Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de mayo de 2010 Num: 795

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El más corazonado
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ

¿Qué sería de nosotros sin Miguel?
ÓSCAR DE PABLO

Las voces y el viento
LUIS GARCÍA MONTERO

Perito en lunas
LUIS MARÍA MARINA

Eterna sombra
MIGUEL HERNÁNDEZ

¿Quién lee a Miguel Hernández?
MARTÍN LÓPEZ-VEGA

Dos poemas

Miguel Hernández en sus tres heridas
FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA

Llegó con tres heridas...
MIGUEL HERNÁNDEZ

Miguel Hernández, Joan Manuel Serrat: Serrat Hernández
JOCHY HERRERA

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Luis Tovar
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Los ricos también... (I DE II)

Se alude con lo supraescrito al nombre de una telenovela/culebrón/churro mexicano que, allá por los años setenta del siglo pasado, se convirtió en el non plus ultra –pese a lo cual sigue repitiéndose la formulita– de la ya desde entonces veterana costumbre televisiva de adaptar, “tropicalizando”, el muy añejo y evidentemente muy jugoso cuento de la Cenicienta: muchacha pobre-conoce-muchacho rico-tienenhartasbroncasperoalfinalsonfelices. El título completo del bodrio televisivo era Los ricos también lloran, y aquí se ha puesto dejando en blanco el sitio que corresponde al verbo, haciéndose eco del modo en que la alocución pasó al habla popular, es decir, refiriéndose a la acción que más convenga según el caso.

...TAMBIÉN COPIAN

Si no lo es, en definitiva lo parece: Juegos inocentes, un fin de semana inolvidable (2009), cinta de hiperexplícito y al mismo tiempo lugarcomunesco título, dirigida –de algún modo hay que nombrar las cosas– por Adolfo Martínez Orzynski, hijo del conocido, que no célebre, Adolfo Martínez Solares, se plantea inicialmente de modo tan parecido al Déficit (2007) con el que Gael García Bernal debutó en calidad de director, que resulta difícil pensar en algo distinto a una mala, pero que muy mala copia. Véase si no: en ambos casos se trata de lo que le sucede a un grupo de adolescentes poco dados a la vida menesterosa, reunidos en la casa de los ausentes padres de uno de ellos, un fin de semana que, se entiende, para ellos es prácticamente igual a todos los fines de semana: el asunto consiste casi exclusivamente en juntarse, reírse/mofarse/hacer escarnio de todo y de nada; hablar como si tal acto consistiera nomás en echar aire por la boca y estuvieran prohibidas la coherencia y la pertinencia, pero sobre todo las ideas; lucirse ante todos y ante nadie; alcoholizarse y narcotizarse tan pronto como sea posible; ayuntarse carnal y fugazmente con quien tenga disposición para ello... Y pare usted de contar, siempre que quiera prescindir de aquello en lo cual, para cada uno de los casos mencionados, se supone que consiste el asunto de fondo: en Déficit hay, así sea más o menos epitelial, una mirada crítica dirigida precisamente hacia ese modo de vida disipado, comodón, clasista y, diríase, cuasiacéfalo, mientras que en Juegos inocentes... la propuesta –insisto: de algún modo hay que nombrar las cosas– es tan equívoca y se le aprecia tan encandilada en la contemplación de sus propios y demasiado anchos trazos dramáticos, que resulta ser el equivalente fílmico de la expresión popular según la cual “es inútil asomarse al cántaro si con el rostro le tapas la boca”.

La insuperable tendencia al lugar común del argumento permite a este juntapalabras obviar su costumbre de no hacer sinopsis de la cinta en turno, de modo que ahí va, citada del sitio web cineypantalla.com.mx: “Un grupo de amigos adinerados van a pasar el fin de semana en casa de Armando en Cuernavaca, una casa bien equipada para la fiesta donde lo que sobra es alcohol y drogas. Uno de ellos va registrando con su cámara la borrachera: las confesiones, las desinhibiciones y los romances. Todo va bien hasta que dos de ellos sufren un accidente, entonces Armando es interrumpido en su romance con Ana para ir a ayudar a los amigos accidentados, dejando a Ana dormida en la habitación. A partir de ahí, todo va de mal en peor, hasta que un repentino asesinato termina de arruinar la que parecía una prometedora noche de borrachera entre amigos.”

Poco falta por añadir: que los guionistas –trío compuesto por Gibran Viradi Ramírez Portela, Francisco Santos Burgoa Mendoza y Luis Bekris Gutiérrez– jamás parecen haber tenido una verdadera visión de conjunto de aquello a lo que se aplicaron a perpetrar, si se juzga por la precipitación, el abigarramiento y la inverosimilitud que padecen prácticamente todas las secuencias, en particular las que corresponden al clímax narrativo y al desenlace; que nadie parece haberse ocupado de brindarle a los actores la menor indicación que los bajara del falso lucimiento del histerismo histriónico –lástima de Pepe Alonso, puesto a sufrir en calidad de agresor sexual y luego de muerto inesperado–; y, finalmente, que si de tal naturaleza son las preocupaciones de la juventud mexicana pudiente, ya que hay un cine reflejándolas, y si de tan ínfima calidad son los resultados fílmicos de sus cronistas, para definir todo ello bastaría con una expresión muy suya: “está de güeva, wey”...

(Continuará)