Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de noviembre de 2010 Num: 819

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos estampas
AURA MARTÍNEZ

Dos poemas
YANNIS DALAS

Alí Chumacero, lector y poeta
JOSÉ ÁNGEL LEYVA entrevista con ALÍ CHUMACERO

La herencia del poeta
NEFTALÍ CORIA

En contadas palabras, Alí
RICARDO YÁÑEZ

El guía de los escritores noveles
RICARDO VENEGAS

Dilma y las manos de Danielson
HERNÁN GÓMEZ BRUERA

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

La otra escena
MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Verónica Murguía

Los funerales del cuervo

Como la gran mayoría de los mexicanos, al despertar en las mañanas me baño, me visto, me bebo una taza de café y, zas, me aplasta una tonelada de malas noticias. La tonelada puede llegar a través de la lectura del periódico, de la radio y, Dios me ayude, de la tele. Hoy, por ejemplo, estuvimos a punto de encenderla temprano para averiguar por qué a las siete y media de la mañana escuchamos helicópteros que pasaban una y otra vez sobre nuestra casa, seguidos de un ulular de sirenas ensordecedor. Nos asomamos a la ventana y sólo nos enteramos de que los vecinos estaban igualmente inquietos. Encendimos la radio y cayó la tonelada.

Entonces escuchamos que a) en Estados Unidos los votantes eligieron a varios ultraderechistas radicales y xenófobos, b) un párroco aceptó dinero de los Zetas para construir una capilla y que además c) el Instituto Mexicano del Seguro Social no tiene dinero y “enfrenta la peor crisis de su historia”. Al final del noticiero, el locutor enumeró las narcofosas, las balaceras, los ejecutados, los desaparecidos, los levantados y unas declaraciones ininteligibles de varios políticos. Le apagamos con el corazón apachurrado.

Nos fuimos a trabajar, ya intoxicados por la sobredosis de información. Yo iba haciendo cuentas: si se hubiera destinado el dinero del festejo del bicentenario al IMSS, ¿no estaríamos todos mucho más satisfechos y el IMSS en una mejor situación? O quizás, si el gobierno federal dejara de atosigarnos con la publicidad melosa y falaz que inunda la televisión y el radio y optara por dar el dinero al IMSS, ¿no paliaría en algo esa crisis? De la guerra contra el narco ya ni digo: los millones de pesos, los recursos humanos y las treinta mil vidas que se han perdido en estos años podrían haber tenido un destino mejor. Me dije:  “Si el proyecto de Calderón hubiera sido la seguridad social, en lugar de su guerra, la vida cotidiana de este país sería otra.”

Eran apenas las once de la mañana y ya me correteaba el mastín negro y triste de la melancolía. Ese mastín no ladra, sólo aúlla. Me mordisquea los talones, pero no le hace falta más que rozarme para hacer que me vaya de boca sobre el pavimento.

Paso cerca del puesto de periódicos y ahí me esperan, siempre contiguos, el muerto y la encuerada. Cierro los ojos para no ver el cadáver maltratado, escarnecido además por el encabezado burlón y zafio, la cara falsamente lúbrica de la encuerada, la tonelada de malas noticias reportadas por los periódicos que no he abierto.

No quiero estar tan triste, así que recurro a mi consuelo habitual: leer Historia. Es, naturalmente, un consuelo agridulce, pues la mayoría de las páginas está escrita con sangre y lágrimas, pero uno suele enterarse de cosas fascinantes mientras comprueba que cada generación tiene su fin del mundo.

Últimamente me ha dado por leer historia de Roma. Roma es, al mismo tiempo, propia y lejana, pues nos separan del imperio al menos dos milenios y un océano, pero hablamos un idioma que desciende del latín y la política, hasta la versión chapucera que practican nuestros representantes, se ejerció en Roma con una pasión asombrosa. La capital, sucia, con problemas de drenaje y las paredes cubiertas de graffiti, atestada de gente a la que le daban atole con el dedo en forma de diversiones horribles, es la madre de todas las urbes modernas.

En La sociedad romana, de Ludwig Friedlaender leo esta anécdota singular, que me libera de la melancolía:  “El cuervo amaestrado se acostumbró a volar todas las mañanas a la tribuna de los oradores, desde donde llamaba por sus nombres a Tiberio, Germánico y Druso y saludaba a la gente que pasaba por allí, causando durante varios años el asombro de toda Roma. Un día, el dueño de una tienda vecina le retorció el pescuezo (al parecer todo furioso porque le había ensuciado un par de zapatos nuevos); al saberlo, el pueblo se indignó de tal modo, que arrojó tumultuariamente de aquel distrito al causante de la muerte del pájaro y luego lo asesinó. El cadáver del cuervo fue transportado solemnemente en unas angarillas conducidas por dos moros y con acompañamiento de música hasta la pira funeraria encendida en la Vía Apia, seguido por un gran cortejo de coronas.” Afirma Friedlaender que el funeral del cuervo sucedió el 28 de marzo del año 35, y que fue registrado por Plinio.

¡Quién viera pasar ese cortejo, en lugar de leer los encabezados de los periódicos!