Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de junio de 2010 Num: 796

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Fernando Arrabal y lo exultante
JOSÉ LUIS MERINO

Dos poemas
YORGUÍS KÓSTSIRAS

El puente del arco iris
LEANDRO ARELLANO

La victoria del juez Garzón
RODOLFO ALONSO

Miguel Delibes contra los malos amores
YOLANDA RINALDI

La edición independiente
RICARDO VENEGAS entrevista con UBERTO STABILE

251 años de Tristram Shandy
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

Kandinsky y su legado artístico
HÉCTOR CEBALLOS GARIBAY

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Germaine Gómez Haro

Gran festejo a Rodolfo Nieto

A veinticinco años de su fallecimiento, Fomento Cultural Banamex y marco (Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey) rinden homenaje a Rodolfo Nieto, uno de los artistas mexicanos más sobresalientes de la segunda mitad del siglo pasado quien, a mi juicio, aún no ha sido valorado en toda su dimensión.

Nieto nació en la ciudad de Oaxaca en 1936 y murió prematuramente en 1985, víctima de un alcoholismo brutal. A la edad de doce años se trasladó a Ciudad de México y su formación artística corrió a cargo de los maestros Carlos Orozco Romero y Santos Balmori. En 1959 viajó a París donde permaneció una década, experiencia que marcó definitivamente su quehacer artístico. La magna exposición Imágenes latentes. Una retrospectiva de Rodolfo Nieto que se presenta hasta finales de julio en el Palacio de Iturbide está conformada por alrededor de 120 piezas, entre pintura, estampas, dibujos, collages, tintas y acuarelas sobre papel, todo lo cual da cuenta de la maestría que alcanzó este artista en la experimentación de todas las técnicas. El recorrido da inicio con sus pinturas de principios de los años cincuenta, entre las que destacan sus retratos de corte academicista, donde se perciben aún resabios formales de la Escuela Mexicana, aunque ya se distingue en ellas una sofisticación en el manejo del color que alcanzará el justo equilibrio entre el arrebato y la sobriedad, una de las características primordiales de su arte. A raíz de su estancia en París, donde su trabajo tuvo un amplio reconocimiento desde sus inicios, Nieto abreva en las fuentes de los pintores europeos de la postguerra –Dubuffet, el grupo CoBrA– y, por supuesto, absorbe la herencia siempre vigente del neoclasicismo picassiano y las lecciones de Klee y Miró, a través de los cuales consigue fusionar los lenguajes de la figuración y la abstracción para lograr una síntesis formal de esencia profundamente lírica y poética. Su obra se centra en la representación de figuras humanas estilizadas y animales fantásticos, a menudo fusionados en una dualidad que remite a la estética prehispánica.

Sus célebres “personajes” –como él los llamaba– abarcan una gran parte de su trabajo. Se trata de figuras que rozan la abstracción al fundirse en planos recortados con equilibrio y precisión, en atmósferas que, en algunos casos, remiten a las antiguas estelas prehispánicas o a las urnas zapotecas. Algunos otros de siluetas más geometrizantes recuerdan a los seres robotizados que Tamayo pintó en los años cincuenta para expresar su preocupación por la deshumanización. Otras figuras escapan a la interpretación por tratarse de enjambres de rayones y esgrafiados enloquecidos que se alejan de la representación formalista para adentrarse en los territorios de la semi-abstracción. Asimismo, su paleta explora todos los matices que van de los diurnos, luminosos y arrebatados, a las profundidades nocturnas y más sombrías. Cabe resaltar una serie de Personajes realizados con lápiz y grafito sobre fondos pintados totalmente en tonos blancos, que resultan de una elegancia y estilización extremas.

Su acercamiento al mundo animal se dio a raíz de una visita al zoológico de Berna y, a partir de entonces, su arte se pobló de fieras y criaturas domésticas, cuya fisonomía exploró y explotó en todas las variantes imaginables. El bestiario de Rodolfo Nieto se despliega a lo largo de toda su trayectoria y constituye uno de los capítulos más relevantes de su iconografía, toda vez que fue un constante estímulo para la creación de una infinidad de variaciones formales y experimentaciones técnicas.

Una aportación fundamental en esta exposición magistralmente curada por Cristina Gálvez y Juan Carlos Pereda es la amplia inclusión de prodigiosos dibujos, acuarelas, tintas y estampas que normalmente quedan recluidos a un segundo término en el gran corpus pictórico de los artistas, y que, en este caso, me parece fundamental para valorar la profusión de sus investigaciones plásticas. A mi parecer resulta exagerada la aseveración que se incluye en una cédula en la muestra: “Nadie en la historia del arte mexicano había dibujado técnica ni estéticamente como Rodolfo Nieto”, pero su dominio en el manejo de la línea es sin duda asombroso. Al rigor de su dibujo se suma la perfección que alcanza en sus exquisitos collages realizados con diferentes tipos de papeles finamente “ensamblados” en composiciones de una belleza y armonía deslumbrantes.

“Trato de hacer una pintura antagónica, llena de tensiones. Hago materias abyectas junto a materias preciosas”, decía Nieto. Estas palabras resumen la dicotomía plástica de este gran artista oaxaqueño, cuya pintura oscila entre la poética del imaginario y la expresividad adolorida.