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Bajo la Lupa

¿Efecto bumerán de Wikileaks?: Lula y Cristina reconocen a Palestina

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Luiz Inacio Lula da Silva y Cristina Fernández de Kirchner, en la inauguración de la cumbre iberoamericana en Mar del Plata, el pasado 3 de diciembreFoto Reuters

Antecedentes

S

e podrá estar o no de acuerdo con el contenido de Wikileaks, fustigar, incluso, sus flagrantes inconsistencias y contradicciones, y hasta amonestar su extraña proclividad selectiva –que beneficia a Israel y lastima tanto a Irán como a las petromonarquías árabes del Golfo y a los países islámicos Afganistán y Pakistán (ver: “¿El Mossad detrás de ‘Wikileaks’ o ‘Wikisrael’”?, Contralínea, Radar Geopolítico, 12/12/10)–, pero es sumamente lamentable y reprobable la detención en Londres del australiano Julian Assange, su director ejecutivo, con el pretexto de un montaje penal sexual en Suecia y que en sus consecuencias primarias flagela la sacrosanta libertad de expresión universal.

Para no regresar a la Edad Media, en este definitorio asunto debemos ser prístinamente volterianos (la difusión de la verdad ante todo).

En medio de la fascinación universal por Wikileaks, un hito de la ciberinformación que exhibe la duplicidad y el fariseísmo de Estados Unidos, en nuestras diversas intervenciones en la tv (con Carmen Aristegui en CNN en Español; con José Buendía en Canal 11, y en Proyecto 40 de Tv Azteca), así como en la radio (Lilia Arellano en Cadena Rasa 6.20 AM; Ricardo Rocha en Radio Fórmula; Mesa de Debate con Nino Canún en Radio Centro), la metodología de mi abordaje consistió en separar el tsunami de la filtración de los cables del Departamento de Estado en dos vertientes: la forma y el fondo.

La forma fue demoledora para la diplomacia convertida en vulgar instrumento de espionaje y con una miseria conceptual y carencia de análisis que exhuma la decadencia de Estados Unidos en su colisión con el mundo entero, al que desprecia conspicuamente.

En cuanto al fondo, poco dimensionado, se otorga una exagerada cuan decisiva capacidad oracular a los cocteleros, que no diplomáticos, de Estados Unidos, por encima de otros canales de “input” informativo, como la CIA y, sobre todo, su ejército (la DIA), cuya colecta de datos alcanza también la cúpula del Consejo de Seguridad Nacional que depura las fuentes y donde el comandante supremo, el presidente Obama, detenta el botón nuclear y decide en última instancia. No hay que soslayar las jerarquías de los sistemas operativos en Estados Unidos, donde su disfuncional Departamento de Estado ha quedado seriamente averiado.

En el rubro del fondo, me atreví a formular que se podía generar un benéfico efecto bumerán, lo cual sucedió durante los dos días de negociaciones sustantivas (An-Nahar, 7/12/10), en las alentadoras negociaciones en Ginebra entre el P5 mas Uno –los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU sumados de Alemania– e Irán, colocado alocadamente como un país maldito, y su presidente Ahmadinejad, calificado en forma absurda como Hitler, por la extraña filtración selectiva de Wikileaks que ha difundido apenas 0.4 por ciento de su material incendiario.

De aquí a febrero, fecha de la reanudación de la fecunda negociación, esta vez en Estambul, del P5 mas Uno con Irán, no se le cumplirán sus anhelos de guerra en territorio iraní al supersionista Joe Isadore Lieberman, de la secta ultraortodoxa israelí y, por añadidura, senador belicoso por Connecticut.

Ya abordaremos a Wikileaks en la perspectiva del Cisne Negro (Random House, 2007), título del libro seminal del portentoso pensador libanés Nassim Nicholas Taleb, sobre el impacto de lo altamente improbable.

Hechos

Con o sin Wikileaks, el calentamiento del frente en el Mar del Sur de China entre Estados Unidos y esa potencia asiática, específicamente en la península coreana y sus alrededores (ver Bajo la Lupa, 24/11/10), ha favorecido el posicionamiento persa en sus negociaciones heptapartitas.

Lula y Cristina Kirchner, mandatarios de las dos principales potencias sudamericanas, aprovecharon la zozobra multidimensional de la diplomacia estadunidense, exacerbada por Wikileaks, para reconocer a Palestina como Estado libre, soberano e independiente, basados en las resoluciones de la ONU de 1967, es decir, con 43 años de atraso, lo cual asesta un severo golpe diplomático al maximalismo bélico de Israel en la fase misantrópica de la dupla Netanyahu-Lieberman (el otro Lieberman: ex guarura de cabarets de Moldova y hoy canciller).

Lula y Cristina, quienes han forjado una excelente relación que seguramente perdurará con Dilma Rousseff a partir de enero de 2011, representan dos excelsos mandatarios de la muy creativa diplomacia sudamericana, que no latinoamericana –debido a la claudicación del panismo neoliberal medieval–, quienes se mueven, cada quien en peculiar manera, en la dinámica del incipiente nuevo orden multipolar.

Celso Amorin, el canciller brasileño tan creativo como su homólogo turco Ahmet Davutoglu, anunció el reconocimiento del Estado palestino en las fronteras anteriores a la ocupación israelí de Cisjordania en 1967, como respuesta a una solicitud epistolar de Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, y que fue respondida positivamente por Lula el primero de diciembre (Press Tv, 4/12/10). Lula aboga sensatamente por la coexistencia pacífica de los dos estados de Israel y Palestina.

El silencio de Debka, presunto portal del tan vilipendiado Mossad, ha sido estruendoso al respecto, mientras Eliot Lance Engel, congresista judío (Wikipedia dixit) en el Bronx (Nueva York), por el Partido Demócrata, criticó duramente a Brasil y a Lula, muy probablemente en representación de los intereses de Israel más que los de Estados Unidos, al unísono de las corrosivas diatribas de la representante del Partido Republicano y refugiada cubana Ileana Ros y Adato-Lehtinen (AFP, 4/12/12).

El reconocimiento de Palestina por el gigante latinoamericano ha exasperado a Israel (AFP, 4/12/10): Israel expresa su tristeza (sic) y decepción (sic) por la decisión del presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva un mes antes de su salida, según declaraciones de su Ministerio de Relaciones Exteriores, lo cual, a su juicio, fractura el acuerdo ínterin entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina en 1995 que supuestamente debía resolver el estatuto de Cisjordania y la franja de Gaza mediante negociaciones.

¿No fue justamente Israel quien fracturó el espíritu y la letra de tales negociaciones al emprender su infanticidio contra los palestinos de Gaza (la mayor cárcel del planeta) y al extender su masiva colonización con los jázaros (de origen mongol centroasiático y no semitas) conversos al judaísmo y provenientes de la ex URSS (alrededor de un millón de inmigrantes)?

Inmediatamente después de Lula, Argentina reconoció el Estado palestino, esta vez mediante una carta de la presidenta Cristina Kirchner a Mahmud Abbas en los mismo términos que Brasil (AFP, 6/12/10), leída, en forma asombrosa, por el canciller de religión judía (Wikipedia dixit) Héctor Marcos Timerman, cuya hermenéutica mejor se la dejamos al destacado columnista José Steinsleger.

Cunde el efecto imitativo y el viceministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Roberto Conde, consideró que su país seguiría los pasos de Argentina el año entrante (AFP, 7/12/12).

Conclusión

Sería muy barato reducir la laudable postura de Cristina como una reacción hormonal a las imprecaciones vertidas en Wikileaks sobre su salud mental.

Pero tampoco se puede soslayar el timing –la zozobra diplomática provocada en el Departamento de Estado por las filtraciones– del reconocimiento a Palestina que pronto será generalizado en Sudamérica y al que se sumarán los integrantes del Alba.

Con la notoria excepción de Calderón –hombre ahistórico y sin atributos (para parodiar a Robert Musil), presuntamente controlado por el sionismo financiero global y local–, Latinoamérica vibra con el diapasón multipolar de Palestina.