Opinión
Ver día anteriorDomingo 7 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Muestra

Hahaha

Foto
Fotograma de la cinta del sudcoreano Hong Saan-soo
L

os juegos del amor y de la conversación. En Hahaha (entiéndase el título como risa espontánea o expresión de entendimiento cómplice), el realizador sudcoreano Hong Sang-soo (Un cuento de cine, 2005; La mujer es el futuro del hombre, 2004) propone una comedia que es un sugerente acertijo para el espectador. Dos hombres, un escritor y aspirante a cineasta y un crítico de cine, se narran, entre copas, las experiencias sentimentales que cada uno ha vivido durante una estancia veraniega en la ciudad portuaria de Tong-yung. El futuro realizador, Moon-kyeong, a punto de viajar a Canadá, escucha las confidencias de su amigo Joong-sik sobre sus aventuras amorosas, sin saber hasta qué punto una protagonista de ese relato es la misma mujer (Seong-ok) de la que él se ha enamorado y a la que acaba de proponer matrimonio. Un tercer personaje, un joven poeta depresivo, sirve de enlace involuntario entre las historias de estos dos amigos que sin haberse cruzado han compartido experiencias similares con la misma gente y en los mismos lugares, y que van revelándose en su intercambio verbal. El espectador es en este enredo un divertido testigo omnisciente.

No es fácil de entrada seguir el entramado de los encuentros y acomodos caprichosos, pero una vez que el espectador ubica bien a los personajes y sitúa convenientemente en el tablero a las parejas sentimentales, lo que sigue es atenerse a dos líneas narrativas muy precisas: la de un hombre adúltero, el crítico de cine, que afanosamente intenta encontrar un equilibrio en su vida amorosa, y la de un cineasta que de modo igualmente laborioso intenta conquistar los favores de una joven enamorada de otro hombre. Un asiático cuento moral, muy en deuda con el cine del francés Eric Rohmer, sobre el azar y los tropiezos del cortejo amoroso, con deliciosos toques humorísticos que a menudo desembocan en el absurdo. El cineasta de 30 años regaña a su madre por su conducta ligera en público y de inmediato no sólo es reprendido por ella, sino azotado en las pantorrillas como un niño de cinco años. Una joven marca su voluntad de ruptura amorosa con el poeta obligándolo a treparse sobre la espalda de ella como un juego infantil de despedida. Así podría seguir el recuento de escenas caprichosas en una cinta que sin embargo se siente calibrada con rigor y maestría narrativa. Adviértase la libertad formal de Hong Sang-soo: una gramática fílmica que no vacila en utilizar recurrentemente el zoom como expresiva figura de estilo, y que señala la conversación de los dos protagonistas a través de fotos fijas en blanco y negro con la voz en off, a la manera de transiciones entre una viñeta y otra. Las piezas de esta nueva cronología del azar terminan por reunirse y el resultado es una comedia romántica que continuamente juega con las expectativas del espectador, frustrándolas, extraviándolas, llevándolas al final a un puerto seguro y muy placentero.