Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de julio de 2010 Num: 800

Portada

Presentación

“El resto es silencio”
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Un gato de trapo para Carlos
RICARDO YÁÑEZ

Días de guardar con Carlos Monsiváis
MIGUEL HUEZO MIXCO

Respiren aliviados los malditos
JORGE MOCH

1966, el año cero de Carlos Monsiváis
HERMANN BELLINGHAUSEN

Carlos Monsiváis: conciencia y compromiso
JESÚS RAMÍREZ CUEVAS

Sobre Pedro Infante....
ENRIQUETA CABRERA entrevista con CARLOS MONSIVÁIS

Querido Carlos
LUCINDA RUÍZ

Famas póstumas de Carlos Monsiváis
MARGARITA PEÑA

Melancolía de las conversaciones pendientes
ALEJANDRO BRITO

Columnas:
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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“El resto es silencio”


Hugo Gutiérrez Vega besa la mano a Carlos Monsiváis durante su homenaje en Bellas Artes. 15 de Febrero de 2009. Foto: Marco Peláez/ archivo La Jornada

Hugo Gutiérrez Vega

Poco después del mediodía de un sábado lluvioso, cerraste los ojos y te fuiste para siempre. Tenías que irte como Groucho Marx, pues nunca te merecimos. Pertenecías a otra realidad, por eso conocías tan bien esta pobre realidad nuestra. Cuando estabas ya en el pórtico de tu entrada a un mundo sin duda mejor que el nuestro, besé tu mano y, ya en la calle, no pude hacer otra cosa que llorar por ti y contigo. Ahora el país entero te está llorando. ¿Me haces el cabrón favor de decirme qué vamos a hacer sin ti? ¿Qué va a hacer este país destartalado que se asfixia en las manos de una derecha sucia, torpe, y con su podrida doble moral? Por supuesto que se apoderaron de tu cuerpo inerte. Me indigna que los empresarios, Televisa, y el deshilachado aparato calderoniano te estén rindiendo honores para hacer olvidar tu actitud insobornable, tu crítica implacable y severa.

No sé qué va a pasar con el Estado laico, con los indígenas olvidados, con los millones de humillados y ofendidos sin tu constante y lúcida vigilancia.

Recuerdo cómo reímos en la comedia musical que pedía a uno de los personajes: brush up your Shakespeare. Ahora lo desempolvo para encontrar las palabras agoreras de Próspero en La tempestad. En ellas la muerte es un rito de pasaje, una parte de la vida; nada más eso. “El resto es silencio”, decía el príncipe dubitativo. Te escribo estas palabras cerca de otra ciudad que amabas, Nueva York, amada también por García Lorca. La noche del día de tu muerte tiene, desde esta orilla, el color indeciso de la Luna. Te estoy pensando y revivo días londinenses: películas, canciones, poemas amados, personas admiradas, la fervorosa inteligencia de doña Esther, tu amor por la cultura popular, tu desaforada lucidez, tu inteligencia que ningún adjetivo puede abarcar, tu generosidad y el humor como forma de vida. Te bebiste los días a grandes tragos y nos dejaste en el momento en que eras más necesario.

Adiós, hermano mío, beso tu mano como lo hacía Quasimodo con su padre. Beso tu mano con amor y respeto. Este hermano tuyo y nuestro país adolorido te dicen adiós y, debiendo reír porque así lo exigía tu actitud vital, nos ponemos a llorar, mientras la terca llovizna de la ciudad llora con nosotros.

Westfield, New Jersey,
primavera de 2010.