Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de noviembre de 2010 Num: 818

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Donde la vista nos alcanza
RICARDO VENEGAS entrevista con RICARDO MARÍA GARIBAY

Carpentier, espacio y arte de birlibirloque
ORLANDO ORTIZ

El emigrante
LEANDRO ARELLANO

Tres encuentros con Tolstói

Estambul: el ojo de la abuela
LUIS RAMÍREZ TREJO

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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La robotización de las zonas de combate

EMOCIONES Y GUERRA

En su reciente libro Wired for War, P. W. Singer comenta que sin duda la obsesión de la humanidad con la guerra radica en buena medida en “su capacidad de provocar las emociones más profundas que definen lo que es ser humano: valor, honor, amor, liderazgo, piedad, altruismo, camaradería, compromiso, caridad, sacrificio, odio, miedo y la pérdida de seres queridos”. La búsqueda de este tipo de estímulos en una era de desencanto, cinismo y mediatización de las emociones es sin duda un poderoso magneto para reclutar jóvenes. El mito de la guerra puede ser perversamente fascinante, de ahí el éxito del cine bélico y los juegos de video del estilo de Call of Duty (y otros juegos que ofrecen el punto de vista del tirador), pero esas son experiencias diluidas, controladas y no aspiran a la intensidad de las que provoca la guerra. No obstante, si a la guerra real le quitamos el riesgo, el sacrificio, la angustia y el miedo, y nos queda sólo la experiencia de matar a distancia, entonces la guerra real se ve reducida a una cruel experiencia de la matanza como tarea burocrática o entretenimiento. Esa es la realidad de aquellos “pilotos” de aviones a control remoto y robots armados que aniquilan sospechosos en una pantalla al apuntar y disparar con un joystick.

REEMPLAZOS CYBORGS

La guerra moderna aún depende de soldados que arriesgan la vida al entrar a la bruma del combate, donde la confusión y el pavor son incontrolables y toda confrontación es impredecible. No obstante, a partir de la primera Guerra del Golfo las campañas bélicas estadunidenses y occidentales han tratado de venderse al público como batallas peleadas principalmente con armas inteligentes en las que hay un mínimo de pérdidas humanas (propias) y apenas un poco de “daño colateral”. Después de incontables errores y matanzas de inocentes, no cabe duda que la precisión de estas tecnologías es más que cuestionable. Pero en cualquier caso los frentes de combate están cada vez más poblados de máquinas inteligentes, como los aviones drones, en particular el Predator, que patrullan los cielos comandados desde puestos de control remotos y eventualmente disparan misiles Hellfire y otras armas en contra de blancos sospechosos, que a menudo resultan ser equivocados. La flotilla de Predators ha crecido, de diez en 2001, a unos trescientos hoy, mientras que en 2008 todos los aviones a control remoto del ejército sumaban 5 mil 331, casi el doble que sus flotillas de aviones comunes. En tanto que en tierra los soldados cuentan con robots capaces de desarmar bombas, participar en misiones de rescate, en patrullas de vigilancia, en puestos de observación y reconocimiento, y que pueden ser usados como francotiradores, como el versátil Packbot y su competencia el Talon, máquinas resistentes con una sorprendente autonomía y flexibilidad. Al inicio de la guerra de Irak no había un solo robot en el frente; en 2005 había 2 mil 400, en 2008 eran alrededor de 12 mil y los pedidos siguen aumentado. Hoy el ejército estadunidense cuenta con alrededor de veinticinco tipos de robots diferentes en zonas de combate. La tendencia es a incorporar cada vez más robots en el terreno de combate y reducir la participación de soldados humanos. Un ejemplo: en la marina eliminar a un marinero de un barco representa un ahorro de 150 mil dólares anuales.

VIOLANDO LEYES

Esto puede verse como una evolución lógica del uso de la tecnología para matar al prójimo, pero tiene graves implicaciones, la más obvia es que viola las leyes de la robótica de Isaac Asimov (concebidas en un contexto de ficción pero ahora muy necesarias):

1. Un robot no podrá lastimar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.

2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la primera ley.

3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda.

EL FRENTE DOMÉSTICO

Es bien sabido que poco después de enviar robots a las guerras en el Medio Oriente, el siguiente destino de estas máquinas fue la frontera sur, donde la tarea de cazar terroristas pasó a ser la de cazar indocumentados. El departamento de Seguridad de la Patria adquirió su propia flota de Predators y sólo entre 2005 y 2006 detuvo a 2 mil 309 personas. Además, por lo menos un grupo de civiles cuenta también con aviones a control remoto que usa para vigilar la frontera e informar a las autoridades.

UN PELIGROSO FUTURO

Los robots bélicos de hoy son usados para lesionar y matar (Singer cuenta cómo algunos batallones usan pequeños robots marcbot de 5 mil dólares para enviar y detonar minas en lugares donde hay insurgentes), además de que lesionan y/o matan a gente por inacción, error o negligencia. Estamos en el umbral del momento en que estas tecnologías comiencen a tomar decisiones propias para lesionar o matar humanos deliberadamente. Esta permisividad va a definir la mediósfera de los próximos años y el panorama no es alentador.