Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de agosto de 2010 Num: 806

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Filosofía y poesía
ANTONIO CICERO

B. Traven en Tampico
ORLANDO ORTIZ

La propuesta narrativa de Agustín Fernández Mallo
JORGE GUDIÑO

Elvis cumplió setenta y cinco
ALEJANDRO MICHELENA

Génova 2001: la marcha de los desobedientes
MATTEO DEAN

Metrópolis: la recuperación y sus metáforas
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Rush: la banda de culto más grande del mundo

Scott MacFadyen es un tipo alto, rubio y de pelo largo cuyo andar desgarbado parece no tomarse la vida muy en serio. Sin embargo, tras la pinta de motociclista amante de la cerveza se halla un cineasta comprometido que ha ganado reconocimiento mundial en menos de un lustro. ¿El secreto? Hacer documentales sobre sus bandas favoritas de rock, especialmente si están relacionadas con el metal y el progresivo. Así de simple. Algo que nadie había hecho con profesionalismo y que hacía mucha falta para subrayar los enormes logros evolutivos de estas músicas, incluyentes como pocos se imaginan.

Su primer y magnífico intento fue Metal: A Headbanger’s Journey, cinta con la cual integró de manera definitiva las muy distintas corrientes de la distorsión para ofrecer un panorama histórico nunca antes visto, necesario en la desmitificación y conocimiento de sus involucrados. Tras el éxito inmediato del proyecto, para el que logró entrevistar a grandes leyendas, llegó la oportunidad de producir la retrospectiva definitiva de Iron Maiden, el grupo con las más exhaustivas giras de que se tenga memoria. En su realización acompañó a los músicos durante meses, lo que derivó en Iron Maiden: Flight 666, la consolidación de MacFadyen como un testigo audaz, tras lo cual pudo ser fácil elegir como siguiente paso a otra banda de gran estatura tipo Metallica; pero no, su elección sorprendió a todos. Rush: Beyond The Lighted Stage, dedicada a los canadienses de Rush, acaba de salir a la luz para ganarse el Premio de la Audiencia en el Festival de Cine de Tribeca, lo que confirma dos cosas: primero, que un director riguroso puede difundir la obra de cualquier artista desde la intimidad sin caer en el cliché de las revelaciones personales y manteniendo su juicio al margen, y segundo, que Rush es una banda fundamental para la historia del rock pese a estar siempre marginada por la gran crítica, ésa que nunca pudo etiquetarla ni tuvo el suficiente conocimiento para juzgar la altura de su música. Aseveración de fanático obtuso –lo sabemos–, la justificaremos intentando lo imposible: contarle al lector a qué suena uno de los casi treinta discos de Rush.

Sustentado por la fuerza del formato preferido en buena parte de los sesenta y setenta, el power trío, Geddy Lee (bajo), Alex Lifeson (guitarra) y Neil Peart (batería) son considerados –ahí sí unánimemente– tres de los más virtuosos instrumentistas de todos los tiempos. No conformes con ello, empero, la factura de sus letras se relaciona con mucha de la mejor literatura universal (Peart es el responsable), y en el estudio de grabación no escatiman para conseguir un gran nivel sonoro que muy seguido se ve completado con teclados y coros grandilocuentes. Así, la mezcla de compases simples y compuestos más el complejo contrapunto melódico-rítmico enaltece un efectivo recorrido de voz que, aunque muy aguda, corona con eficiencia el engranaje interno del conjunto. En resumen, a Rush se le tararea fácilmente si se le escucha desde la superficie, pero se le rinde culto al diseccionarlo a profundidad. O sea que, como muy pocas agrupaciones (tal vez el Porcupine Tree de hoy), supo adueñarse a lo largo de treinta años de una audiencia “intermedia” que sabe gozar de distintas músicas, pero que se compromete fielmente sólo con cierto tipo de estética: una muy intensa que suma la acrobacia física a los estados sentimentales e intelectuales.

Navaja de doble filo, la sofisticación de su rock-metal-pop-progresivo los ha mantenido fuera del Salón de la Fama, incluso siendo una de las influencias más reconocidas para quienes viven allí desde hace tiempo. Prueba de ello son los testimonios que en la película ofrecen Gene Simmons (Kiss) y Kirk Hammett (Metallica), figuras que se quitan el sombrero en este raro e inesperado tributo que integra materiales nunca vistos, así como la participación incondicional del trío, algo inédito en su trayectoria. Porque he ahí otro asunto: Rush odia tanto la fama como la fama odia a Rush, por lo que sus miembros pocas veces dan entrevistas o se presentan en público.

Dicho esto, son pocos los melómanos latinoamericanos que disfrutan a Rush, incluso cuando el grupo ya tocó en el Foro Sol mexicano y metió 60 mil personas en el Maracaná de Río de Janeiro. Incluso cuando, sólo tras los Beatles y los Rolling Stones, ostenten el tercer lugar con discos de oro o platino consecutivos. Incluso cuando han obtenido numerosos premios y portadas en revistas y cuando cientos de miles de músicos han tenido como única meta en la vida poder tocar las partituras de piezas como “yyz”, “La Villa Strangiato” o “Tom Sawyer”. En conclusión, Rush: Beyond The Lighted Stage es el DVD que su seguidores siempre anhelaron, pero antes que eso es un extraordinario acercamiento a la vida de tres grandes músicos, lo que cualquier melómano puede disfrutar.