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Boris Viskin: ensamblajes
Boris Viskin (México, DF,1960) pertenece a la generación de artistas que se dio a conocer a finales de los ochenta con una pintura fresca y altamente propositiva, opuesta a los lenguajes neomexicanistas que proliferaron en esos años, propiciados por el boom económico que levantó tolvaneras en el mercado del arte. Su trabajo se ha centrado primordialmente en la pintura y el dibujo, aunque en los últimos tiempos ha desarrollado una interesante veta ligada al collage y al ensamblaje. Su lenguaje plástico oscila sutilmente entre la figuración y la abstracción, y en la mayoría de sus obras se percibe una delicada simbiosis de ambas. Viskin es, ante todo, un pintor de espacios abiertos que atrapan a primera vista por una monumentalidad lograda con base en audaces contrastes de escalas y volúmenes.
Actualmente se presenta en la galería Le Laboratoire,* de Julien Cuisset, la exposición Neo post constructivismo dadá, romántico humanista, título a todas luces lúdico que hace alusión a diversos movimientos del arte del último siglo, en cuyas fuentes Viskin ha abrevado tangencialmente y de manera totalmente lírica para la construcción de sus obras híbridas. Se trata de trece ensamblajes, en su mayoría de pequeño formato, que ofrecen un recorrido por esta vertiente de su creación que combina el collage, la pintura –hay una mínima presencia de ésta– y la propuesta objetual. El común denominador entre estos elementos es la utilización de tiras y fragmentos de madera de deshecho con los que elabora sus muy cuidadas composiciones predominantemente abstractas y de una acusada tendencia geométrica. Hay que señalar que si bien el material empleado proviene del reciclaje, Viskin ha elegido perfectamente cada trozo que configura sus montajes, logrando un sorprendente maridaje de formas, texturas y colores, en composiciones tan atractivas como misteriosas. Tal es el caso del tríptico La región más transparente (192 x 145 cm) que consiste en tres paneles en los que colocó, en primer plano, un gran rectángulo realizado con diversos fragmentos de madera, dispuestos en forma reticular y alineados en sentido vertical y horizontal, cubriendo la superficie total; detrás de estos paneles que van colocados sobre tres lienzos consecutivos, se vislumbra la silueta de un paisaje pintado en forma tradicional en el borde periférico de las tres piezas, creando una continuidad visual entre ellas. El espectador se puede imaginar que detrás de los ensamblajes se esconde el paisaje en su totalidad y dan ganas de descubrirlo. Huelga decir que el título de la pieza hace referencia a nuestra capital defeña, y los atisbos de paisaje, que apenas se pueden apreciar, remiten quizás a las imponentes vistas de los alrededores de la ciudad plasmadas por el Dr. Atl. Hay otras piezas que también evocan paisajes sin recurrir a la presencia de la naturaleza en términos realistas, pero se trata más bien de parajes urbanos elaborados a partir de pequeños bloques de madera colocados dentro de unas cuadrículas con entrecalles, lo que hace suponer que se trata de una vista aérea de cualquier gran ciudad, con su caótica aglomeración de construcciones apiñadas. Realizada en este sentido, Hiroshima mon amour, cuyo título remite a la grandiosa novela de Marguerite Duras llevada al cine por Alain Resnais, es una pieza poderosa que abre las compuertas del enigma con su superficie cubierta con cubos de madera pintados de negro, sobre los cuales fue escrito el título en letras doradas. Un paisaje sombrío que acaso habla de una ciudad contaminada, devastada, sumida en la penumbra de una atmósfera caótica.
Como en muchas de sus pinturas anteriores, Viskin incorpora la figura humana a través de minúsculos personajes que apenas se perciben en los amplios espacios abiertos que crean un inquietante contraste en el equilibrio de las escalas, haciendo referencia silenciosa a la soledad del ser humano y su pequeñez frente a la magnitud del mundo natural.
La obra de Boris Viskin es poética por el contenido de su carga simbólica y por las reflexiones que se desprenden de sus misteriosas escenas. Un artista que recurre magistralmente a las contradicciones en un intento de equilibrio entre el territorio de los conceptos y el plano sensorial.
* La galería Le Laboratoire se visita bajo previa cita: 52863351, Vicente Suárez 60-2, Col. Condesa.
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