Opinión
Ver día anteriorMartes 10 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El regreso
D

urante las vacaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, pues yo me fui fuera del país. Eso estoy seguro que le importará muy poco o más bien nada a nadie. Eso me queda claro y no voy a hablar sobre mi viaje que hice en dos ciudades europeas. Lo que sí, es que decidí, al salir no pensar, hablar o querer enterarme de lo que pasaba en México. Simplemente me desconecté totalmente. Estoy seguro de que todos pensamos, y creo correctamente, que estar de vacaciones no es lo mismo que estar donde transcurre la mayor parte de nuestra vida, la cual está plagada de problemas cotidianos que hay que resolver y que están ausentes durante las vacaciones, sobre todo si salimos fuera.

También estoy cierto que todos sabemos que las grandes urbes donde sea, están también plagadas de problemas, al fin y al cabo tienen que resolver las diversas necesidades de su población. También es cierto que es difícil, sino imposible, satisfacer a todos al mismo tiempo. Donde sea que vayamos, donde sea que nos asentemos o por donde sea que pasamos, se ve que debe haber problemas y que hay gente contenta y otras que no tanto y siempre hay esta ilusión la más de veces falsa, de que allá o acullá se vive y se está mejor que acá donde estoy. Pues bien, aun reconociendo todo esto y además estando consciente de esto, debo decir y me quedó clarísimo, que la calidad de vida que ofrecen las grandes metrópolis europeas es abismalmente superior a la que tenemos nosotros. No quisiera que me descalificaran con el ya desgastado cliché del malinchismo. Es que simplemente la calidad de vida por allá es infinitamente superior a la nuestra. La seguridad, la educación, la comida, la atención, la limpieza, el orden, el respeto a los peatones, a los ciclistas, a los ancianos y lo que a usted se le ocurra. La cantidad de turistas es impresionante, de todas latitudes, la cantidad de diversos idiomas que se escuchan es de impresionar, las caras, colores y presencias tan diversas permiten apreciar ejemplos de sociedades distantes a la nuestra. Y si bien gañanes hay donde sea, en general se percibe y se siente algo que aquí prácticamente desconocemos: la civilidad. Me tocó ver en una playa de la Costa Brava española un grupo de entre 50 y 60 niños, perinolitas, que tomaban un curso de verano ofrecido año con año por el ayuntamiento. Al irse los niños, que además ahí en la playa comieron de los alimentos que sacaban de sus mochilas, no dejaron ni un pedazo de basura. Sacaban las cosas y la basurita la metían en su mochila. Me quedé impresionado. Esto último también ocurre cuando uno sale de las grandes ciudades y se adentra en los pueblitos. Éstos están limpios, ordenados, bonitos, acogedores y por sobre todo se siente la seguridad de que difícilmente nos va a pasar algo que nos afecte, además de que va uno a comer muy bien y sabroso y, aunque usted no lo crea, barato.

Pues bien, después de tres semanitas muy agradables, regresamos a México y al primer día siguiente, me entero por los medios de comunicación, que reos de una cárcel los dejan salir en la noche con las armas y transporte que les dan las autoridades del penal para matar a grupos enteros de personas. Y cada día siguiente que pasa hay entre 20 y 45 asesinatos. Luego me encontré con que nombraron nuevo secretario de Gobernación, y que su mérito era ser amigo del Presidente. En el mismo tono también nombran a nuevo secretario de Economía, que según su currículo tiene una maestría en derecho canónico y es amigo del Presidente. Será que aquí se precisa que la economía mejorará mediante estrategias religiosas?

Pero además de todas estas noticias, francamente preocupantes, volvemos adonde no hay respeto para el peatón, ni para los ciclistas; donde la gente tira la basura donde quiere, menos donde debe; donde sigue el Gobierno del Distrito Federal haciendo obras sin ningún respeto o miramiento hacia la ciudadanía. Pequeñas obras por doquier, donde dejan el cascajo o las sobras de la obra afectando la vialidad; donde sigue sin haber una policía de tránsito mínimamente efectiva; donde la gente se estaciona donde quiere, aunque esté prohibido. Y uno se pregunta: ¿y la autoridad dónde está? Pero eso sí, nos enteramos que los 500 diputados reciben 152 mil 446 pesos mensuales, de los cuales 28 mil 772 son por gestión y atención ciudadana. No sé usted, pero yo no he visto a ningún diputado gestionar o atender los asuntos ciudadanos. Una ciudad donde el jefe de Gobierno emula al Ejecutivo y nombra secretario de Educación al que era secretario de Finanzas, seguro porque es su amigo. Qué bueno que haya personajes con talentos tan amplios que pueden de un día para otro ocuparse de tareas tan diversas. También cabe señalar que mientras estuve fuera de México, lo único que me recordaba a mi país era el pésimo servicio de Telcel, lo cual refrendo yo aquí todos los días. Qué pena que la riqueza de unos, deviene en la afectación de muchos. En fin, luego de tres semanas de gozar la vida, regresa uno a la triste realidad de ver cómo funciona un Estado fallido a escala nacional, pero también local. Ojalá en algún momento algún político (o mejor varios) piensen en cómo mejorar la calidad de vida de los mexicanos.