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Domingo 19 de diciembre de 2010 Num: 824

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Hugo Gutiérrez Vega

LA POESÍA GRIEGA CONTEMPORÁNEA (IV DE X)

En el libro, Once poetas griegos, publicado por el Tucán de Virginia hace algunos años, los traductores intentamos reunir, en algunos poemas de once poetas, la idea de las grandes transformaciones en el clima espiritual de la poesía y en la tensión histórica y literaria, algunas luces que nos permitieran observar los rostros de la poesía actual en la tierra helénica. Es claro que estos once poetas son una breve y ajustada muestra que testimoniaba esos cambios y tensiones en el clima espiritual, pero hay otros muchos que deberían aparecer a su lado y que, sólo por razones de espacio, no fueron incluidos, aunque han aparecido en otras antologías contemporáneas a la que nos ocupa. No quisiera seguir adelante sin mencionar los nombres de Minas Dimakis, Takis Sinópolous, Nanos Valoaritis, Eleni Vakaló, Nikos Fokás, Kikí Dimulá, Katerina Anguelaki-Rouk y Ioánnis Politis.

Los once poetas reunidos en el libro del cual les hablo tienen algunos rasgos comunes personales e históricos formados a lo largo de etapas particularmente trágicas para la nación griega. Todos pertenecen a la misma ciudad estética en la cual se escuchan la voz sorprendentemente joven del último Elytis y las otras diez voces de fuerte individualidad, pero que han vivido bajo la misma atmósfera de Kavafis y tienen una estremecedora vigencia: “No hallarás nuevas tierras; no hallarás otro mar, la ciudad te ha de seguir.” (Kavafis). Hablemos separadamente de cada uno sin preocuparnos por los ordenamientos generacionales o los manifiestos creadores de actitudes especiales frente al fenómeno literario. Por lo tanto, estos comentarios no tendrán un carácter sistemático, sino que serán el producto de un conjunto de admiraciones y deslumbramientos. Reconozco que todo será un poco arbitrario, pero nos permitirá tener una visión de conjunto de la poesía griega y de su impacto en la vida social, aún fuerte, a pesar del avasallador estruendo del momento actual, en el que han aflorado de golpe la mayor parte de los dolores y contradicciones que agobiaron otras etapas de la historia de nuestro grupo zoológico.

Nikos Engonópoulos nació en 1910 y murió en 1985. Fue, en todos sentidos, un francotirador. En sus primeros libros: No hablen al chofer y Los clavicordios del silencio, muestra la influencia del surrealismo, pero, sobre todo, una fuerte originalidad. “El poema al que le falta alegría, dedicado a una mujer maravillosa dorada de pasión y calma”, traducido espléndidamente al español por Francisco Torres Córdova, es una muestra de esa personalísima actitud ante la poesía que, por otra parte, acepta y asimila las influencias europeas y bebe de las fuentes de la poesía popular griega: “Ya que así lo quieres/ armoniosa y bella mujer/ así como una noche de mayo colocaste/ amable y suavemente una gardenia blanca y viva/ entre las flores muertas/ del viejo vaso –creo que italiano– con escenas azules/ de monstruos y quimeras/ ven/ déjate caer en mis brazos/ y otórgame/ –pues así lo quieres–/ la tristeza de tu verde mirada/ la profunda amargura de tus labios rojos/ la noche de misterios entretejida en tu cabello largo/ la ceniza de tu espléndido cuerpo.”

Embirikos es, sin duda, el principal representante del surrealismo griego, pero Engonópoulos aporta una visión que asume la influencia de Kavafis, considerándola como fundamental para el desarrollo de la nueva poesía. En un ensayo –no olvidemos que Grecia ha producido grandes ensayistas y críticos literarios–, Engonópoulos afirma que la poesía griega se divide en dos: antes y después de Kavafis. El poeta de Alejandría, amante de las tradiciones helenísticas, realizó la ruptura formal que era absolutamente necesaria para que la tradición continuase y dejara de ser una lápida para convertirse en un capitel. La modernidad griega, por esta razón, no reniega de sus raíces populares. Los poetas actuales mantienen firmes los lazos que los unen con la poesía demótica. En el poema de Engonópoulos, traducido por Torres Córdova, “La joven Laura”, están presentes la tradición y la ruptura. Su forma se aleja de la hermosa, pero inimitable y, por ende, periclitada retórica de Palamás o de Sikelianós, y, dentro de su originalidad, se mueven las presencias kavafianas y los vientos encontrados y vivificantes del mundo helenístico.

(Continuará)

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