EDITORIAL

Crítica y evaluación de la educación

A la palabra crítica sobra añadirle el calificativo “constructiva”, toda auténtica crítica es constructiva, esto si no se confunde con la denostación o la mera reprobación, mucho menos con el ataque artero interesado o la ironía arrogante. La crítica, decía Unamuno, “no puede confundirse con las malas tripas”. Por supuesto cada quien puede dar a las palabras el significado que quiera, pero si queremos entendernos hemos de acordar alguna coincidencia en su significado. En su origen la palabra crítica (kritiké en griego) significaba la capacidad de discernir, y criterio (kriterion) la norma o referente con el cual se juzga si algo es verdadero o falso, bueno o malo, correcto o incorrecto, etcétera.

Un dato, toda una descripción o una narración son la base para hacer una crítica siempre y cuando tengamos criterios para juzgar su significado, y esa crítica servirá de algo si hacemos explícitos esos criterios y somos capaces de explicar las causas de que las cosas sean como son. Un ejemplo elemental: un grupo de estudiantes obtiene malos resultados en la prueba Enlace, la primera pregunta es ¿por qué deberían saber responder las preguntas de esa prueba? Y la segunda ¿por qué no las respondieron correctamente? La respuesta bien fundada a estas preguntas es la base para poder hacer una crítica a esa situación, la denuncia escandalosa de que el profesor de ese grupo es incompetente no es crítica, es tener “malas tripas” y además mala leche.

La crítica no consiste en el mero señalamiento de defectos o debilidades, la auténtica crítica consiste en el uso de la razón, de la ciencia y la cultura para buscar la verdad, destruir prejuicios, mitos, engaños y autoengaños, para identificar la intromisión subrepticia de intereses en los razonamientos; es aceptable, quizá inevitable, que en la crítica intervengan los intereses del que critica, pero la crítica válida supone que dichos intereses se hagan explícitos. La crítica a la desigualdad socioeconómica en México es interesada, parte de reivindicar los intereses de las clases explotadas y marginadas, así debe proclamarse de entrada cuando se critica el sistema económico vigente y a partir de este principio se construye dicha crítica.

La crítica no se conforma con medias verdades, busca la verdad completa, o mejor dicho, lo más completa posible, para lo cual se requiere no solamente seguir un método, sino ante todo buscarla con tesón y –como sabiamente advirtió Bertolt Brecht– tener la valentía de reconocerla cuando se le encuentra, aceptar sus consecuencias e incluso modificar la propia vida según los dictados de esa verdad pues de lo contrario, como advierte el dicho “si no vives como piensas, acabarás pensando según vives”. La crítica, por tanto, va más allá de la ciencia, del método, la auténtica crítica es una postura vital, filosófica, que exige, además de ciencia, honestidad y valentía.

Además de esas actitudes, un requisito de la crítica es el conocimiento del asunto que se aborda, requiere “dominar” el campo, por supuesto no en el sentido de saberlo todo, sino de tener claro lo que de ese asunto se sabe y lo que se ignora y, de esto, saber cómo conocerlo, y como nadie sabe todo, la crítica exige otra actitud esencial: modestia. Este conocimiento debe extenderse también al de los campos con los que está relacionado el asunto que se juzga. Por ejemplo, es necesario reiterarlo, la crítica al sistema escolar tiene que considerar los efectos determinantes que en la educación de los jóvenes tiene el ambiente social, cultural y político.

La crítica también supone una mente abierta e informada que, sin caer en un total relativismo, sepa identificar las bases teóricas y el contexto histórico y cultural en el que se dan los asuntos abordados. Hoy en día el esclavismo es con razón considerado un crimen, pero sería cuestionable calificar de criminal a Aristóteles porque hace dos mil cuatrocientos años lo aceptaba como algo natural. En un futuro no remoto se nos juzgará sin piedad porque hoy aceptamos que quienes hacen los trabajos más rudos y desagradables (cargar pesados bultos, limpiar sanitarios, barrer las calles) son quienes reciben la peor paga.

La evaluación de la educación –sistemas, programas, instituciones– ha de cumplir, por lo menos, con estos requisitos de la crítica. La crítica y evaluación de la educación debe considerar, además, que se trata de un campo sumamente complejo y rico, no se le puede juzgar desde las posturas que adopta un banquero cuando calcula la tasa de ganancia o un ingeniero industrial cuando evalúa la eficiencia de una empresa.

Manuel Pérez Rocha

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