Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de junio de 2010 Num: 797

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El verdadero patriota argentino
LAURA GARCÍA

La pasión de Concha Urquiza
JAVIER SICILIA

Breve antología
CONCHA URQUIZA

Cine y zapatismo
JUAN PUGA entrevista con ALBERTO CORTÉS

Las güeras, de José Antonio Martínez
INGRID SUCKAER

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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El verdadero
patriota argentino

Laura García

En Argentina se dan fácil los héroes, los ídolos y los dioses. En las paredes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires se mezclan, indiscriminadamente, los afiches de Evita con los del Che, y en épocas de mucho fervor no se trata de carteles, sino de cortinas, casi telones, que penden del techo al suelo y que se deben ir descorriendo a medida que se avanza para encontrar por fin, detrás de todo eso, un aula de clases. Luego está “el Diego”, “¡¡Grande Diegooo!!”, cuyo estatus de dios ha sido muy bien elaborado: existe en Buenos Aires una muy particular Iglesia maradoniana que funciona de manera análoga a un templo católico, en donde el balón vendría a oficiar de Corpus Christi y Maradona, por supuesto, de Todopoderoso. Sí. En Argentina se fabricaron héroes, ídolos y dioses en masa que devienen en souvenir para turistas. Pero eso no es nada aún: todo lo que el diccionario defina sobre la palabra patriota podría llevar una consigna de equivalencia. Patriota es igual a Alejandro Olmos. El verdadero patriota de los argentinos.

Alejandro Olmos nace el 1 de Mayo de 1924 en Tucumán. Inicia estudios de Derecho, pero por varias razones no los puede culminar. Sin embargo, Olmos tiene una férrea vocación periodística que se inicia con la fundación del periódico Palabra Argentina que funcionó como un punto importante de resistencia peronista en momentos difíciles para el partido fundado por el célebre Juan Domingo Perón, cuando éste fue derrocado en 1955.

La biografía de Alejandro Olmos puede iniciar como una suerte de sencillísimas líneas en la vida de un hombre común y corriente que no necesitó de engrosar con alguna estruendosa militancia las filas de un partido político, ni necesitó de manifestaciones violentas ni de agitaciones revolucionarias para luchar por la causa que denuncia y desnuda el más sórdido de los robos a su país: la deuda externa.

Desde siempre, Alejandro Olmos estuvo comprometido muy a fondo con los problemas de la patria, pero al decir esto se corre el peligro de simplificar su verdadera lucha. Son tantos los que andan por ahí pregonando su compromiso con la patria sin muchos resultados, excepto un gasto de más de saliva, que ya la expresión se ha tornado oscura y sólo la podríamos iluminar si relevamos el camino que sigue una causa. Por ejemplo, la causa de Olmos que es inédita en el mundo; inédita en la historia de los países latinoamericanos: denunciar, demostrar y probar, sin dejar resquicio a la duda, las ilegalidades detrás de la adquisición de la deuda externa argentina por parte del gobierno de facto iniciado en 1976 por el general Videla, y la sucesiva cadena de turbiedades que rodearon a esta deuda y sus respectivos pagos en los gobiernos democráticos posteriores.

Basta decir que su deuda externa es la gran cruz que carga hasta hoy Argentina, y que ha sido el capricho por pagarla, repactarla, refinanciarla y pagar sus cuantiosos intereses, el determinante de las más importantes medidas socioeconómicas que han afectado negativamente al país. Tan extraños como son los recovecos en que se meten los tecnócratas de turno en un país para desbarajustarlo, son los caminos que debe transitar un individuo que tiene la valentía de declararse “ciudadano damnificado” y se enfrenta a todo un sistema, y sobre todo, a la historia misma del país. Porque Alejandro Olmos se tomó el titánico trabajo de devolverse en el tiempo, más de treinta años, para desentrañar el misterio –que también podía ser un secreto a susurros– por el cual todos los gobiernos sin excepción, desde 1976, le rompían los bolsillos a todos los argentinos y llenaban los pozos del Banco Mundial, del FMI y sus funcionarios, de los grupos capitalistas financieros, de los grandes conjuntos de especuladores y de una serie de bancos internacionales, con el sudor del trabajo de la gente que en el fondo estaba –está– pagando lo que no se ha comido.

Como David contra el gigante Goliat, Olmos debió enfrentarse a personajes que en su momento tuvieron un poder inusitado en Argentina; poder que utilizaron precisamente para adquirir ilegalmente el dinero de la deuda externa.

El delito fue más o menos así:

Con el Ministro de Hacienda de la Dictadura Militar, José Alfredo Martínez de Hoz, avalado por el gobierno, claro, comenzó una serie de dudosos modus operandi que en poco tiempo multiplicaron por cinco la deuda externa argentina, que pasó de 9 mil a 45 mil millones de dólares. Luego, los siguientes ministros y presidentes del Banco Central brillaron por su acuciosa complicidad, entre ellos, el tristemente célebre Domingo Felipe Cavallo, gestor del también tristemente famoso “corralito financiero”, con el cual explotó Argentina el 19 y 20 de diciembre de 2001. Simplificando bastante un tema tan complejo, lo que se hizo durante la dictadura fue mover a las empresas estatales a que adquirieran préstamos internacionales que posteriormente eran desviados. Esto sin contar la estatización de las deudas privadas, que en su momento fueron adquiridas por grandes transnacionales con el noble objetivo de especular en el mercado financiero.

Olmos reunió con increíble esfuerzo y paciencia las pruebas y demostraciones necesarias que avalaban su denuncia de ciudadano damnificado. Entre otras, comprobó formalmente la carencia de registros por parte del Banco Central y posteriormente el Ministerio de Economía que avalaran los motivos por los cuales se adquirió la deuda, y (aunque esto era un secreto a voces), que todos los funcionarios implicados tenían conocimiento del verdadero destino que tuvieron los fondos.

La labor de Olmos, titánica y perseverante, le llevó dieciocho años de su vida y, poco antes de morir, se vio compensado cuando el juez a cargo de esta denuncia falló a favor de todos los cargos por los que había presentado denuncia, el más importante de todos: la ilegalidad de la deuda externa y, por lo tanto, la ilegalidad de sus respectivos pagos. Pocas veces ha sucedido en América Latina que un ciudadano se enfrente a un delito así y lo encare con el sólo objetivo de que todo el pueblo compruebe que es posible hacerse escuchar y demandar justicia. Olmos tuvo que luchar contra algo que parecía imposible; se enfrentó a la historia de su país y la ajustició desde su presente. Luchó contra el insensato olvido que se instala cómodamente en los aposentos que para él disponen los individuos: la sociedad, y murió muy feliz por lo logrado, prácticamente en la miseria y dejando otro proceso en curso: una denuncia por estafa a la nación que aún está pendiente de fallo.