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Toros

Humberto Flores le cortó una oreja al primero del desigual encierro de Julián Hamdan

Talavantes cuajó todo un faenón y lo echó a perder con el estoque

Presentó su muy personal interpretación del pase de muleta creado por Carlos Arruza

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Enrique Ponce, el triunfador de este domingo en la corrida de la Plaza de Acho, en PerúFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de noviembre de 2010, p. a50

Cuando debutó en la México, en 2007, se dijo que no sabía matar. Aquella impresión quedó confirmada ayer, al verlo pinchar hasta en 10 ocasiones (cuatro y seis, respectivamente). Sin embargo, como artista del capote y la muleta, Alejandro Talavantes ha madurado sin perder frescura, desarrollando creatividad. Por eso dio una calurosa vuelta al ruedo, después de malograr con el acero la faena más importante en lo que va de la temporada 2010-2011.

Ante el segundo toro del encierro de Julián Hamdan, llamado Alma Gemela, negro bragado de 462, que resultó el más alegre de los seis, y que tomó una vara peleando en terrenos de la querencia, no por manso sino porque se les escapó a los subalternos, Talavantes, enfundado en un terno de aguamarina y oro, estuvo en verdad enorme.

Lo saludó con verónicas lentas, desmayando los brazos, y después de la pica lo citó en los medios y se echó el capote a la espalda para zumbárselo en dos saltilleras y luego en dos gaoneras, que remató soltando una punta del capote. Muchos lo ovacionaron de pie. Con la muleta convocó en tablas y giró en redondo, mientras el bicho galopaba hacia él, para recibirlo con una vitamina, seguida de un derechazo, otra vitamina, otro derechazo y una arrucina extraída del panteón de las suertes que ya nadie intenta.

Vinieron dos tandas por la derecha a media altura, estirando el brazo para alargar el recorrido del bovino, y entonces combinó cuatro veces el derechazo con la vitamina, haciendo pasar al toro por delante y detrás de él, casi sin moverse, y se cambió la muleta a la izquierda para dibujar un recorte de alarido. A continuación, más derechazos intercalados con arrucinas, y por último cuatro manoletinas a centímetros de la faja. La gente no se cansaba de aplaudir. Pero... se perfiló para matar y... ¡mierda!, pinchó cuatro veces. A nadie le importó esa fruslería pues, cuando el peludo murió al fin, la ovación lo obligó a dar la vuelta devolviendo abrigos y sombreros a granel.

Frente a su segundo toro, Samito, negro bragado y paliabierto, de 520, debilucho que recibió una varita y no dejó de caerse desde que salió, Talavantes repitió su muy personal interpretación del pase creado por Carlos Arruza, y que consiste en llevar la muleta en la diestra, tirando de la res en dirección de las manecillas del reloj, para mandarla hasta allá y aprovechar, en lo que regresa, para colocarse la franela detrás de la cintura y volver a embarcar al animal, ahora por el lado izquierdo, templándolo apenas con la punta de la sarga.

Talavantes logró una poética variación sobre el mismo tema, ejecutando la suerte de frente a los pitones, de manera que el trazo gana mayor amplitud y le permite mantener los pies fijos. Todo un hallazgo. Pero, como se dijo antes, a ese peludo lo pinchó seis veces y la gente, necia y feliz, volvió a sacarlo para que saludara desde los medios. Incitación que el europeo aceptó cabizbajo, como si fuera a un velorio.

Por su parte, vestido de negro y oro, el veterano jaliscience Humberto Flores –42 años de edad, 17 de alternativa y 17 cornadas– le cortó una oreja al encastado y repetidor que abrió plaza, pero naufragó ante el cuarto, bravo por el pitón derecho y soso por el izquierdo, al que el despistado juez, Gilberto Ruiz Torres, a saber por qué, le dio arrastre lento. Mientras, con un terno rojo –color vino de consagración, que al final resultó sólo de Borgoña– y oro, la joven promesa aguascalentense, Mario Aguilar, se fue en blanco ante los más débiles y mansos del sexteto. Ni modo. El próximo domingo repite El Zotoluco. ¿Con Talavantes?