Pese al aguacero, cientos disfrutan una tarde de son y canto nuevo
Lunes 24 de mayo de 2010, p. a17
Puebla, 23 de mayo. Tarde de folclor y son veracruzano fue la que disfrutaron el pasado sábado los asistentes al Zócalo de Puebla con la música de Los Folkloristas y Mono Blanco, espectáculo que tuvo de marco la Catedral.
Los dos grupos pusieron a bailar a cientos de personas. Hiciron recordar los tiempos de festivales de oposición.
A la seis y media de la tarde comenzó la jornada vespertina del 12 Festival Internacional de Puebla. Mono Blanco comenzó su concierto con coplas cuya virtud fue la espontaneidad, que provocó el aplauso. Los instrumentos perfectamente afinados marcaron el ritmo de las bailadoras, quienes sobre una tabla demostraron que la tradición sigue viva y trascenderá cualquier moda.
El cielo se nubló, cayeron las primeras gotas y algunos se retiraron. Luego se dejó caer un aguacero, pero la mayoría se quedó. La lluvia hizo emotivo el momento: los músicos no pararon de tocar ni de cantar, y vino un comentario ad hoc: Ahora sí parece que el mundo se va a acabar
, en alusión al título de un disco emblemático de Mono Blanco.
Jaranas
No faltaron los vendedores de capas de hule. En un espacio techado decenas de personas se cubrieron y, pese a que estaban apretados, codo con codo, siguieron bailando. Se movían al ritmo del son veracruzano que surgía de las maderas, de las jaranas. Hacía tiempo que Mono Blanco no se presentaba aquí y provocó tal euforia que no lo dejaban ir, aunque el grupo lo hizo entre aplausos.
La expectación creció cuando se anunció a Los Folkloristas, agrupación fundada hace 44 años y entre cuyas filas han formado 46 músicos, entre mujeres y hombres. Antes, en conferencia de prensa, los integrantes del grupo afirmaron que seguirán como siempre, con instrumentos que consiguen en los poblados lejanos, tratando de repetir el sonido de los viejos maestros en sus diversos lugares de origen de México y de otros países de Latinoamérica.
Los Folkloristas aseguraron que no cambiarán.
El grupo subió al escenario a las ocho de la noche entre los cálidos aplausos del auditorio, en su mayoría de más de 50 años. Eufórico, el público pedía La Paloma y Tierra mestiza, desde el principio. Se escuchó decir: “Tenemos la camiseta latinoamericana bien puesta… No, tenemos el poncho bien puesto”. Lo que siguió fue una clase magistral de ritmos tradicionales, como la cueca, tonadas rarámuris, sonidos sudamericanos, caracoles, sonajas y vainas.
Hubo quienes lloraron por los tiempos idos, por los días de lucha, por las ideas, comentaron.