Opinión
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Una fotografía
V

eo en la página 46 de la excelente revista Cuartoscuro (número 103, agosto-septiembre de 2010) una fotografía de un mitin del MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación) en la Plaza de Toros México, el 8 de septiembre de 1968.

El MURO, para quien no lo recuerde, fue una organización fascista-católica (parte de El Yunque fundado en 1955) que, por lo menos en apariencia, surgió en la UNAM con estudiantes dispuestos a enfrentarse con violencia a las fuerzas de izquierda reavivadas por el triunfo de la revolución en Cuba. Constituido en marzo de 1962, tiene su origen, como bien nos lo recuerda Édgar González Ruiz en su libro sobre el tema (y como lo viví de cerca), en un enfrentamiento entre simpatizantes de la revolución cubana y un grupo de anticastristas que quemó, frente a la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, una efigie de Fidel Castro. Este enfrentamiento fue en julio de 1961.

Entre los dirigentes estudiantiles del MURO destacaban dos: Víctor Manuel Sánchez Steinpreis, actualmente profesor de la ultrarreaccionaria Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, y Fernando Baños Urquijo, hermano de Emilio Baños Urquijo (ya fallecido), quien fuera suegro de César Nava, esposo de Cecilia Romero y beneficiario de Felipe Calderón cuando fungió como director de Banobras. Cecilia Romero, por cierto, es cuñada de Luis Felipe Bravo Mena, secretario particular de Calderón. En fin, hay tantos yunquistas rodeando a Felipe Calderón, que hasta hacen pensar que este último también es parte de esa organización cada vez menos secreta.

Lo que me llamó la atención de la fotografía de Cuartoscuro fue algo que no sabía y que guarda analogía con el papel que le ha dado Calderón al Ejército Mexicano en su guerra, por ahora, contra el crimen organizado. En 1968, como se recordará, hubo grandes movilizaciones estudiantiles cada vez con mayor apoyo popular, y el 7 de septiembre, después del informe presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, se llevó a cabo un mitin en Tlatelolco de gran significado porque, al congregarse alrededor de 25 mil personas, el movimiento estudiantil se recompuso después de que parecía haber menguado en su fuerza y entusiasmo. Fue al día siguiente de este mitin que se realizó el del MURO.

Gustavo Díaz Ordaz usó al Ejército Mexicano en contra de los estudiantes y de los sectores populares que los apoyaban. Desde el 29 de julio de ese año los soldados, junto con la policía, intervinieron rodeando las escuelas universitarias del Centro Histórico y fue entonces cuando se dio la destrucción de la puerta de la Preparatoria 1 con una bazuca. En la manifestación del 27 de agosto, la segunda al Zócalo del DF, fuimos amedrentados por maniobras militares, sin que ocurriera nada serio en ese momento. Al día siguiente se dio el desagravio a la bandera, que no le funcionó al gobierno como esperaba, pues muchos burócratas acarreados se le voltearon. Cinco días después de la impresionante manifestación del silencio (13 de septiembre), el Ejército ocupó Ciudad Universitaria. La ocupación duró 12 días y el rector Barros Sierra protestó y presentó su renuncia que no fue aceptada por la Junta de Gobierno de la UNAM. El último golpe militar fue el trágico 2 de octubre, en Tlatelolco. Después de esos sucesos se pensó que el Ejército Mexicano no volvería a actuar, por instrucciones presidenciales, en contra de la población.

Echeverría tuvo el cuidado de usar paramilitares el 10 de junio de 1971 y López Portillo creó la Brigada Blanca, grupo secreto paramilitar (formado por militares y civiles) para terminar, según él, de una vez por todas con lo que quedaba entonces de las guerrillas. Salinas, pese a sus enormes defectos, se cuidó de usar directamente al Ejército contra el EZLN.

Fue Zedillo quien volvió a usar el Ejército para que fungiera como coadyuvante de la PGR contra los zapatistas en Chiapas. Todos supimos que las cosas fueron al revés: los subordinados al Ejército eran los agentes del Ministerio Público Federal. Así los vimos actuar y esto no tiene vuelta de hoja. No fueron los judiciales los que destruyeron las casas y las fuentes de agua de las comunidades zapatistas, ni los que defecaron y orinaron en las pertenencias y comida de los indios; fueron los soldados. Pero aun así, se cuidaron las formas legales, aunque de forma muy artificial y poco convincente. Con Calderón no. El Ejército Mexicano y también la Marina son usados como policía para matar a supuestos o probados narcotraficantes en lugar de detenerlos vivos y juzgarlos como manda la ley, para patrullar calles y carreteras, para amedrentar, en fin, a los ciudadanos indefensos y en su mayoría inocentes.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la fotografía que he citado? Que en paralelo con el movimiento estudiantil de diversas orientaciones de izquierda, hubo otro de ultraderecha, fascista, del que me vengo enterando y que, al igual que las huestes de Guillermo Velasco Arzac y México Unido Contra la Delincuencia, simpatizaba con la idea de militarizar el país. Lo revelan las sorprendentes mantas del MURO en la plaza de toros del 8 de septiembre de 1968 (cito como se ven en la foto): “Viva soldado, defensor sue […] xicano”, Viva el glorioso ejército nacional y, al mismo tiempo, Cristo reina, Muera el comunismo, Viva México católico, Viva Cristo rey, etcétera.

El comunismo no es una amenaza hoy, pero los apoyos de la derecha y la ultraderecha al Ejército no han cambiado, como tampoco el apoyo del Ejército a la derecha y a la ultraderecha. Y esto es lo preocupante. Cierto es que el Ejército es institucional, el problema es la orientación política de su comandante en jefe. Es a éste al que hay que cambiar antes de que México termine militarizado (que poco falta).