Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de agosto de 2010 Num: 806

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Filosofía y poesía
ANTONIO CICERO

B. Traven en Tampico
ORLANDO ORTIZ

La propuesta narrativa de Agustín Fernández Mallo
JORGE GUDIÑO

Elvis cumplió setenta y cinco
ALEJANDRO MICHELENA

Génova 2001: la marcha de los desobedientes
MATTEO DEAN

Metrópolis: la recuperación y sus metáforas
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Germaine Gómez Haro

Pierre Soulages: las voces luminosas del negro

El próximo 22 de agosto finaliza la exposición de Pierre Soulages en el Museo de la Ciudad de México: una oportunidad única de ver la amplia trayectoria del artista vivo más importante de Francia. Cerca de noventa obras dan cuenta de las diferentes etapas de un creador que, a sus noventa y un años de edad, conserva una lucidez envidiable y la fuerza de seguir explorando los insondables misterios de su arte: la captación de la luz a través de las profundidades del color negro.

Pierre Soulages (Rodez, Francia, 1919) se dio a conocer en la década de los cuarenta en el contexto del informalismo abstracto de la postguerra que abarca las diferentes tendencias que se desarrollaron en Europa y América: la abstracción matérica en Barcelona (Tápies), el Art Brut (Grupo CoBrA, Dubuffet), el tachisme (del francés tache, mancha) donde se ubicó en su momento a Soulages, junto a artistas como Nicolás de Stael, Hans Hartung, Serge Poliakoff, Georges Mathieu, entre otros, asociados al expresionismo abstracto de la escuela de Nueva York. La exposición inicia con su obra temprana de los años cuarenta, representaciones sígnicas cercanas a la caligrafía oriental que el pintor de origen chino Zao Wou-Ki puso de moda en el París de la postguerra. Desde la infancia, Soulages se sintió atraído por los misterios inaprensibles del color negro, según expresa con cierta ironía:  “Estuve obsesionado con el negro desde niño. Usaba siempre colores negros y cuando me preguntaban qué estaba pintando simplemente respondía que era nieve. Ahora pienso que tal vez utilizaba el negro para resaltar el blanco del papel.” Ciertamente el negro, con sus múltiples ecos y sutilmente combinado con otros tonos, ha sido el protagonista principal de sus magníficas pinturas, que en 1979 dieron un viraje total para centrarse en la exploración del negro total, lo que el artista ha llamado Outrenoir –“ultranegro” o “más allá del negro”– es decir, pinturas realizadas en infinidad de variantes técnicas y formales a partir del uso exclusivo del color negro. Hay que recordar las teorías de Merleau-Ponty en boga en los años cuarenta –Fenomenología de la percepción– retomadas por Soulages en su incansable búsqueda del fenómeno de la luz reflejada en la poderosa superficie del negro. “El color negro es un color de origen –apunta el pintor–. Antes de nacer, antes de ver el día, estamos todos en el negro.” Por tal razón, su obsesión por este color no tiene límites y sigue siendo, después de tres décadas, fuente inagotable de inspiración.


Peinture 19 juin, 1963 260 × 202

Explorar la luz a partir de la experiencia de la oscuridad no es, desde luego, aventura exclusiva del pintor francés. Ya en el siglo XVII el humanista y científico Robert Fludd había desarrollado eminentes teorías al respecto, mientras que los grandes maestros –Caravaggio, Velázquez, los flamencos y los holandeses– llevaron a sus últimas consecuencias el tratamiento pictórico del negro como abanico inabarcable de posibilidades tonales y sensoriales, pero Soulages, en su empeño y obsesión, ha sido –quizás– el pintor contemporáneo que mejor ha captado y expresado los infinitos lenguajes de este color que –en teoría– representa la ausencia de la luz. Para él, la superficie negra es el espacio idóneo para plasmar los efectos lumínicos que varían de acuerdo con la aplicación de las capas matéricas en la superficie del lienzo y de la composición siempre equilibrada y bien balanceada de sus brochazos dispuestos en diferentes sentidos y con diversas intensidades a lo largo y ancho de la tela. Ante la obra de Soulages el espectador atento tendrá la oportunidad de hacer múltiples lecturas y descubrir una serie de variantes tonales y formales en cuadros que –en su simple apariencia– podrían resultar monótonos. La museografía de la exposición es espléndida y el montaje espectacular, lo que realmente da pie a la participación del visitante en la experiencia sensorial que Soulages obsesivamente busca expresar a través de sus negros infinitos:  “Me gusta que este color violento incite a la interiorización”,  ha repetido en diversas ocasiones. Sí, sus lienzos negros como la profundidad de los tiempos destilan un hálito sagrado de difícil clasificación. Son pinturas que imponen por su sobriedad y austeridad, como las misteriosas abadías románicas: obras que tienen el poder de emocionar a partir de una economía de lenguaje, un puntual ejemplo del “menos es más” que cumple con el objetivo de su creador: “Busco que ante mis cuadros el espectador se encuentre solo consigo mismo.” Sí, Soulages consigue que el visitante avezado experimente ante sus misteriosas obras la maravilla del estado de contemplación.