Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de junio de 2010 Num: 798

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La reforma migratoria y las elecciones en Estados Unidos
RAÚL DORANTES Y FEBRONIO ZATARAIN

Colombia: las causas del sufrimiento
JOSÉ ÁNGEL LEYVA entrevista con JORGE ENRIQUE ROBLEDO

El sector cultural: entre la parálisis y los palos de ciego
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Discurso a Cananea
CARLOS PELLICER

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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NAIEF YEHYA

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DE SAMAMBAIA EN ADELANTE

RICARDO YÁÑEZ


Flores raras y banalísimas.
La historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares,

Carmen L. Oliveira,
Vaso Roto,
México/España, 2009.

En aquel ahora lejano entonces, quería escribir, ganar dinero, tener amigos, quería creer que de repente el amor podría volver a sucederle…

La historia, larga y triste, comienza con una Elizabeth Bishop que en 1978, año previo a su deceso, intenta recordar lo que empezó a ocurrirle más de un cuarto de siglo antes, al desembarcar en Santos para –sólo de paso, según el plan original– visitar Ipanema y Río de Janeiro, y a la vez, artilugio del flashback, en noviembre de 1951, cuando mediante una beca pretendía arribar a Tierra del Fuego luego de probablemente olvidarse de unos pendientes de diamantes, según indica Pearl K. Bell en artículo publicado por Letras Libres en 2002, fecha por lo demás de la primera edición brasileña de este libro que muy bien, dada su amenidad, el sostenido interés que despierta, podría servir de base para una película: chica conoce chica.

Cierta reacción alérgica a sobre todo el fruto del anacardo, nuez de la India, obligará a la  estadunidense a truncar su viaje y “temporalmente” permanecer en Río, estancia que se prolongará poco más de tres lustros, la curva de una pasión: la que en la autora de Norte y sur, primero de sus cuatro libros (1946), despertaría la brillante arquitecta autodidacta Lota de Macedo Soares, activísima mujer cuyas mayores virtudes, como ocurrir suele, de pronto parecían, o ante algunos tomaban tal cariz, defectos, cual corresponde a las personas llamadas de carácter, inclinadas a manejarse con determinación, no siempre menores.

Proveniente de una acaudalada familia, “doña Lota” heredó la mitad de una finca o fazenda, Samambaia (que quiere decir helecho), en las montañas de Petrópolis, y allá, cercano al rumor y la vista de una apartada cascada, construye un estudio para la poeta nacida en Worcester, Massachusetts, el 8 febrero de 1911 (se acerca el centenario de su natalicio). Allí en efecto la autora de “The Monument” y “At the Fish Houses” logra volver a escribir, o mejor dicho, vuelve a experimentar la fuerza de la poesía, a hacerla suya y comunicarla: A Cold Spring, su segundo libro, es la concreción de esa etapa.

Naturalmente, no contaremos acá, ni siquiera en síntesis la historia, marcada por sublimidades, altibajos, alcoholismo, chismes, drama… Historia en verdad narrada con efusiva fluidez por Carmen L. Oliveira, si bien para un lector no brasilero puede resultar un poco recargada la parte en que se expone el calvario que finalmente representó para Macedo de Soares la creación de su definitiva obra, el Parque do Flamingo, a la cual se abocó, si así puede decirse, en más que cuerpo y alma, con una especie de consuntiva heroicidad que no pareció entender del todo la discípula de Marianne Moore.

Por último y metiéndonos en lo que no: para un lego en la materia, quien esto firma, puede quedar un poco la impresión de que en español el título del libro no suena tan afortunado como en portugués. Mucho ha de cambiar, podría decírseme, dejar en una la que era doble ese (banalísimas), colocar una i griega donde había una e… Arriesgo sin decidir que dicho en nuestro idioma pareciera que se habla de las mismas flores, cuando pudiera ser lo contrario. Apoyémonos en el texto: “Bishop […] tenía que enfrentarse con las manifestaciones celosas de algunas amigas. En realidad casi todos los amigos y amigas le parecían tediosos y fútiles, con su forzado aire de fiesta.” Muy para mí traduzco, y sé que sin derecho: “Flores raras y (otras) flores ciertamente ordinarias”. De ordinariez es que resultan al final del libro acusadas personas, señaladamente mujeres, que a su vez quisieron ver en la poeta y pintora estadunidense, quien había establecido una nueva relación sentimental con una joven compatriota, a la responsable de la sobredosis de Valium y la muerte en Nueva York, con Valium de la menuda y enérgica “doña Lota”


MEMORIAS DEL PABILO

RICARDO VENEGAS


Polvo de pabilos,
Ricardo Muñoz Munguía,
K Editores,
México, 2009.

En un clima hostil para la creación literaria (“hay más policías –y narcos– que ganas de vivir”, diría Montes de Oca) siempre es celebración que un libro de poesía aparezca ante nosotros como una invitación al viaje de ese misterio. Polvo de pabilos de Ricardo Muñoz Munguía pertenece al tipo de libros que pudieron haberse escrito en el aire y, sin embargo, se ha concretado en un volumen que sostiene un diálogo con diversos autores, sobre todo con poetas mexicanos. Este no es el primer libro del autor pero contiene los temas que abarcará su obra completa. También afirma lo que todo poeta sabe o debería: la obra es una extensión de la autobiografía y en algunos casos la vida misma. Si la poesía no necesita ser explicada (Paz dixit), sí podemos atender a las palabras del autor de Piedra de sol cuando dice que “la poesía no es ortodoxa; siempre es disidente. No necesita de la teología, ni de la clerecía, porque no tiene misión ni apostolado. No quiere salvar al hombre, ni construir la ciudad de Dios. Es una conducta personal e irregular, que no pretende nada que no sea darnos el testimonio terrenal de una experiencia.”

Vicente Quirarte se refiere a algo similar cuando dice que “la poesía es una apuesta en favor de la vida. Quien se atreve a servirla acepta existir al filo del tiempo, a verse expuesto a caídas y elevaciones, a tempestades y sequías. Al vislumbrar la meta postergada el buscador del viaje se descubre al principio del viaje”.

Al hojear Polvo de pabilos encontré la nostalgia de la muerte de Villaurrutia, la astucia latente de François Villon, la ceniza, el Infierno y la Verdadera Cruz de quien se asume en la intemperie como autor de estos versos. No dudo que la poesía busque nuevos caminos si atendemos a Nervo con su “ya todo ha sido dicho, pero como nadie escucha, hay que volver a repetirlo”. Refrescar el idioma es lo que la buena poesía se ha encargado de hacer en los poetas más jóvenes de México. Por ello Polvo de pabilos, por su calidad, es un libro representativo de su generación, la de los años setenta.

Neruda aseguraba que el mejor libro de un autor es el segundo porque reivindica el oficio, y ello deriva de la forma en que los poemas llegan al mundo. Como en el “Rescoldo” de Polvo de pabilos:

Adentro, en el incierto espacio
donde me esperan,
alguien golpea con ferocidad
la puerta de su cárcel.
yo, desde fuera, confundido,
busco la razón
pero cómo encontrarla
si todo está oscuro,
con inmóviles cuerpos
entre paredes salitrosas
donde se filtra el caldo de tierra,
mi tierra.