable, desde los pueblos originarios que construyen su autonomía, y por aquellos que apostamos a un México más humano.


ILUSTRACIÓN: Fernando Castro Pacheco, El henequén, 1947

El espejo de los
pueblos originarios

Ramses Arturo Cruz Arenas

Exordio: Cuando hablamos del México bárbaro nos referimos a una idea que fue plasmada en dos obras de gran envergadura. La primera se conforma de una serie de artículos del periodista estadounidense John Kenneth Turner, quien luego de haber entrevistado a cuatro “revolucionarios” –Ricardo Flores Magón, entre ellos– pertenecientes a la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, viaja al México porfiriano a investigar lo que éstos le habían contado. Acompañado por Lázaro Gutiérrez de Lara, Turner se centra en recorrer las fincas henequeneras de la península de Yucatán y las de producción de tabaco en el Valle Nacional. A finales de 1909 los reportajes de Turner empiezan a ser publicados en American Magazine. Como libro, México bárbaro aparece en 1911 pero en español sólo es traducido en 1955, siete años después de muerto Turner.

La segunda es una obra de historia económica que ve a la luz un siglo después que la de Kenneth Turner y es producto de Armando Bartra. El México bárbaro de Bartra es precedido por el levantamiento indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La tesis, que es mucho más compleja, se puede resumir en que la barbarie no es un elemento externo a la modernidad, que este rasgo no viene de un pasado remoto y asalta el presente moderno, que la barbarie en concreto es producto de la propia modernidad y por ello espejo de la misma.

Esta tesis no sólo es válida para México, lo es para el planeta entero. Así la barbarie frente a la modernidad fue desarrollada especialmente por el marxismo crítico desarrollado en la Escuela de Frankfurt. Dejando fuera a Theodor Adorno y Max Horkheimer, fundadores de esa escuela, quien mejor plantea esta tesis es el filósofo Walter Benjamin, quien en la tesis nueve de Tesis sobre la historia nos dice:

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

Tal idea se vuelve radical cuando en la tesis siete menciona que “no hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”. Pero las ideas de Adorno, y de toda esa escuela, hicieron eco en Latinoamérica. En México quien mejor retomó las tesis fue Bolívar Echeverría, el filósofo méxico-ecuatoriano que fue a su vez el mayor impulsor de la obra de Benjamin de quien tradujo al español Tesis sobre la historia. En sus Quince tesis sobre modernidad y capitalismo expone “La historia contemporánea, configurada en torno al destino de la modernización capitalista, se encuentra ante un dilema: o persiste en esta dirección, y deja de ser un modo (aunque sea contradictorio) de afirmación de la vida para convertirse en la simple aceptación selectiva de la muerte, o la abandona y, al dejar sin soporte a la civilización alcanzada, lleva en cambio a la vida social en dirección a la barbarie”. Así las cosas, eso que llamamos modernidad es también representación de la barbarie. Sin duda el concepto de México bárbaro se lo de debemos a Kenneth Turner, pero éste sólo es reflejo del México realmente existente.

-El rostro indígena: Si algo ha caracterizado la continuidad del México bárbaro es la relación que se tiene con los pueblos originarios. Ambos autores destacan esta condición étnica en sus respectivas obras. Por ejemplo Turner hacía ver cuál era el trato de la Casta Divina para los mayas de Yucatán, que no era sino el reflejo del trato que tenía el régimen porfirista con los indígenas. Por su parte, Armando Bartra nos da sobradamente testimonios de lo que pasaba con los indígenas en las plantaciones tropicales de café, chicle, hule, tabaco así como en las monterías, todas ellas economías de enclave orgullo del porfirismo.

En 1994, con el levantamiento zapatista el Estado declaró tener una deuda histórica con los indígenas. Hoy esa deuda sigue pendiente. Y es que Vicente Fox no resolvió nada en 15 minutos ni en todo el sexenio y Felipe Calderón imitó a Salinas de Gortari en su “ni los veo ni los oigo”. Los pueblos originarios están ahí y se han hecho especialmente visibles aquellos que están en resistencia, pero a ¿qué se resiste? Por razones de espacio esbozaré sólo tres elementos:

-La falsa dicotomía indio y mestizo, barbarie y modernidad: Nuestra historia nos ha hecho identificar al mestizo con la modernidad y al indio con la barbarie, ya que a los pueblos originarios se les ha visto siempre de manera peyorativa. Así de inmediato se asocia al indio con lo atrasado, con el lastre que no permite al país avanzar glorioso hacia la modernidad. Por ejemplo, para los finqueros de Chiapas los indios eran flojos por naturaleza y ellos eran los destinados a sacarlos de ese marasmo para encauzarlos al progreso. Estos flojos hombres siempre trabajan de sol a sol y aquellos que han estado en algún pueblo indígena sabrán que la vida laboral inicia mucho antes de que el sol salga. Hoy mismo no hay una acepción positiva a la palabra indio. Por ejemplo la Real Academia Española nos aporta algunas definiciones de indio:

-Inculto: de modales rústicos.

-Indio de carga: indio que en las Indias Occidentales conducía de una parte a otra las cargas, supliendo la carencia de otros medios de transporte.

-Caer de indio: caer en un engaño por ingenuo.

-Hacer el indio: divertirse o divertir a los demás con travesuras o bromas. Hacer algo desacertado y perjudicial para quien lo hace. Hice el indio al prestarle las cinco mil pesetas que me pidió.

-¿Somos indios?: se usa para reconvenir a alguien cuando quiere engañar o cree que no le entienden lo que dice.

-Subírsele a alguien el indio: montar en cólera.


ILUSTRACIÓN: Angelus novus, de Paul Klee

Así pues, el indio sirve para cargar, para mofarse, es perjudicial e iracundo, ingenuo e inculto. Carlos Montemayor en Diccionario del náhuatl nos dice que la palabra naco es la voz despectiva para indio. Aún hoy es común escuchar que se tiene pelo de indio cuando éste no es dócil, o se exclama “no seas indio” como sinónimo de no ser necio, atrasado, inculto.

-Aquí estamos y no nos vamos: Aunque generalmente pasa desapercibido creo que el primer gran elemento de resistencia de los originarios es el de sobrevivir, la larga noche de los 500 años no es una mera metáfora. No debemos olvidar que en los procesos de Conquista, la Colonia, el México independiente y el que nació de la Revolución se ha pasado del genocidio abierto al velado, de la guerra de exterminio a las políticas de asimilación e integración. Como producto de esto, y otros factores, en muchas partes del país la población originaria despareció. Si bien hoy uno de cada diez mexicanos pertenece a algún pueblo originario, y poblaciones como los nahuas, zapotecos o tzotziles tienen un importante presencia, actualmente pueblos como los kiliwa, kumiai, aguacatecos o ixil están a punto de desaparecer. Junto con estos pueblos resisten sus saberes, sus culturas, sus conocimientos, sus formas de relacionarse con el medio y sus gobiernos y cosmovisiones.

-Políticas de exclusión: Pese a que hoy los pueblos originarios son un ejemplo de alternativas creativas frente al sistema excluyente, no significa que hayan ganado la batalla. Si actualmente ser mexicano es casi sinónimo de ser pobre, si se es indígena la cosa se pone peor y no es por casualidad. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) –que mide pobreza multidimensional–, en 2008 se estimó que 93.9 por ciento de la población indígena no tenía acceso a alguno de los seis derechos sociales que estipularon –alimentación, educación, salud, seguridad social, servicios básicos y vivienda–, incluso cerca de 64.2 por ciento no tenía acceso a tres de estos derechos; también se estimó que siete de cada diez indígenas son pobres. Con todo, los pueblos originarios resisten creando alternativas desde abajo. Pero la mayoría de éstas son a contrapelo de los deseos del Estado –que en todo caso debería apoyarlas– y muchas veces son criminalizadas.

-Los que antes eran los últimos hoy son la vanguardia de la resistencia mundial. La autonomía, como expresión concreta del derecho a la libre determinación, ha sido la bandera de lucha del movimiento indígena nacional. Sin embargo, después de la fiesta de las autonomías vino la traición del Congreso en la contrarreforma del 2001 (en un país en donde la traición ha sido una constante no debería de extrañarnos). Como en todo movimiento social existen reflujos, el propio movimiento indígena resintió el golpe y la estrategia de contrainsurgencia social fue brindando sus frutos. Con todo y esto, en el arranque del tercer milenio los originarios siguen diciendo ¡ya basta!

La autonomía como un régimen se escapó, en cambio una parte importante del movimiento indígena optó por tomar las autonomías por los cuernos, por medio de las autonomías de hecho.

La expresión más amplia y compleja sigue siendo la propuesta zapatista que, articulada por medio de los Caracoles, ha tomado en sus manos la construcción de un mundo nuevo, donde los zapatistas tienen elementos como salud, educación y justicia autónomos. Pero también formas de gobierno nuevas basadas en relaciones que procuran la mayor horizontalidad posible, que parten de un principio básico: todos sabemos gobernarnos. Esto nos deja una lección importante, el ejercicio de la política es tan importante que no podemos dejarlo en manos solamente de los políticos. A eso debemos sumar formas de producción bajo una lógica autonómica.

Pero no son los únicos: la autonomía que se busca en el país no siempre habla de la necesidad de todos los elementos, existen expresiones que apuestan por algún o algunos pisos de la autonomía. Tal es el caso de la Policía Comunitaria de Guerrero que busca pasar a manos de los originarios la capacidad de brindarse seguridad, pero también justicia. Lo mismo que la Universidad de los Pueblos del Sur, que impulsa una educación autónoma a contracorriente de la propuesta estatal que tiene su contrapeso en las universidades interculturales. Pero también el ejemplo de Radio Ñonmda (“La palabra del agua”) nos habla de la necesidad de que los originarios tomen en sus manos la valiosa comunicación social tan jodidamente llevada por los grandes consorcios televisivos del país.

Los pueblos originarios de México conforman hoy la punta de lanza del movimiento de resistencia mundial frente al capitalismo salvaje, hermanados con los piqueteros en Argentina, con el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, con los indígenas del Cauca en Colombia, lo mismo que con los ecuatorianos y bolivianos. La esperanza se teje en territorios indígenas.