Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de junio de 2010 Num: 798

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La reforma migratoria y las elecciones en Estados Unidos
RAÚL DORANTES Y FEBRONIO ZATARAIN

Colombia: las causas del sufrimiento
JOSÉ ÁNGEL LEYVA entrevista con JORGE ENRIQUE ROBLEDO

El sector cultural: entre la parálisis y los palos de ciego
EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ

Discurso a Cananea
CARLOS PELLICER

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
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José Emilio Pacheco, cuentista (I DE II)

La variedad del trabajo de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939) lo sitúa en lo que, lujosamente, se califica de polígrafo: además de narrador, Pacheco ha desarrollado actividades de poeta, escritor dramático, guionista cinematográfico, crítico, traductor, investigador y periodista cultural. Actualmente es uno de los intelectuales más apreciados del país y uno de los mejor conocidos fuera de México. Su influencia es extremadamente perceptible entre los escritores jóvenes y el público (de lo que no fue ajena la constancia de Inventario, sección periodística y miscelánea desde la que habló de cultura, literatura y política durante más de veinte años). De esta manera, la diversidad, la erudición y lo conciliatorio de su trabajo parecen colocarlo en una genealogía diversa que pasa por Altamirano, Alfonso Reyes y Octavio Paz.

Su trabajo como narrador ha ido perdiendo frecuencia frente a los quehaceres poéticos y periodísticos, a menos que quiera verse en algunas de sus colaboraciones de Inventario la presentación de materiales cuentísticos ya estructurados o en proceso. Como sea, es significativo que, de entre la obra narrativa de José Emilio Pacheco, el cuento ocupe casi la mitad de su producción y que su trabajo literario se iniciara con este género al publicar, en 1959, La sangre de Medusa en los Cuadernos del Unicornio (cuyo editor era Juan José Arreola). Después de este libro, Pacheco publicó en 1963 una más voluminosa colección de cuentos, El viento distante, que revisó y amplió en 1969. Finalmente, en 1972, a nueve años de la primera edición de El viento distante, dio al público el que seguramente es su libro de cuentos más maduro y que le mereció el premio Xavier Villaurrutia, que no por eso dejó de ser comentado displicentemente por algunos críticos: El principio del placer.

Alrededor de estos tres volúmenes, Pacheco publicó una novela en 1967, Morirás lejos, que le dio mayor fama como narrador y de la que hizo después, en 1977, una segunda edición corregida (aunque el autor considera que se trata de una novela olvidada). Su último trabajo fue la novela corta Las batallas en el desierto, de 1981, que se ha convertido, sin duda, en su texto más popular, y de la que también preparó una segunda edición revisada: a los pocos años de su publicación, por ejemplo, inspiró la filmación de la película comercial Mariana, Mariana, y suele ser un recurso ordinario en los cursos de literatura del bachillerato (asunto no necesariamente reprobable).

Lo primero que aprecia el lector que se acerca a los cuentos de Pacheco es la constancia de ciertos grupos temáticos, algunos de los cuales, por supuesto, también se expresan en sus poemas, novelas y artículos, y que parten, nuclearmente, del epígrafe de Henry James que es umbral para todo El viento distante: I have the imagination of disaster/ –and see life as ferocius and sinister.

Después de acordar con el autor la imaginación del desastre, sus textos se pueden ir acomodando en los siguientes compartimientos personales: la niñez y la adolescencia, el desastre –social, ecológico, urbano–, las relaciones amorosas frustradas, las presencias fantasmales, la mediocridad: en total, veintiún cuentos y seis cajones que no pretenden el rigor de la taxonomía, pues ya se sabe que los autores siempre tienden a mezclar sus preocupaciones y sus temas, de la misma manera en que Pacheco, por ejemplo, entrecruza a algunos de sus personajes adolescentes del mundo jarocho: Adelina, protagonista de “La reina”, reaparece después en “El principio del placer”, o “La fiesta brava”, además de ser un cuento que subraya los desastres de la guerra en Vietnam, también es un cuento que señala las arcaicas presencias fantasmales en el fondo de los túneles del metro capitalino (un poco a la manera de los viejos dioses acechantes, como en la mitología de Carlos Fuentes) y se vuelve, encima de todo, un comentario medianamente cifrado de algunos de los estilos de la vida intelectual a finales de los sesenta y principios de los setenta.

Es insoslayable la influencia de Borges sobre José Emilio Pacheco, por lo menos en su prosa narrativa, y es sobre todo perceptible en los cuentos de La sangre de Medusa, tanto por la elección de los temas como por ciertas afinidades estilísticas. En El viento distante ya se refleja la voluntad de una transición para desembarazarse de tan arduo compañero de viaje; El principio del placer resulta, por eso, el esfuerzo culminante del autor para volverse cada vez más Pacheco y menos los otros.

(Continuará)