Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de enero de 2011 Num: 826

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El profeta insumiso: William Blake (1757-1827)
RODOLFO ALONSO

Tras las huellas de Lowry en Oaxaca
ALBERTO REBOLLO

Los dos talleres de Nandino

Elías Nandino y Estaciones
GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ

Elías Nandino, entre poesía y bisturí
LEONARDO COMPAÑ JASSO

El poeta frente al espejo
GUADALUPE CALZADA GUTIÉRREZ

Leda Arias: búsqueda, compromiso y permanencia
INGRID SUCKAER

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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QUEMAR A DIOS

SONIA PEÑA


Job. La novela de un hombre sencillo,
Joseph Roth,
Traducción y presentación de José María Pérez Gay,
Cal y Arena,
México, 2010.

Esta novela se publicó por primera en 1930. Su autor nació en Brody, Galitzia, provincia del imperio austrohúngaro, hoy Ucrania, un 29 de septiembre de 1894 y murió en París en 1939. “Se dice que un judío sólo es capaz de vivir con Dios o contra Dios, pero es incapaz de vivir sin Dios”, escribe el traductor en la presentación del libro, y el personaje de Roth pasa por cada una de estas etapas. La historia se ubica en Zuchnov, un pueblo en la frontera entre Rusia y Polonia, a principios del siglo XX. Mendel Singer se llama el protagonista, y es un maestro de Sagradas Escrituras que vive junto a su mujer y sus tres hijos una vida modesta y llena de privaciones. Los Singer comienzan su peregrinaje de dolor cuando reciben en su seno al cuarto hijo, un niño epiléptico al que llaman Menuchim. No podía caer mayor infortunio sobre la familia: Jonás, el hijo mayor, se emborracha con los cosacos y se mezcla con mujerzuelas; Schemarjah, el segundo, se convierte en un desertor; Miriam, la hija mujer, es prostituta y el menor un idiota del que todo el pueblo se ríe.

Mendel es un hombre justo que no reclama nada ni se subleva ante el destino. Vive sus infortunios como si fueran castigos por alguna falta. Una carta desde Estados Unidos le cambia la vida a la familia al enterarse de que el hijo desertor se encuentra en Nueva York: la tierra que mana leche y miel. Ahora los manda llamar para que también gocen de las delicias de la Tierra Prometida. Sin embargo, se ven en la disyuntiva de elegir entre Miriam o Menuchim. Finalmente se deciden por la hija y dejan al enfermo al cuidado de unos vecinos.

En América, los Singer pasan de ser unos pobres campesinos a ser unos pobres citadinos; la sordidez del barrio judío, el desconocimiento del idioma y de la cultura aumentan los infortunios de la familia. Al estallar la primera guerra mundial, su hijo Schemarjah es reclutado como ciudadano estadunidense, dejando a Mendel al frente del hogar. La desgracia recae sobre los Singer como un efecto dominó: Schemarjah muere en batalla y, al enterarse, su madre cae fulminada por el dolor, Miriam enloquece y es internada en un manicomio. La guerra, la locura y la muerte arruinan a la familia y, como en el texto bíblico, los amigos se hacen presentes. Inicia entonces el reclamo de Mendel hacia Dios y el parlamento con los amigos. Pero antes de que ellos llegaran, Mendel, solo e impotente, se subleva contra Yahvé: enciende una hoguera e intenta echar al fuego la vestimenta del ritual de oración junto al libro sagrado que lo ha acompañado durante cincuenta años, pero no puede, algo le paraliza el brazo. Ante la pregunta de los amigos acerca de qué pretendía hacer con semejante hoguera la respuesta es tajante: “Quiero quemar a Dios.”

Las súplicas de los amigos de nada sirven porque ven la desgracia desde afuera, por más que quieran entenderlo no pueden, porque simplemente no han pasado por lo que está pasando él. Los días que siguen son de absoluta sequedad espiritual. Mendel Singer ya no rezaba “y le dolía no rezar. Le dolía también su ira y la impotencia de su ira”. Pero en plena noche oscura tendrá lugar un prodigio que lo llevará otra vez a los brazos de su Dios.

El mito que recrea Joseph Roth en la figura de Mendel Singer es un ríspido itinerario que va desde el sufrimiento y la rebeldía hasta la reconciliación final. Esta es la historia de un hombre rebelde, es la historia de una agonía (en el sentido unamuniano del término), y es la historia de un milagro; pero ante todo, es la historia de cada uno de nosotros: los que alguna vez hemos deseado con todas las fuerzas “quemar a Dios” y –al igual que Mendel– nos hemos paralizado en el intento. El libro de Joseph Roth es una lección de vida, un espejo empañado por las lágrimas y un cántico de fe.


UN PÍCARO LATINOAMERICANO EN PARÍS

ALEJANDRO MICHELENA


Marginautas,
Adolfo Guidali Etcheverry,
Ediciones de la Universidad Veracruzana,
México, 2010.

Las aventuras y desventuras de personajes con talante picaresco provenientes de países americanos y sobreviviendo en ciudades europeas, han dado asunto a más de un narrador de nuestro continente. Desde los más sofisticados del argentino Julio Cortázar –en Rayuela y El libro de Manuel– con su perfil intelectualizado, a los más carnales del peruano Alfredo Bryce Echenique; sin olvidar los del chileno-mexicano Roberto Bolaño, en particular los héroes de su novela culminante Los detectives salvajes, deambulando por una Europa postmoderna y desangelada.

En esta línea, que tiene su tradición y hasta su propia retórica, podemos ubicar a Marginautas, novela del uruguayo Adolfo Guidali Etcheverry, publicada este año por la Universidad Veracruzana campus de Xalapa. Su personaje central, Rulito, que un buen día salta de Montevideo a Madrid y que luego de un pasaje fugaz por Barcelona termina malviviendo en París, tiene un elemento de originalidad que lo desmarca de sus antecesores: no es artista ni intelectual y carece de base cultural; en sentido estricto: es un marginal, un lumpen, como solía decirse en los años setenta abusando de la categoría marxista.

Un rasgo interesante del relato es el contraste que se establece entre Rulito y aquellos con quienes alterna en su vagar, correspondientes todos al prototipo del latinoamericano con veleidades literarias, con un barniz de cultura y políticamente anárquico. El contrapunto, los malentendidos, los disimulos del pícaro uruguayo, le dan a esta novela un sabor especial, donde las propias situaciones llevan implícita mucha y buena ironía, y un humor con sentido crítico que también forma parte de nuestras mejores tradiciones literarias, desde el lejanísimo El periquillo sarniento, de Fernández de Lizardi.

Guidali vive en París hace un buen tiempo, trabajando como periodista en France Presse. Estuvo varios años residiendo en Madrid, en los noventa. Publicó en Montevideo su primera novela –Alfonso: una cuestión reflexiva (MZ editor, 1984)- con cierta repercusión. Un poco antes dio a conocer sus primeros cuentos en la revista El Caracol Marino, de Xalapa, y más tarde publicó relatos en diversas antologías de América Latina y Europa.

Marginautas sale a luz tras un largo silencio. Su buena estructuración, la pericia para crear climas y para darle ritmo a la historia, la peculiar respiración de un estilo muy personal, evidencian un intenso trabajo entre aquella primera novela y cuentos, y esta obra de madurez. Algo que permite adivinar manuscritos que no vieron la luz (de pronto novelas interesantes que quedaron inéditas). Vale recordar que Guidali fue durante un tiempo guionista de programas de televisión en España y que tiene larga experiencia como periodista, lo cual debió auxiliarlo a la hora de estructurar esta novela.

El relato posee además una cualidad esencial para el caso: es entretenido y atrapa; no decae ni pierde ritmo, a pesar de algunos pasajes demasiado reflexivos. La historia se construye alrededor de Rulito, personaje rico y consistente, pleno de matices, a quien rodean en su peripecia muchos otros que ofician de coro en la tragicomedia de su vida. Un elemento más de interés lo da el bosquejo que realiza el autor, pintando en pocos trazos los perfiles de la bohemia latinoamericana más reciente en ciudades como Madrid, Barcelona y París.


UN ARQUEÓLOGO DEL ESPACIO

EMILIANO BECERRIL


México, arquitectura del siglo XVI,
Juan Benito Artigas,
Taurus, UNAM, Embajada de España y AECID,
México, 2010.

La arquitectura es, por nombrarla de alguna manera, la piel donde se inscribe la historia de la cultura del espacio. Si la entendemos así, podríamos entonces remitirnos a Paul Valéry, quien dice que la piel es lo más profundo, y de ahí decir que la arquitectura, donde quiera que se piense, contiene el reflejo de mentalidades y creencias de todas las épocas, y que en ella se pueden percibir discursos del poder, contrastes, sincretismos, entendimientos estéticos y, finalmente, para no darle tantas vueltas, la historia de las civilizaciones. Por supuesto, ésta no es una observación nueva, sin embargo, aun así, muchas veces se trata de una visión menospreciada. Y es que en México –para no irnos tan lejos– existe una enorme cantidad de inmuebles históricos que poco a poco son carcomidos por el tiempo y por el desconocimiento. La innumerable cantidad de construcciones que desde siglos atrás nos han acompañado, los “documentos” monumentales que nos brindan un puente privilegiado hacia el pasado, y que son fundamentales para entendernos, naufragan triste y paulatinamente con el correr de los años. Ya sea porque para algunos estas construcciones no son realmente prioritarias o porque no se tiene el dinero (ni el ímpetu) necesario para rescatarlas, se pierden en el interior del país, en alguna ciudad o en algún municipio –también perdido–; o lo que quizás es peor, se “renuevan” improvisadamente, perdiendo de tajo su vínculo con el pasado. De ahí que la labor de la restauración arquitectónica siempre haya sido, además de clave, complicada: ésta tiene que luchar contra la displicencia política, económica y cultural, y contra la falta de recursos y la ignorancia. Además, por supuesto, enfrentándose a las nebulosidades del tiempo, debe ser aguda y generar conocimiento a contra reloj. Por eso, la faena de quienes se dedican a ello es de un valor incalculable que, sin exagerar, raya en lo heroico. Juan Benito Artigas es uno de ellos. Nacido en España, en 1934, pero exiliado en México desde los doce años de edad, Artigas ha generado un pensamiento crucial para la investigación académica (hasta la fecha es autor de más de treinta títulos), así como una vitalidad enérgica y práctica respecto a la restauración. Además de haber estado involucrado en un sinfín de proyectos de restauración muralística (entre los que destacan el descubrimiento de los murales del convento del siglo XVI de Malinalco) y de inmuebles, fue uno de los fundadores de la ya emblemática, aunque ahora descontinuada, revista Cuadernos de Arquitectura Virreinal. Acuñó, además, la teoría de la “Desmaterialización de la estructura” respecto al barroco iberoamericano, y redefinió la concepción de las muy características Capillas Abiertas Aisladas. Por todo ello, y más, México, arquitectura del siglo XVI, libro recién editado por Taurus (en colaboración con la UNAM, la embajada española y la AECID) es un regocijo para cualquier curioso o amante de la historia y de la arquitectura; en él se pueden apreciar 464 obras arquitectónicas –cada una con una aproximación particular a la “arquitectura mestiza” de nuestro país– y, felizmente, una cartografía del legado de Artigas, que aún sigue en construcción.



Letras sin tiempo,
varios autores,
Editorial Letras sin Tiempo,
México, 2010.

A esta redacción llegaron diez plaquettes, agrupadas por formato y por la ingeniosa economía de los recursos en ellas invertidos, en las cuales se ofrece a los lectores una serie de mínimas selecciones, preponderantemente poéticas, de los siguientes autores citados en orden alfabético: Juan Carreón, Constantino Cavafis, Sor Juana Inés de la Cruz, Hugo Gutiérrez Vega, Omar Khayyam, Ramón López Velarde, Manuel José Othón, Francisco de Quevedo y Villegas, Guadalupe Segovia y Walt Whitman. La heterodoxia antologadora responde al doble propósito de compartir tanto las afinidades, como el trabajo mismo de quienes han elaborado esta colección literaria.