Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de julio de 2010 Num: 803

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Del Café Tortoni
al Café de Flore

ALEJANDRO MICHELENA

Otra hoja en blanco incompleta
JUAN BAJAMAR

Saint-Pol-Roux,
el mago de Bretaña

RODOLFO ALONSO

Saki y la carga de la infancia
GRAHAM GREENE

Saki
Los entrometidos

La potencia de lo real
RICARDO VENEGAS

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

LA “MANIPULACIÓN” DE LA OPINIÓN (X Y ÚLTIMA)

A la trampa de la objetividad se une la cada día más ambigua e imprecisa noción de libertad de prensa. Ya en 1897, Fouille opinaba que “la libertad de prensa debe hallarse asegurada no sólo contra los gobiernos sino también contra los capitalistas y financieros” y, en 1921, Lenin decía que “la libertad de prensa representa en la sociedad capitalista la libertad de comprar, corromper y dividir la opinión pública en beneficio de la burguesía.” El régimen soviético cambió los términos de la cuestión y convirtió la prensa en un instrumental estratégico al servicio de los requerimientos de la propaganda. Por otra parte, estableció una censura monolítica.

Beneyto afirma que el periodista se ha convertido en un “agente de interacción socioinformativa”. Esta definición tecnocrática prueba las nuevas funciones que el equipo financiero del periódico asigna a su equipo pensante. En los periódicos circulan los grandes mitos sobre la tarea del cuarto poder y se fomenta una cháchara huera y machacona sobre la verdad, la objetividad, el heroísmo profesional y la lucha contra los enemigos que, curiosamente, y si el periodista analiza los términos de esta lucha, pueden identificarse o con los dueños del periódico o con los grupos de presión que obligan a éste a seguir determinadas reglas de conducta. El periodista es víctima, también, del aparato enajenador, de las relaciones mercantiles que presiden la actividad de la prensa; padece todos los extremos de la plusvalía y, generalmente, va adecuando su forma de pensar y su estilo a los requerimientos del medio, olvidando por completo las necesidades de ese constante ignorado del periodismo moderno que es el lector aislado.

Los trabajos intelectuales del equipo pensante del periódico son convertidos en mercancía y, como tal, utilizados por la maquinaria financiera; su supeditación a las direcciones de los financieros es cada vez más estricta, como a su vez lo es la del periódico-empresa a los intereses de los gobiernos y de los grupos capitalistas que imponen una línea a la prensa de la mayor parte de los países del mundo. Y, sin embargo, todas estas formas de control, de manipulación y de presión palidecen ante la más monstruosa, la que el propio trabajador de los medios de información se impone a sí mismo; me refiero a la autocensura.

Es indudable que la legalidad burguesa algunas veces permite a los medios de información escapar de los controles impuestos por el sistema. Es cada día más frecuente que los directivos de los medios que, generalmente, forman parte del mismo sistema, eviten los conflictos que pueden dañar la estructura mercantil de la empresa. En otras ocasiones, participan en pugnas interburguesas tomando partido por alguno de los grupos contendientes. Todo parece indicar que para muchos de ellos, las libertades de información y de expresión son pesadas cargas difíciles de transportar, trabas “románticas” que impiden el desarrollo económico y el éxito financiero de sus industrias.

Es también muy frecuente el caso del periodista que maneja con gran destreza los mecanismos de la autocensura. En los países que padecen una corrupción que afecta a una buena parte de los miembros del cuerpo social, la autocensura indica al trabajador de los medios lo que debe decir, lo que debe callar y las formas de decir las cosas, para que el ataque o las alabanzas no resulten demasiado obvios. Esto produce una enajenación extrema y hace que el periodista se convierta en un simple agente de publicidad, cuando no en un chantajista profesional o en un cortesano a sueldo del poder político o de las oligarquías económicas.

Pensará el lector que esta visión de la prensa y de los medios masivos es apocalíptica. Tal vez así sea, pero no quiero terminar sin rendir mi homenaje a los periódicos, a los medios electrónicos y a los periodistas que, arriesgándolo todo (incluso la vida) se mantienen libres, críticos y pensantes en medio de la enajenación de nuestro tiempo.

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