Política
Ver día anteriorMiércoles 18 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 

Por décima ocasión ha congregado en día de juego a activistas pro derechos de los migrantes

El estadio de los Diamondbacks de Phoenix, escenario de protestas contra la SB 1070

Ciudadanos estadunidenses detenidos en las manifestaciones sienten en carne propia la represión

Foto
Fans con playeras que rezan Legalicen Arizona tratan de eludir a un guardia en el campo de juego durante el encuentro entre Nacionales y Diamondbacks, el domingo pasado en WashingtonFoto Reuters
Enviado
Periódico La Jornada
Miércoles 18 de agosto de 2010, p. 21

Phoenix, 17 de agosto. Son ya 10 las veces que los manifestantes han venido a protestar frente al Chase Field, el estadio de los Diamondbacks. Y Mari ha venido a todas. A veces, como ahora, la acompaña su hijo de tres años, a cargo del letrero de un puño con la palabra Resiste. Y justo en esas anda su mamá.

Mari llegó a Phoenix a los nueve años de edad, desde su natal Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Tiene ahora 24 y además de cajera en un restaurante es una movida activista del Comité de Defensa del Barrio (CDB), en el oeste de la ciudad. Va de puerta en puerta pidiendo a los hispanos que se sumen a la lucha, no se pierde las reuniones ni los mítines.

En la protesta de hoy, la primera fila la forman varios hombres blancos que apoyan a los inmigrantes. A un par de jóvenes que vienen a ver el juego les parece divertido y piden tomarse una foto con ellos. Uno se llama Robert, un gringo güero y grandote, californiano, que apenas chapurrea el español pero no se pierde las reuniones de la coordinación de los CDB, que son 95 por ciento en el idioma de los inmigrantes. Al día siguiente, en solitaria protesta carteles en mano, Rob informa: En ese restaurante está Arpaio (el sheriff antinmigrante). Pero hoy ni se inmuta cuando un sujeto lanza gritos: ¿De qué demonios están hablando? ¡Es la ley, sólo es la ley!

La jornada es leve. En otras ocasiones algunos asistentes han roto sus boletos y con ello renunciado a entrar al estadio, como muestra de apoyo. Son más, sin embargo, los días en que han tenido que ignorar gritos como ¡beaners! (frijoleros), ¡váyanse a México! o ¡no merecen estar aquí!

Si no se hubiera metido a la política no lo estaríamos boicoteando, dice Alma Mendoza, una achispada veracruzana, de Río Blanco, que maneja un carro gigante con una calcomanía que dice, en inglés: Los políticos y los pañales deben ser cambiados por la misma razón.

Alma –dueña de mi propia compañía de limpieza de casas– se refiere a Ken Kendrick, socio principal de los Diamondbacks (o Cascabeles), el equipo de beisbol de Phoenix, quien, según los activistas, públicamente dice estar en contra de la ley SB 1070 (algunas de sus estrellas son hispanos), pero ha financiado con más de un millón de dólares al Partido Republicano y organizó una fiesta privada, en el estadio, para el senador estatal Russel Pearce, principal redactor de la más conocida como ley Arizona.

Estas protestas se han extendido a lo largo y ancho de Estados Unidos, a la entrada de los estadios o dentro de ellos. Sea en Florida, Nueva York o Los Ángeles, cientos de manifestantes demandan que cambie la sede del Juego de Estrellas, a realizarse aquí en 2011.

En esta ciudad, varias decenas de personas se reúnen frente a una de las entradas del Chase Field cada vez que hay juego. Los fanáticos, la mayoría blancos, entran al estadio con caras de sorpresa por los letreros y gritos de los manifestantes. Somos humanos, Justicia, alto al odio, son algunas de las consignas, la mayoría en inglés, aunque de cuando en cuando se cuela por ahí un “El que no brinque es migra”.

Al estadio también entran negros e incluso hispanos. Esos sí ya ni la friegan, dice Alma Mendoza, indignada además porque la estación radiofónica La Campesina, fundada por César Chávez, regala boletos para los juegos de los Diamondbacks.

Paradójicamente, el pítcher del equipo de beisbol de Arizona es mexicano. Se llama Rodrigo López y nació en Tlalnepantla, estado de México. “Me siento decepcionado, puesto que Arizona ha sido mi casa durante los últimos cuatro años y ahora podrán detener a una persona por el simple hecho de parecer latina”, ha dicho el lanzador a la página Fanhouse.

Me agarraron los cherifes

Frente al Chase Field, Mari grita consignas en inglés y en español, y al día siguiente se le puede ver en una protesta a las puertas de la oficina del sheriff Joe Arpaio. En el único sitio donde no se le vio fue cerca de los policías el pasado 29 de julio, porque el plan –que se cumplió– era que sólo fueran arrestados los entrenados para ello y que además fueran ciudadanos estadunidenses. Cayeron 88, pero sólo tres eran de Phoenix.

Uno fue el líder del Movimiento Puente, Salvador Reza, nacido en Chihuahua pero habitante de Arizona desde niño. A él y otros activistas experimentados se les movió el tapete: Siempre le decimos a la gente que cuando sea detenida sólo diga su nombre y pida a su abogado, pero no es nada fácil.

A la hora de la verdad, “eso es muy difícil. A mí me presionaron y me amenazaron con dejarme detenido 20 días si no les daba mi ciudadanía. Y si eso me hacen a mí, imagínense…”, dice Reza, en una de las reuniones de los CDB.

La ley SB 1070 ha propiciado la creación de comités en toda el área urbana de Phoenix. Los comités tienen reuniones semanales, donde los asistentes son informados de las acciones contra la legislación racista y reciben los consejos de abogados. Además se organizan para ir a tocar de puerta en puerta, como lo hace Mari, para invitar a los vecinos a sumarse a la causa.

Una vez terminados los asuntos del orden del día, suelen cantar alguna vieja canción de protesta, un rap en inglés y español (no spanglish) o, como Salvador Reza, su adaptación de un corrido, guitarra en mano: “Me agarraron los cherifes al estilo americano/ y aunque no soy criminal así es como me trataron…”

Antes de despedir la reunión, la veracruzana Alma informa que se recaudaron 330 dólares para la repatriación del cuerpo de un jornalero guatemalteco que se cayó mientras cortaba una palmera. Ya no tuvo derecho ni a ser deportado, vaya.

La policía o los perritos

Las hermanas menores de Mari, nacidas aquí, tienen la ciudadanía estadunidense, de la que carecen ella, su madre y una hermana más. Mari es, así, una de las 460 mil personas sin documentos que viven en Arizona y forma parte de un hogar con esquema familiar mixto, como se refiere el Centro Hispánico Pew a los núcleos de miembros con y sin papeles.

Cuando se pregunta a Mari cómo llegó hasta aquí, la respuesta es simple: Pues como todos. O sea que esta joven chiapaneca cruzó a pie, por el desierto; estudió aquí, se casó con otro mexicano y ahora se las arregla sola con su hijo de tres años. Él no le veía sentido a esta lucha, ya se fue a Utah. Con el marido también se fueron dos familias vecinas: Unos a Guadalajara y los otros a Morelos.

Mari acomoda el letrero que su pequeño hijo sostiene. No va a la escuela. En el ciclo que acaba de iniciarse, los diarios locales informan que en muchos barrios las escuelas han perdido entre 20 y 30 por ciento de sus estudiantes. Los niños que siguen asistiendo cargan ahora en sus mochilas los números telefónicos de las personas a las que deben llamar en caso de que sus padres no puedan recogerlos por haber sido arrestados.

La historia que hila Mari resume algunos de los problemas cruciales que los migrantes indocumentados han padecido en los últimos años en Estados Unidos.

Por ejemplo, la crisis económica la dejó sin casa: Pagamos mil 500 dólares mensuales durante dos años y aun así perdimos la casa. La habíamos agarrado en 200 mil dólares y supimos que la vendieron en 70 mil.

También hay historia antigua: Tenía nueve años cuando la maestra me prohibió hablar español, y mi mamá no pudo hacer nada porque no hablaba inglés.

Y el drama de hoy: Tenemos una vecina viejita, blanca, neurótica. Nos amenazaba con denunciarnos porque decía que nuestras mascotas ladraban mucho. Y como no queríamos que la policía llegara a nuestra casa, mejor regalamos los perritos.