Opinión
Ver día anteriorLunes 11 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Mediciones
E

n la economía se mide todo. Así se hacen comparaciones para saber si las cosas marchan peor, igual o mejor que antes. Lo hacemos con el nivel de la actividad económica cuando medimos el aumento del producto; con el poder adquisitivo del dinero o los salarios, cuando calculamos la inflación; con la ocupación, cuando vemos las condiciones del mercado laboral, o bien, con el comercio exterior, con el cambio de las exportaciones y las importaciones.

La lista es grande, y buena parte del discurso a favor o en contra de lo que pasa en la economía del país se remite a estos valores y sus variaciones. Un asunto distinto, pero estrechamente asociado con éste, es cómo se combinan esas mediciones para proponer un análisis de las condiciones actuales y las proyecciones para la economía.

Suponemos, para empezar, que las mediciones están bien hechas lo que ya significa mucho y, también, que representan una parte suficiente de lo que pasa en cada uno de esos campos que se atienden, de modo que sea útil para evaluar lo que se hace con las políticas públicas, en los negocios o en las decisiones de las familias.

Puede ser un acto de fe. Este aspecto se refuerza cuando las fuentes de información no son independientes o no las hay que sean complementarias o alternativas. Pero así es como se mandan muchas señales a los diversos participantes de la economía que hacen transacciones todos los días, sin cesar. Ahora bien; eso no significa que en el entorno que se crea prevalezcan las certezas, al contrario, lo que predomina es la incertidumbre con respecto a las decisiones que se toman.

Actuamos como si esas cifras y las conclusiones que de ellas sacan los políticos, funcionarios, hombres de grandes negocios o los expertos fuesen buenas guías para pensar y comprender. Me temo que esta condición está demasiado sobrevaluada. Además de que no debe olvidarse que a nadie se le llama a cuentas por las declaraciones u opiniones que expresa con respecto a los fenómenos económicos, aunque provoquen mucho daño.

Si todos esos personajes pudieran reducir el número de procesos que requieren de una medición, así lo harían, reduciéndolas idealmente a una sola que pudiera usarse y manipularse de mejor manera para decir y hacer lo que así correspondiera. Sería como una mezcla de la Granja de los animales y 1984 orwellianas.

Esto aún no se consigue. En cambio hay que hacer un trabajo continuo de selección y combinación de los indicadores principales y de otros secundarios para aproximarse a una comprensión de lo que pasa, cómo y por qué pasa y sus repercusiones. Un trabajo parcial sea por deficiencias del método o por la promoción de ciertos intereses –legítimos o no– han conducido recurrentemente a crisis de gran profundidad. La que ocurrió en el sistema financiero de Estados Unidos en 2008 es un caso muy representativo. Ese aspecto es hoy tema de debate que va mucho más allá del campo propio de la economía, a pesar de que este siempre tiene apellido: el economía política.

Así que diagnosticar acerca de las condiciones de funcionamiento de la economía es un asunto complicado. Lo que hoy parece muy bueno, mañana puede expresarse como un escenario adverso. Eso no significa, sin embargo, que no haya una cierta lógica en los procesos que están involucrados y que al final se miden en la capacidad de generar riqueza y bienestar.

Las acciones deben estar lo mejor planeadas posible, ser flexibles para corregir cuando sea necesario y en un marco de continuidad. Este asunto requiere un horizonte largo, una visión amplia y mucha dedicación y perseverancia. El proverbio chino que dice que el tiempo no respeta lo que se hace sin él aplica aquí. Pero siempre hay un proverbio chino que puede usarse.

En un estado de resultados de una empresa hay un número al final que indica qué pasó en el periodo que se considera: el resultado neto, pérdida o ganancia. Si hay una ganancia, aun así quedan preguntas por resolver: ¿fue la más alta posible?, ¿expresa ese dato de modo atinado cómo funcionó la empresa?, ¿usaron los directivos métodos creativos en la contabilidad que esconden problemas que se manifestarán más tarde? La medición es necesaria pero no lo es todo.

Una cosa similar pasa con los análisis económicos. Los resultados parciales que se van generando y el de fin del año, indican el modo de funcionamiento: creció el PIB, bajó la inflación, se mantuvieron las tasas de interés, se apreció el peso frente al dólar, se exportó más, más gente estuvo empleada. De ahí se derivan apreciaciones que muchas veces van más allá de lo que es posible concluir de modo lineal. También hay formas de contabilidad creativa y dar cuenta de procesos que no indican necesariamente que vayan a sostenerse.

Estas mediciones confluyen en la temporada del presupuesto federal. Es cuando más realismo debe prevalecer entre los funcionarios y los legisladores –aunque está al acecho el realismo mágico–, cuando más capacidad técnica se requiere y más solvencia moral. Ese coctel es de difícil factura y tiende a subirse rápido a la cabeza. Esto suele agravarse en un periodo en que está ya abierta la carrera por la sucesión presidencial.