Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de julio de 2010 Num: 803

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Del Café Tortoni
al Café de Flore

ALEJANDRO MICHELENA

Otra hoja en blanco incompleta
JUAN BAJAMAR

Saint-Pol-Roux,
el mago de Bretaña

RODOLFO ALONSO

Saki y la carga de la infancia
GRAHAM GREENE

Saki
Los entrometidos

La potencia de lo real
RICARDO VENEGAS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

Una raya más

En la celebración por los siete años de vida de La Cebra Danza Gay, los encargados de develar la placa fueron Ignacio Toscano y Carlos Monsiváis; Nacho hizo un reconocimiento a la compañía en pleno, mientras que, con su particular ironía –pues el espectáculo había sido todo lo contrario–, Monsi dijo: “Uno debe celebrar siempre a un grupo de danza pudoroso, reticente, tímido. [La Cebra] es de los grupos que permanecen en el clóset de la comunidad artística y de los más empeñados en la humildad y en el ocultamiento de sus dones corporales. Les merece, a nombre de todos los audaces, ambiciosos, libidinosos y provocadores de las butacas, un gran aplauso.” (La Jornada, 27 de junio de 2003). Monsiváis tuvo una relación íntima con La Cebra y una amistad profunda con su fundador y director José Rivera.

Rivera es uno de los bailarines con mayores reconocimientos y premios en la danza mexicana; sin embargo, esta trayectoria es indivisible de su trabajo como coreógrafo pues él ha sido protagonista de la mayoría de sus obras. El artista potosino inicia su formación dancística y ejercicio profesional prácticamente al mismo tiempo. En 1985 se integra a las clases impartidas en el Instituto Potosino de Bellas Artes y pasa una breve temporada como miembro del Ballet Provincial de San Luis Potosí, hasta que dos años después, tras el tímido intercambio de palabras después de una función, Raúl Flores Canelo lo invita a acercarse al Ballet Independiente (BI). A decir de Rivera, el bi no era la compañía que más le gustaba, pero su director no le inspiraba la reserva e inclusive el temor que Guillermina Bravo o Michel Descombey, por lo que la vocación que había descubierto encontraba finalmente una salida: “Esperé a cumplir diecinueve años el 9, y el 15 de agosto de 1987 a las seis de la mañana Claudia Desimone [su compañera de correrías] y yo estábamos llegando a México; ella traía 70 y yo 150 pesos.” Desde entonces Rivera se volvió capitalino y amante insaciable de la colonia Roma.


Foto: Daniel Ochoa

A menos de un año de integrarse al BI, Flores Canelo lo lanza como solista en el Palacio de Bellas Artes interpretando El bailarín, pieza parte de la coreografía-homenaje a López Velarde por el centenario de su natalicio. Asimismo, Rivera inicia su trabajo coreográfico. Su primera obra es No te habían dicho y a ella le seguirán Negras son las rosas (1989), la rotundamente censurada Jugando al pelo largo (1990), y Danza del mal amor o mejor me voy (1990), coreografía que gana el Concurso Interno del BI y que se integra al repertorio de la compañía. Con esta obra inicia formalmente la trayectoria coreográfica de Rivera, pues fusiona exitosamente el discurso dancístico –que en ese entonces era aún academicista y basado principalmente en la técnica Graham– con una temática abiertamente gay. Esta característica esencial del repertorio de Rivera tomará forma definitiva y se solidificará con la fundación de La Cebra Danza Gay (originalmente “danza guy”) en 1996.

Lo gay en el trabajo de La Cebra está relacionado con una manera de estar en el mundo, que es la forma en que Rivera lo percibe y cómo desearía que fuera. La danza le ha permitido a Rivera desempeñar un papel de activista no visto antes en la danza mexicana. La lucha arco iris de Rivera por la comunidad lgbt es una voz que se alza irreverente y carnavalesca; es un periplo en el que se suspenden el establishment, la rigidez y la solemnidad, para propiciar, ya fuera del teatro, tolerancia, respeto, justicia y dignidad, cosas que nos involucran a todos y a todas, independientemente de la forma y el color de nuestros deseos.


Foto: Eduardo Rivas

Rivera externa su más íntima personalidad en los escenarios, como bailarín y coreógrafo, esto sin eliminar el mito profesional que se ha construido a lo largo de los años. Tanto derroche de individualidad, de ego exacerbado, lleva en ocasiones a cuestionarse si algo se oculta detrás... quizá sólo más de lo mismo. ¿Quién es José Rivera? La pregunta continúa en el aire; por ahora lo tangible, y lo que hay que celebrar, es que José Rivera es un artista.

Sin contar una infancia en que los bailes populares templaban todas las fiestas familiares y los años adolescentes de bailador empedernido, Rivera festejará su aniversario veinticinco de haber dado sus primeros pasos en el ámbito académico con sendas funciones en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, los días viernes 30 y sábado 31 de julio. Una oportunidad de ver obras de repertorio y de estreno de y con una figura de la danza mexicana.