Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de diciembre de 2010 Num: 822

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Tonantzin-Guadalupe
en Alemania

JUAN MANUEL CONTRERAS
entrevista con RICHARD NEBEL

Toledo el humorista
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Toledo y Kafka: informe para una academia
ANTONIO VALLE

Francisco Toledo:
primeros 70 años

GERMAINE GÓMEZ HARO

El paisaje abismal de Toledo
FRANCISCO CALVO SERRALLER

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ESPECTROS DEL ÉXODO

ANTONIO MORENO MONTERO


Señales que precederán al fin del mundo,
Yuri Herrera,
Periférica,
México, 2010.

Los relatos sobre migración poseen una fuerza narrativa que dilata su dimensión mítica, y suelen ser tan fantasmáticos como refundacionales porque originan cultura, aunque acentúan nostalgia y angustia. Una vez que el lector establece analogías, sin dejar de advertir que es uno de los principales eslabones de la historia mexicana reciente, puede percatarse de que el nomadismo es el eco de un colapso que se ha extendido por todos los continentes. En Señales que precederán al fin del mundo, segunda novela de Yuri Herrera, el autor pone en escena–como anticipa el título– los espectros de un éxodo inexorable mediante personajes en fuga o prófugos de sí mismos, con el propósito de remozar el mito del viaje.

Herrera cumple con rigor rulfiano (porque está consciente de que Comala o Luvina no son mundos distantes ni ajenos) la tarea de percibir de manera irónica y autocrítica las prácticas y saberes que conforman las cosmogonías del presente mexicano. Narrar el éxodo hacia el norte en las últimas dos décadas no sólo devino tendencia literaria de nuevo cuño, orlada de incertidumbre, movilidad e intersticios; es también la necesidad de captar el gesto agresivo de una época de la que emergen mundos que antes eran secretos y subterráneos.

Se sabe que los mitos son intemporales y cambian de indumentaria en épocas caóticas, y se les atribuye la capacidad de proyectar una honda enseñanza que ayuda tanto a comprender conflictos humanos particulares, como a iluminar todo un núcleo temático extraordinariamente importante, y que la novela de Herrera no pasa por alto: está presente, desde luego, el viaje de Makina hacia el norte como eje generador de la trama, con su mundo indígena lleno de sensaciones, premoniciones y experiencias sensibles llevado a cuestas, sin excluir los temas del doble y el fantasma.

Son fantasmas vivos, ausentes, pero el relato oral –la palabra– como arte mimético, les concede la oportunidad de acortar distancias mezclando lo real y lo onírico. Los inmigrantes son mudos e invisibles allá en el norte, y esos mismos que se han marchado, huyendo de la vida miserable, cobran formas fantasmales en el lugar de origen cuando son evocados. Como no hay viaje que carezca de sentido, Makina, una mujer joven del altiplano mexicano que habla tres lenguas (castellano, una lengua indígena e inglés), pone a prueba –es un decir– la capacidad fabuladora de Yuri Herrera, habilidoso urdidor de historias, dueño de una segura transparencia de estilo y claridad, quien hace de ésta una novela arborescente y un portento de lenguaje.

Sorprende la manera en que el autor asume su estar ante la realidad y la perspectiva femenina y étnica que le otorga la novela en un contexto que va de lo local a lo transnacional. Por estas características, Señales que precederán al fin del mundo se podría circunscribir no sólo dentro de una específica literatura de viaje, sino dentro de esa rica tradición creada por Rulfo, en la que los personajes permanecen en el sitio donde echaron raíces hasta quedarse convertidos en polvo o marcharse de una vez para siempre. Y es aquí cuando el relato fantasmático de la migración entra en juego.


EL PAÍS DEL HACEDOR DE CANTOS

SOFÍA RAMÍREZ


Dime dónde, en qué país,
Marco Antonio Campos,
Visor,
España, 2010.

“Qué fue primero: ¿el paisaje o las palabras?”, es la pregunta constante que quizá todo poeta se cuestiona y a los lectores de Dime dónde, en qué país nos asalta en cada poema, en cada fragmento, en cada línea.

Sé que Marco Antonio Campos está orgulloso de lo que ha caminado; sus ojos han albergado demasiados paisajes, tantos que parece como magia el hecho de no confundirlos, que cada país, cada ciudad, cada café, cada plaza tengan su propio sitio, preciso, en los pliegues de la memoria y en el corazón del poeta.

En Dime dónde, en qué país, XXXI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, Marco Antonio Campos juega con la destreza que da la experiencia con los elementos que han caracterizado su literatura, tanto en la forma como en el fondo: la crónica, la poesía y las referencias: las lecturas, la pintura y, por supuesto, los viajes. Y aunque a través de las páginas de este libro vaguemos por las páginas de otros igual de entrañables, Las ciudades de los desdichados o El señor Mozart y un tren de brevedades, o bien, ciertas frases nos revelen los secretos de Viernes en Jerusalén, Dime dónde, en qué país surge como el libro de las grandes preguntas: el que ha viajado sin reposo ¿sabe en verdad de dónde vino y a dónde irá?[…] ¿en qué brevísimo verano regresará como antes la golondrina? […] ¿Es difícil decir algo nuevo en un tiempo en que los poetas no saben ya cantar? […] ¿Por qué cuesta más escribir cuando el cuerpo se deshace que al irlo haciendo? […] ¿No habrá en todo Amberes una sola gaviota que con un grito áspero nos diga lo que perdimos? […] "¿Dónde quedó el que se creía astuto y lúcido sólo por leerse en la máscara de Odiseo?", y líneas del poema que da título al libro: “Dime dónde, en qué país, gris el tren en la ciudad de niebla, podré ver a mi madre, que empezó a contar su edad desde mi nacimiento.”

Y a su vez es el libro de la nostalgia, la melancolía, la soledad, y el libro del “regreso del regreso”, de la desolación, del testimonio. Cada poema en prosa es una evocación y, asimismo, una pieza del rompecabezas llamado vida y obra del autor. Es también un álbum fotográfico de instantes, amores, montañas y mares, y de impresiones en blanco y negro “porque en blanco y negro siempre me he visto, siempre he visto mi alma, siempre visto mi alma”. Y aún más contundente: “En la fotografía como en la vida, la luz puede tener más secretos que la sombra.”

En Dime dónde, en qué país se confunden las palabras y el paisaje, “la melodía del zenzontle” y la musicalidad de cada frase, los colores del atardecer y los matices de cada imagen poética. Se hacen uno el poeta, el paisaje y las palabras y nos entregan una compleja biografía en la que descubrimos al individuo y sus pasos, sus caídas y sus vuelos, los fragmentos de lo vivido que moldean su alma y la constante pregunta: ¿Para qué la poesía?, pero ahora como respondiéndole al padre: “El oficio es inútil, le dije, pero es lo que más privilegia con música variada y palabras en cadencia la simétrica belleza del secreto mundo. No le pasan más cosas al artista que al prójimo lejano, pero siente y repara más en ellas, hasta que las cosas ya no son más cosas.” Y sí, Marco Antonio Campos es el hacedor de cantos encargado de que la vida se haga poesía.


NARRO, UNA PIEZA DEL ROMPECABEZAS
DE LA HISTORIA DE LA CARICATURA

AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ


El maestro Narro,
Eduardo del Río Rius,
Panorama,
México, 2010.

Cuando estuvo de moda el marxismo, se decía con frecuencia que sabíamos más de la prehistoria que de las luchas obreras, lo cual era una gran verdad; parafraseando aquello, hoy podemos decir que conocemos más de la frivolidad televisiva o de cualquier efímera estrellita, que de los caricaturistas de todo el mundo.

Es una pena cómo los “festejos” bicentenarios y centenarios desperdiciaron la oportunidad de hacer un análisis serio de nuestra historia, a través del humor; por un lado, en el ámbito oficial se omitió ese tema, y por el otro “contestataria”, se cayó en el lugar común de buenos y malos, con textos humorísticos plagados de epítetos y descalificaciones.

Desde hace muchos años se vienen investigando diversos trabajos sobre la caricatura y los caricaturistas. Sin embargo, no deja de sorprender situaciones como el caso del más grande autor mexicano del siglo XX, Gabriel Vargas, un fenómeno único en el mundo que trabajó, profesionalmente de los dieciséis a los noventa y cuatro años, y del que sólo hay una tesis en la UNAM, por ejemplo.

A pesar de los avances en torno a la investigación del humor gráfico, con una bibliografía que  se ha ido extendiendo poco a poco, aún existen no lagunas, sino océanos de información.

Tal vez en ello estriba la importancia del libro El maestro Narro, que recientemente dio a conocer Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, y publicado por Editorial Panorama, donde el michoacano rescata la historia personal de José Narro Celorrio, un catalán que llegó a México como parte del importante grupo de exiliados de la Guerra civil española. (Aunque no llegó con el grupo original, sino fue de los que llegaron posteriormente, en 1952).

A estas alturas resulta increíble que José Narro Celorrio nunca sea mencionado entre los documentos y en los estudios dedicados al exilio; no es raro este desdén, pues autores como Tisner (Avel.lí Artis Gener) o Pere Calders, un par de geniales escritores y  humoristas gráficos  catalanes exiliados en México, nunca son mencionados (paradoja: tampoco Rius los alude en este libro ni a muchos otros humoristas gráficos exiliados como López Rey, Antoniorrobles, Ras y una media docena más).

Basta revisar algunos títulos como El exilio español en México (Fondo de Cultura Económica, 1982) o inclusive sitios de internet sobre el exilio o, más aún, de los exiliados catalanes, para darse cuenta de esas omisiones.

Por ello, reitero, el rescate que hace Rius de este autor tiene un gran valor dentro del rompecabezas para reconstruir la historia del exilio catalán en México.

Una explicación acerca de por qué el olvido estriba, de alguna manera, en que el maestro Narro pasó buena parte de su vida en Guadalajara, la capital de Jalisco, y cabe recordar que vivimos en un país centralizado, donde se registra únicamente lo que sucede en el DeFectuoso.

Pero la explicación de la omisión no sólo se debe al lugar de su residencia,  también se debe a que la profesión de ilustrador y, sobre todo, la de caricaturista han sido frecuentemente menospreciadas.

Cabe decir que el nombre de Narro ya había sido mencionado y configurado en una de las listas utilizadas por la Fundación de la Universidad de Alcalá de Henares (FGUA), para ubicar a los humoristas gráficos exiliados en América Latina y que me llegaron como parte de un apoyo en esa investigación.

Aunque encontré algunos libros ilustrados por Narro (uno muy curioso que ilustra, es la autobiografía de Antonio Rius Facius, un cristero que escribe sus memoria en Un joven sin historia), nunca localicé caricaturas entre esos trabajos y por ello Narro no fue incluido en la antología que se publicó en la revista Quevedos, publicada por la FGUA, en el número 30, aparecido en 2006.

De cualquier forma, aunque Rius recibió algunas caricaturas de parte del historiador José María Muria,  que fueron publicados en el Butlletí d’informació dels paisos catalans, una revista que circulaba clandestinamente en Cataluña, podemos decir que Narro es un estupendo ilustrador que incursionó incidentalmente en la caricatura.

Lo mejor de El maestro Narro es, sin duda, la cantidad de imágenes que acertadamente Rius incluyó pues la mejor forma de conocer la obra de un artista es a través de ellas, pues ni la mejor descripción se iguala a la mirada del dibujo.

Buena parte de su producción la realizó con una técnica llamada scratch board, que consiste en “una cartulina recubierta de una pintura blanca especial que al ser rascada con una navajita o punzón, hasta que aparezca el negro que hay debajo de la capa de blanco”. Así, el dibujo parece un grabado.

La virtud de José Narro, además de la calidad estética, es ese retrato de nuestra vida cotidiana y sus trabajos de ilustración en muchos libros de historia mexicana.

Narro llegó a publicar decenas de libros de los que Rius da una lista incompleta tanto de los publicados en España, como de los impresos en México; en las bibliotecas mexicanas se encuentran muchos de ellos, como Las cartas a las golondrinas, de Ramón Gómez de la Serna (Barcelona, Juventud, 1949) o en México, como Pels camins d’utopia, de J. Soler Vidal (Méxic, Club de Llibre Catala, 1958), por poner sólo un par de ejemplos.

Destacan las innumerables ilustraciones para la editorial Panorama, que van desde 1980 hasta 2007.

José Narro murió en Guadalajara, en 1994. Para su fortuna, después de tantos años de olvido, Rius ha rescatado sus trabajos y hoy conocemos de su existencia, sobre todo con un autor tan leído.

Libros como El maestro Narro son una muestra de lo mucho que falta por rescatar tanto de la caricatura, como de la ilustración o del exilio español.

Qué bueno que no se detengan estas investigaciones y que cada vez haya más personas interesadas en recuperar esos trabajos, que son parte de nuestra historia, de nuestra vida.