Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de noviembre de 2010 Num: 818

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Donde la vista nos alcanza
RICARDO VENEGAS entrevista con RICARDO MARÍA GARIBAY

Carpentier, espacio y arte de birlibirloque
ORLANDO ORTIZ

El emigrante
LEANDRO ARELLANO

Tres encuentros con Tolstói

Estambul: el ojo de la abuela
LUIS RAMÍREZ TREJO

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Luis Tovar
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Morelia 8 (III DE IV)

Estos son algunos de los cortometrajes que formaron parte de la sección en competencia del FICM 2010:

Busco empleo (2010), proyecto de tesis de Francisco Valle, un muy prematuramente fallecido estudiante del CCC que no pudo ver concluido este buen trabajo, extenso para ser un corto por sus treinta minutos de duración. La actriz Mariana Treviño resuelve bien la responsabilidad de tener sobre sí el peso mayor de esta historia de una mujer joven –pero no tanto– y optimista –pero no tanto–, que se somete al calvario del llenado de solicitud y entrevistas más bien crueles en busca de ser contratada. De narrativa dinámica y tono sostenido, este corto presagiaba una carrera cinematográfica interesante.

El venado y la niebla (2009), del treintañero Miguel Ángel Ventura, arranca con una leyenda maya acerca de lo que uno ha de hallarse en el vientre de un venado al cazarlo, qué ocurre con el hallazgo y cuándo conviene devolvérselo al mundo, so pena de sufrir el correspondiente y duro castigo si así no se hiciere. Ventura toma el espíritu de dicha leyenda y lo traslada con vigor y buena fortuna a una historia contada en tiempo presente, en la que un joven cazador es hostigado sin descanso por un violador, ebrio y buscabullas que experimenta, en carne y suerte propias, la vigencia del mito maya del venado.


Escena de Lupano Leyva

Lupano Leyva (2010), de Felipe Gómez, hace en diez minutos lo que otros filmes no consiguen con un pietaje multiplicado por diez: cuenta completa, matizada y sin cabos sueltos, la historia del homónimo al título, un soldado federal en tiempos de la Revolución mexicana, desde que su madre lo entregase a un “padrino” con el propósito de que lo convirtiera en un “hombre de bien”. Rulfiano de vocación y alegórico en lo formal, el corto cuenta para el papel protagónico con la solvencia histriónica de la que Roberto Sosa jamás ha prescindido, así como con la intervención de Gerardo Taracena y de Mario Zaragoza, que no le van a la zaga.

Firmes (2010), del director, guionista, fotógrafo y editor Yordi Capó, es un excelente juego de contrastes: desde la elección de un blanco y negro nítidos e intensos para la imagen, hasta el manejo de los sonidos y los silencios que van marcando cada momento de esta historia, también alegórica, de un contraste más: el que la realidad vive un día tras otro, frente a los discursos oficiales. El conducto narrativo es un soldado raso en formación, obligado a mantener la posición militar de “firmes” mientras el poderoso en turno se pondera a sí mismo, como es usual, y mientras el sudor, el cansancio, un mosquito inoportuno, así como la mirada entre curiosa y acusadora de este o aquel espectador, conspiran contra una firmeza tan ficticia como el contenido de los discursos que se escuchan en off, y ahí la voz de Zedillo, de Salinas, de Díaz Ordaz, de Fox, sin que al final sea posible –ni para el soldado ni para Uno– encontrar diferencia cual ninguna en una palabrería gubernamental que se reproduce idéntica sexenio tras sexenio.

En la ciudad (Xoco) (2010), del salvadoreño cececero Raúl Sanabria, arranca de modo promisorio para finalmente caer víctima de inverosimilitudes varias: un joven halla tirada una cinta de película y, en compañía de un malabarista de crucero y una chava, se meten al Centro de Capacitación Cinematográfica a robarse un proyector, para ver la película proyectada contra una pared en una azotea, mientras la gente en el barrio defeño de Xoco ve, admirada, el espectáculo cinematográfico. Mala solución para un tema interesante, actuaciones de cartón, ritmo narrativo tartajeante... una verdadera lástima.

De fut (2009), de José Ramón Chávez, tarda veintidós minutos que van sintiéndose como si fuesen el doble o el triple, para soltar una trama medio tirada de los pelos: la de un niño de once años al que le desagrada mucho el futbol, pero cuya madre insiste en hacer que lo practique, puesto que el padre de Marcelino –así se llama el niño– es hijo de un antiguo entrenador del mismo nombre. Así que Marcelino y un amigo suyo van, averiguan y encuentran al padre de aquél, sin que al final dicho encuentro parezca importante para absolutamente nadie: ni para el panbolero progenitor, ni para el procreado odiador del panbol, ni para la madre de éste.

La mina de oro (2010), de Jacques Bonnavent, fue el ganador del Ojo este año, quizá por la irrefutable factura cinematográfica y por el innegable talento narrador de Bonnavent, mas no por la trama que goza de dichos beneficios: solterona cae en garlito cibernético a manos de familia de estafadores asesinos que viven de engañar a gente madura desesperada en busca de pareja amorosa. Tal cual.

(Continuará)