Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de octubre de 2010 Num: 817

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La pasión del reverendo Dimmesdale (la carta escarlata)
ROGER VILAR

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

Escritura y melancolía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

La política económica
HERNÁN GÓMEZ BRUERA

Leonard Brooks y un mural de Siqueiros
INGRID SUCKAER

Heinrich Böll y la justicia
RICARDO BADA

Relectura de un clown
RICARDO YÁÑEZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

Dramafilia
MIGUEL ÁMGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Manuel Stephens

Himno

Uno de los coreógrafos mexicanos más prolíficos y originales es Óscar Ruvalcaba Pérez, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Ruvalcaba se inicia en los vericuetos de la composición en 1985 y presenta su primer programa completo Danza para las masas en 1989. Posteriormente fundó la compañía que lleva su nombre. Tras veinticinco años de trayectoria, el coreógrafo, bailarín, director y maestro festejó este aniversario con el montaje de una nueva producción que se presentó en el Teatro Raúl Flores Canelo del Centro Nacional de las Artes (CNA). Himno es una obra que confirma la exploración de movimiento que Ruvalcaba ha estado realizando a últimas fechas.

Con una férrea formación en danza clásica que inicia en su natal Guadalajara, Jalisco, para después estudiar con reconocidos maestros en Estados Unidos, Cuba y el Distrito Federal, Ruvalcaba baila con diversas compañías estadunidenses y mexicanas, incluyendo la Compañía Nacional de Danza y el Taller Coreográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre otras. Pero su repertorio rebasa su desempeño como bailarín, del que también ha sido intérprete.

Entre sus obras más memorables se cuenta Carlota, la del jardín de Bélgica (teniendo en el papel protagónico a la primera bailarina Laura Morelos y en otras temporadas a Tatiana Zugazagoitia y Tzitzi Benavides). Esta es una obra de gran formato sobre Carlota Amelia de Bélgica, Emperatriz de México y las Américas. Coreográficamente, la complejidad de Carlota se vislumbra en que evita casi totalmente la representación anecdótica de la vida de este personaje histórico, recurre a mínimos indicios para guiar la lectura del público, y muchos de ellos se encuentran no en las acciones de los intérpretes, sino en la conformación del guión musical. El peso de la narración recae repetidamente en las letras que escuchamos, mientras que las danzas son resultado de una desconstrucción de la historia bajo la óptica del cabaret europeo de los años veinte.


Wendy Plata

Los personajes femeninos son centrales en su obra; baste mencionar algunos: Carlota, Tarde en Mogador (solo interpretado por Zugazagoitia, basado en la novela Los nombres del aire, de Alberto Ruy Sánchez) y La divina, María Callas in memoriam (que contó con la participación de Cora Flores, gloria de la danza nacional). El tono desolador e inquietante de algunas de sus obras se ve recrudecido en las dos últimas, Personas desaparecidas y Héroes de guerra, ambas presentadas en el espacio alternativo que es la Sala de Usos Múltiples del Centro Cultural del Bosque.

En Himno, aunque se ve la presencia de elementos de composición que surgieron en éstas, el pathos es más bien de reconciliación con la vida: “Etimológicamente –se nos dice en el programa de mano–, un himno es un canto de celebración nupcial, es decir, festeja la comunión indisoluble de dos personas entre sí, o de uno con una fuerza –propia o ajena– que lo transforma y lo completa. Un himno es, por tanto, un canto de exaltación del ágape nupcial amoroso entre dos, o de uno con un principio superior.”

Himno es una obra de gran aliento con una extensión inusual para un programa de danza contemporánea –noventa minutos con un intermedio de cinco. El escenario aparece dividido por una torre con reflectores que iluminan a los espectadores y lo dividen en dos. La primera parte está musicalizada con Johann Sebastian Bach y, en contraste, la segunda utiliza música contemporánea. Los opuestos o complementarios se hacen manifiestos desde los elementos de producción.


Tzitzi Benavides

Sin embargo, esto no implica la representación de una historia de amor en un sentido melodramático. Ruvalcaba, obsesionado con el movimiento, se acerca a la abstracción y logra atmósferas de tipo espiritual: el reencuentro con uno mismo. Ruvalcaba consigue un espectáculo difícil sobre todo por su duración, pero visualmente impecable y conmovedor, que merece seguir presentándose, pero en un teatro con una isóptica correcta (de todos es conocido que los teatros del CNA están pésimamente diseñados).

Hay que destacar el excepcional trabajo de los bailarines que han entendido el lenguaje de Ruvalcaba a cabalidad. Marcos Sánchez, Wendy Plata, Marco Antonio Barroso, Yazmín Rodríguez, Carlos Hirata y Saúl Freyre.

Desde una perspectiva personal, Ruvalcaba es un coreógrafo que no ha sido apreciado en justa medida por sus colegas, pero quienes disfrutamos su trabajo esperamos veinticinco años más de su danza.