Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de octubre de 2010 Num: 817

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La pasión del reverendo Dimmesdale (la carta escarlata)
ROGER VILAR

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

Escritura y melancolía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

La política económica
HERNÁN GÓMEZ BRUERA

Leonard Brooks y un mural de Siqueiros
INGRID SUCKAER

Heinrich Böll y la justicia
RICARDO BADA

Relectura de un clown
RICARDO YÁÑEZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

Dramafilia
MIGUEL ÁMGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Alonso Arreola
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A Regina Spektor

Regina inteligente, hermosa. Brillante Regina. Tras verte y escucharte sobre el escenario el pasado 16 de octubre, también hicimos números, también sacamos piedras de nuestro cuerpo y calculamos lo ocurrido durante ese largo día en el festival Corona Capital, jornada en que hiciste valer la larga caminata, los elevados precios, la mala comida, el pésimo sonido, la masa que nunca reclama a la máquina de arriba y que termina con los labios azules de tanta cerveza.

Contemplando el mundo desde el montículo dorado que crece sin nublarte el horizonte, sonaste preocupada sólo por cumplir tu contrato con la belleza. Parece que de la música vienes y a la música vas, razón por la cual lo que pase en medio te importa, pero menos. Gracias. De muchas formas sigues siendo la misma de cuando el pop abría los ojos en la caja de tu piano acostumbrado al experimento y el dramatismo, allá en los pequeños clubes de Nueva York. ¿Recuerdas ese tiempo? No es así como funcionan las cosas, pero de alguna forma tomaste a todos por sorpresa y, sin himnos de baile de los ochenta ni guitarras distorsionadas, despertaste de su letargo al DJ de la radio.

Digamos a quien no te conoce que en ti se cumple la doble promesa de un fenómeno mal alimentado en estas fechas: el que muestra talento y regala entretenimiento, cautivando, sembrando su permanencia sin emborracharse con un aplauso listo para vestirse de olvido. Por ello fuimos a escucharte, para ver si era cierto tu amor por los instantes de playa y cocina, cuando dices que el tiempo pasa borrando al presente. Fuimos por la invitación de un amigo en quien se puede confiar y por quien sucedió lo que, supuestamente, no debía suceder: que te conocimos y que no podemos sacarnos tus canciones de la mente.

Heredera de Billy Holliday, Beth Orton, Tori Amos, Joni Mitchell y algunas heterodoxas más, nacer en Rusia y cumplir treinta años en los máximos festivales de rock te ha dado perspectivas que contribuyen a la renovación del songwriting estadunidense. Es así que nos causa gracia que te llamen antifolk en internet, cuando en verdad contribuyes a la expansión y reforma de un género desgastado, anacrónico. Está claro que lo tuyo es hacer canciones amables, pero la calidez de los instrumentos que has elegido, más la inteligencia de tus versos, más el lúdico juego de tu garganta privilegiada, llevan la sencillez a un nivel de virtuosismo peculiar, interesante, duradero.

Así las cosas, parados sobre un césped tapizado de vasos aplastados y con tu voz venciendo al estruendoso escenario de enfrente, alguien nos dijo ese sábado al oído: “¿Pero cómo demonios lo hace?” Se refería a tu forma de cantar melodías insospechadas, rebeldes ante las creativas sugerencias que exprimes al piano. Se refería a las dinámicas que logra tu grupo con sólo batería, chelo y violín, eficiente en la interpretación del movimiento líquido que vive en tus canciones, enemigas siempre de la longitud innecesaria, de la grandilocuencia fácil, de la reflexión que aburre por no atreverse a nombrar una marca de cigarros. Claro que no tuvimos respuesta posible, pues lo tuyo es uno de esos misterios que regala muy de vez en cuando la matemática sanguínea.

Y bueno, tampoco faltaron las cosas raras durante tu primera estancia en México (en toda Latinoamérica, según supimos luego). Mientras nos visitabas, algunos necios te llamaron prepotente. Seres dedicados a la televisión y acostumbrados a cobrar pleitesía, incluso hicieron campaña para boicotear tu presentación. Pero se les olvidó un par de cosas: la primera: tus seguidores son mejores que ellos; la segunda: tú eres mejor que ellos. Aunque es posible que te equivocaras y que alguna neurosis traicionara tus palabras en aquella filmación, lo cierto es que cuando desde el tinglado gritaste “viva México”, te creímos y eso bastó para borrar el malentendido.

Efectivamente, después de ti llegó la inundación. Atrapados en medio de dos fuerzas notables y opuestas, Interpol y los Pixies, buscamos la salida entre empellones y mentadas de madre. Ambos grupos sonaban terrible. Pero no es culpa de ellos sino de los productores. Hubo tanta gente que acercarse a un escenario para escucharlos mejor resultaba imposible, mientras que permanecer a la distancia, abandonados por el volumen y la claridad, parecía una estúpida pérdida de tiempo. Además, para ese momento hacía rato que habías puesto punto final al día, Regina Spektor. Desde aquí las gracias para ti, y la recomendación a quienes leen para que busquen los discos Soviet Kitsch, Begin to Hope y Far.