Siempre lo ha sido, pero en especial la tarde de ayer sábado lo fue todavía más: el poeta de todos. Y el poeta fue, asistió, estuvo presente en su homenaje, ahí, en el Club de Periodistas. Con algunos malestares de salud, con sus 86 años. Pero llegó.

Él que es, como se dijo, poeta fundador de cantos, autor fiel a su esencia, leído por los presentes cuando jóvenes y después, cuando adultos, pues el cantor, como dijo Hermann Bellinghausen, está cada vez mejor que nunca, redescubierto por la magia de la relectura.

Sin embargo, el propio Bonifaz Nuño, al fin un caballero, dijo que le parecía que los poetas jóvenes eran mejores que los de generaciones anteriores. Y, en charla muy breve con periodistas, también dijo que se sentía muy contento y agradecido con el homenaje de los poetas al poeta y se dio tiempo para opinar que era muy merecido el Premio Nobel de Literatura al escritor peruano Mario Vargas Llosa.

Y con el poeta y periodista de La Jornada también coincidieron otros cantores: Raúl Renán, Elva Macías, Jorge Fernández Granados y Silvia Tomasa Rivera, presidenta de la Fundación Posada del Poeta Rubén Bonifaz Nuño, espacio a punto de concretarse.

O Marco Antonio Campos, quien leyó el poema Memoranda a Rubén Bonifaz Nuño para que vuele de nuevo en el azul a Nueva York, en el que describe un viaje con el poeta y otros escritores como Carlos Montemayor, en 1983: ¿Qué no sabe, digo, no lo sabe, digo,/ que el vuelo y el duelo de su canto/ fue del ave sola en la noche desalada?

O Vicente Quirarte, quien envió un texto porque no pudo asistir, en el que citó espejos para atisbar las dichas esencias del poeta. Hiel del macho hasta el fondo; bilis/ negra del macho desde el fondo; amargo/ tizón viril del que se aguanta. Y aseguró que hacer parte nuestra sus poemas nos templa el alma.

O Víctor Manuel Mendiola, quien recordó que Bonifaz es un poeta muy mexicano, sí, pero también muy universal, que en él conviven la modernidad y la tradición, el simbolismo y la vanguardia.

O Juan Joaquín Péreztejada, quien como buen porteño hasta zapateó su lectura, acompañado de las palmas de un auditorio lleno por el poder de convocatoria de Bonifaz, pese a estar flanqueado el club por dos ferias de libros: una en el Zócalo y otra alternativa, en la Alameda.

Y con ellos muchos más, hasta superar los 20, porque todos querían rendir tributo al poeta, traductor, humanista, especialista de la cultura clásica occidental y de la cultura del México antiguo.